31.3.09

Viajarán los libros a la montaña, en Cuba


Viajarán los libros a la montaña, en Cuba

La Habana (PL).- Escritores cubanos recorrerán las zonas montañosas de la isla en un festival a modo de extensión de la recién concluida feria editorial Cuba 2009.
El vicepresidente del Instituto Cubano del Libro, Fernando León Jacomino, en recientes declaraciones a la prensa dijo que el evento se inserta entre los varios esfuerzos por acercar la literatura a las zonas más distantes de las capitales provinciales.

Con propuestas para todas las edades, el programa incluye presentaciones de títulos, intercambio con los lectores y espectáculos musicales.

El evento se efectuará paralelamente a un Festival similar en centros de enseñanza primaria y secundaria, en homenaje al Día Internacional del libro infantil y del cubano.

Con frecuencia anual, esta experiencia comenzará el próximo 7 de abril en la localidad de Guisa, en la oriental provincia de Granma, y culminará el 27 en Manicaragua, en la central Villa Clara




¡Qué bien han cabalgado los sueños sobre Rocinante!
Joaquín Ortega


La adarga. La lanza. Firme los brazos. ¡Al ataque! El caballero de la triste figura sobre el no menos esmirriado Rocinante. Pero ¡cuánta fortaleza! Sancho intenta imponer la lógica. Aunque el ensueño es tanta vida, ¡Dios!, que el escudero comenzará a soñar alguna vez e impartirá justicia. Sobre los gigantes, pese a que son molinos, va su señor para dedicar la hazaña a esa soñación tan sublime capaz de opacar el afán de gloria: el amor. Ella no aparece y el enamorado la confunde por doquier, a pesar de los callos en las manos y las rodillas o hasta el potente olor a cebolla y ajo en las damas escogidas. Ah, Dulcinea, por ti me lanzo a resolver entuertos, a vencer a los malandrines. Mis victorias son tuyas…
Fidel lo propuso y El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha fue el primer libro editado por la Imprenta Nacional fundada el 31 de marzo de 1959. Novela trascendental, columna del idioma y el género, prosa inmortal creada por Miguel de Cervantes Saavedra, tan de pueblo hasta por los sufrimientos, sea en la guerra que le inutilizó un brazo o tras la rejas porque no tenía recursos para pagar las deudas.
La bondad y la verdad habían alcanzado el poder y con zancadas avanzaban en Cuba. Había que fortalecer la cultura, sin ella la libertad plena es imposible. El Comandante en Jefe sabe que aquella es la espada y el escudo de la patria. Aconsejó a confirmar la creencia al leer.
Pues a comparar, encender la imaginación, gozar, fortificarse con cada línea, cada reflexión, cada verso. La guerra contra la ignorancia comenzó con la Campaña de Alfabetizació n. Subiría en lo cuantitativo y la calidad. El propio Alejo Carpentier, al frente del organismo que democratizarí a como nunca la suprema conquista cervantina, expresó su dicha al sentirse realizado por tener lectores para sus creaciones como nunca antes, al sentirse tan útil para sus compatriotas. Era solo el inicio.
Escritores, editores, correctores, ilustradores, impresores; editoras, especializació n, unidad: el Instituto del Libro; obras y más obras, el ansia de saber, el amor por la lectura, y esas fiestas populares: las Ferias que no se limitan a Ciudad de La Habana y llegan a caseríos y montañas donde son acogidas con deleite y emoción. ¡Cómo no van a dar ganas de ser escritor! Su misión de forjar, de incrementar e intercambiar sentimientos, de alimentar las almas, tiene cauce seguro en la tierra de José Martí.
La capital de todos los cubanos puede llamarse también capital de la lectura. El primer gran impulso a lo que hoy es victoria en ascenso, montó junto a Alonso Quijano sobre Rocinante. ¡Y qué bien han cabalgado!




Aniversario 50 de la Imprenta Nacional de Cuba

Donde nació El Quijote en Cuba

JOEL MAYOR LORÁN

El primer título que se publicó por la Imprenta Nacional de Cuba.

Érase un tiempo en que solo un premio de la lotería permitió al poeta Nicolás Guillén publicar en Cuba sus Motivos de Son. La implacable censura no permitía que las obras de José Martí se editaran en su Patria. Alejo Carpentier corría una suerte similar; ninguna de aquellas grandes novelas suyas nació sino en imprentas allende los mares. El XX había sido un siglo sin luces para los cubanos… hasta 1959.
Fue en ese año cuando una conmoción inédita estremeció los cimientos de la nación, al punto de sacudirle siglos enteros de ignorancia. El 31 de marzo de 1959 surgía la Imprenta Nacional de Cuba. Una verdadera Revolución tenía que llenar de luces el país, tenía que avanzar junto con las páginas del Quijote y Jean Valjean.
Y en la tierra de los sueños que se hacían realidad, el primer libro impreso fue El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, la obra inmortal de Miguel de Cervantes y Saavedra. Se editó en cuatro volúmenes y papel gaceta. Por apenas 25 centavos penetró en decenas de miles de hogares. La tirada alcanzó 100 000 ejemplares. Al fin, la lectura podría ser un fenómeno de masas.
¿Quién sino Carpentier quedaría al frente de la Imprenta Nacional y de la hermosa tarea que continuó cobrando valor con la creación de la Editorial Nacional de Cuba, más tarde el Instituto del Libro, y luego el Instituto Cubano del Libro?
Es difícil encontrar mejor escritor y mejor ser humano —entre tantos y tantos como los que posee o poseyó nuestro país— que Alejo Carpentier, expresó el Comandante en Jefe Fidel Castro durante la inauguración el 27 de abril del año 2002 de una moderna imprenta que lleva su nombre. (Ver discurso)
"A mi memoria venía aquella tarde, hace un número de años, cuando la escasez de recursos era tal, o tal vez el olvido, en que él llegó con los 40 000 dólares que le entregaron junto al primer premio Miguel de Cervantes que se le concedió y lo llevó para donarlo. Nadie se lo había solicitado, nadie lo había planteado".
Y cuando le preguntaron cuál sería el primer libro a publicar, tuvo a bien responder: "sin lugar a dudas, El Quijote", una lanza para desfacer el entuerto de la ignorancia, un título que con ser tan español alcanza a todos los pueblos del orbe, el primogénito de una revolución literaria que hasta hoy se mantiene. Carpentier, hombre muy culto, seleccionaba la más regia catedral literaria de la lengua castellana.

DÉCADAS SIN LUZ
El nuestro es un país de escritores que han legado libros soberbios, hechizantes, cuyas dimensiones sobrepasan los contornos de este archipiélago; sin embargo, durante mucho tiempo realizó muy pocas ediciones propias.
Estudios sobre esas épocas revelan que las causas del fenómeno no radican siquiera en la tardía llegada de la imprenta (dos siglos después que a otros países de América), sino en la falta de voluntad de las autoridades para convertirla en patrimonio común del pueblo. Según el censo de 1887: solo el 26% de la población estaba alfabetizado, entre los blancos este porcentaje llegaba al 33 mientras que entre los no blancos alcanzaba únicamente el 10,7%.
El presbítero Félix Varela advertía: "Es imposible que un gobierno europeo promueva el engrandecimiento de estos países, cuando este sería el medio de sacudirse el yugo. La ilustración en ellos inspirará siempre temores a su amo".
Con la república la situación prácticamente empeoró; no fue para el libro mejor que para el pueblo. La certidumbre de no ser editado, solo quedaba sobrepasada por la de no ser leído. A la falta de apoyo oficial a su producción, se sumaban los presupuestos estatales ridículos para la compra de libros y la falta de hábito de lectura.
¿Cómo podía resultar de otra manera con un millón y medio de analfabetos… y muchos habitantes más con niveles inferiores al segundo y tercer grado de primaria? Estadísticas señalan que, hacia la década del 50 del siglo XX, se editaban menos de un millón de ejemplares anuales y apenas 200 títulos, la mayor parte textos escolares.
Los estantes de las librerías exhibían ciertas obras importadas para satisfacer a las minorías. Familias opulentas conformaban grandes bibliotecas privadas. Otras preferían dejar ese sitio para un bar. Según fehacientes testimonios, hubo quien encargaba libros por metros y color de la encuadernació n: con el lomo de la terminación francesa colocado a sus espaldas, pretendían la respetabilidad de una cultura solvente.
Pese a esto, no se trataba solo de la falta de capacidad de compra y del analfabetismo —afirman los investigadores. La existencia de ese lector demandaba previamente un clima cultural, social, que incentivara la lectura. El libro no se necesitaba. Sin ese clima hasta podía crearse un ambiente de burla hacia el lector. Todavía al principio de la Revolución no fue raro haber visto adoptar un talante burlón a ciertas personas, respecto a quienes andaban con un libro debajo del brazo.
La letra e imagen impresas fueron usadas fundamentalmente como soporte de aquella sociedad. Muchos personajes de historietas y los alienantes de la novela rosa resultaban agentes multitudinarios de la idiotización social y la evasión.

PROUST, JOYCE, NERUDA
Nunca Alejo Carpentier vaciló en afirmar que la Revolución Cubana le había dado un sentido a su existencia, "como hombre, como intelectual, como escritor. Trataré, en mi obra inmediata, de reflejar un proceso histórico que me llevó a tomar conciencia de mí mismo y a saber que realizando mi labor no solo trabajo para mí, sino para los demás".
Fundar una imprenta nacional, con El Quijote como libro primero, fue un acto inédito en esta parte del planeta. Solo entonces se intenta poner en manos del hombre recién liberado la riqueza espiritual del mundo. Quedaba evidenciada la dimensión soñadora, pero emprendedora a la vez, del proyecto iniciado en enero de 1959.
Del calor de esa imprenta salieron —casi regalados— centenares de títulos brillantes de la literatura universal. Pudieron ser adquiridos por un público que, tras la campaña de alfabetizació n, pasaba a mirar el orbe con ojos ávidos de saber aquello que la ignorancia le negó durante siglos.
Fueron editadas obras magníficas como Un amor de Swan, de Marcel Proust; o Retrato de un artista adolescente, de James Joyce. Semejante empresa dejó pasmados a los más optimistas. Asimismo, se expandieron por todo el archipiélago Canción de gesta, de Pablo Neruda; A sangre fría, de Truman Capote; y Gobernadores del rocío, la novela del haitiano Jacques Roumain.
Aparecieron, además, libros tales como la Antología de la poesía cubana, en tres tomos, a cargo de José Lezama Lima. Junto con las cartillas de alfabetizació n, se desempolvaron libros prácticamente desconocidos y autores como Jean-Paul Sastre, Albert Camus, Víctor Hugo, Mijail Sholojov, Jorge Luis Borges, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Alfonso Reyes...
La colección Biblioteca del Pueblo ocupó con entusiasmo las viejas rotativas de los talleres de los periódicos Excelsior y El País. Los lectores podían adquirir los libros a 25 centavos el ejemplar.

¡MILLONES OTRA VEZ!
Cada libro no es solo resultado del alumbramiento creativo de su autor. Hay muchas personas detrás del placer que sienten los lectores al hojear las páginas de un texto: editores, diseñadores, operarios de imprenta… todo un complejo y hermoso proceso de creación, edición e impresión del libro.
Un diseño atrayente favorece el primer contacto con los lectores. Una cubierta llamativa constituye uno de los ganchos para atrapar la atención; es la primera imagen que se tiene de un libro, en buena medida determina que las personas se interesen por él.
Modernas e imponentes máquinas, operadas por jóvenes, entonan una vez más un suave ronroneo. La imprenta Alejo Carpentier recién cumplió su propósito de imprimir millones de ejemplares para la XVIII edición de la Feria Internacional del Libro (FIL). Ahora ya encara una nueva encomienda para el año próximo.
Tras su puesta en marcha en el 2001, el evento dejó de ser exclusivo de la capital: llegó a más de 40 sedes en las demás provincias y 44 librerías y espacios en Ciudad de La Habana, con extensiones barriales, pabellones especiales para niños y jóvenes, y bibliotecas circulantes.
En el 2008 imprimió 8 millones, más de 350 novedades editoriales y 380 títulos con una tirada mayor de 5 000 copias. En cinco años produjo 78 millones de ejemplares.
La Alejo Carpentier y la Federico Engels incrementaron la capacidad de impresión en el país, lo cual posibilita extender la FIL a regiones apartadas, sedes universitarias, centros laborales y prisiones. Ambas emplean tecnologías modernas sobre la base digital.
El Comandante en Jefe afirma que con los libros impresos en los años 2001 y 2002, se completaron los 1 000 millones editados por la Revolución en 43 años, a pesar de que durante casi 10 de Periodo Especial el total de volúmenes (incluidos los libros escolares) quedó reducido a menos de 10 millones, y en otro fue alrededor de cinco. Ya en el 2001 la cifra superó los 19 millones de libros.
Queremos volver a imprimir 50 millones, sostiene Fidel. Nunca como hoy podemos apreciar el inmenso valor del libro. En aquellos tiempos teníamos una idea, ahora tenemos una plena conciencia, añade.
El líder de la Revolución mencionó también las 15 máquinas ligeras de impresión que se instalaron en todas las provincias, mediante las cuales los escritores de cada territorio pueden ver publicadas sus obras.
Y comentó: "Si se comercializara el libro aquí en términos capitalistas, y sabiendo lo caro que se venden los libros en el mundo, esta planta podría producir valores equivalentes, tal vez, a 30 ó 40 millones de dólares. Casi podría pagarse en un año, a toda capacidad.
"Nosotros el libro ahora no lo vendemos tan barato, como aquellos de 20 centavos, por dos razones: una, porque no tenemos los recursos que teníamos entonces. Hoy calculamos el costo en divisa —no el costo de la amortización, digamos, de la imprenta ni mucho menos, sino el costo en papel y demás materiales de impresión, no contamos nada más— alrededor de 20 a 1 en pesos nacionales. Se subsidia el libro dentro de niveles soportables para la economía".

¿UN MUNDO SIN LIBROS?
Para el escritor argentino Jorge Luis Borges, si algunos no podrían imaginar un mundo sin árboles y otros un mundo sin agua, él, por su parte, no podría imaginar un mundo sin libros. Entretanto, Mario Vargas Llosa asegura que "una humanidad sin lecturas, no contaminada de literatura, se parecería mucho a una comunidad de tartamudos y de afásicos, aquejada de tremendos problemas de comunicación debido a lo vasto y rudimentario de su lenguaje".
A los libros debemos, en buena medida, la cultura y los principios que nos sostienen como nación. En ellos hemos encontrado el aire y el alimento que nos han hecho vivir. Por haber sido más cultos, hemos podido ser más libres, explica el dramaturgo cubano Miguel Terry Valdespino.
La imprenta llegó a estas tierras en 1720, unos 180 años después que a México, casi 140 después que a Perú, cuando ya había sido establecida en Guatemala, Paraguay y Brasil; La Habana fue la séptima ciudad de la América española que tuvo imprenta, y el primer impreso conocido se remonta a 1723. Sin embargo, el libro se niega a morir.
No importa que el teórico Mc Luhan le haya pronosticado el más humillante de los finales ante el avance de la tecnología. El libro ha sobrevivido. Si bien resulta innegable que no ha sido ajeno a una cierta sordidez, banalidad y comercialismo, ha continuado llamando a la puerta del hombre, en la mayoría de las ocasiones, como un auténtico soplo de libertad, de emancipación, de transparente virtud.
Emilio Roig de Leuchsenring, José Luciano Franco y otros escritores e investigadores relacionados con la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, organizaron ferias en 1937, para llevarle a cuantas manos fuera posible, primero en Malecón y la explanada de La Punta, y después en Paseo del Prado abajo.
Con la revolución cultural que vive hoy la Patria de Martí, nuevas ferias persisten en lo que aquellos grandes hombres procuraron. Más de 50 000 personas acceden al Parque Morro-Cabaña cada febrero, en busca de los textos de su preferencia.
Y como hace 50 años, del mismo modo que la Imprenta Nacional puso a disposición del pueblo títulos de valía universal, el Instituto Cubano del Libro sacó a la luz la colección 50 Aniversario de la Revolución, con motivo del medio siglo de esta, en ellos hay historia, poesía, cuento, narrativa, béisbol, testimonio…
La imprenta vuelve a acompañarnos, con su sonido —ahora más leve— de máquinas que cuecen y encuadernan sueños. Nos devuelve a cada instante a ese compañero de papel con olor a nuevo. Fabrica amigos por miles, amigos que llevan amor, memoria, fantasía, ciencia o aventuras… con solo pasar sus páginas.



Prensa Latina
http://www.cubarte. info/paginas/ actualidad/ noticia.php? id=58003
http://www.tribuna. co.cu/etiquetas/ 2009/marzo/ 28/que-bien- han-cabalgado. html
http://www.cubahora.cu

29.3.09

Escribir acerca de Bogotá


En el pasado, Bogotá era una ciudad muy pequeña comparada con las urbes europeas y norteamericanas


Por Gonzalo Mallarino F.*
La literatura es un asunto lingüístico, no geográfico.Cualquiera puede escribir sobre Bogotá, basta con que sepa mirar bien la ciudad. Su luz, sus seres, su olor, sus nubes, sus parques, sus plazas, sus dolores, sus oprobios, sus albricias...He descreído siempre de que Proust sea un escritor emblemático de lo parisino, o Joyce de lo dublinés, o Dickens de lo inglés victoriano, o Jorge Amado de lo brasileño. Que ellos y todos los demás escribieran sobre sus ciudades y países fue accidental. Sencillamente estaban ahí, vivían alli, o habían nacido en esos lugares y comarcas.
Yo he tratado de escribir acerca de mi ciudad yéndome al fondo de su escenografía. A sus hospitales, a sus mujeres quebrantadas, a sus arboledas por las que un viento de menta, pero también a sus barriales y a sus engaños y miserias. Y para eso, yo y todos los que escribimos sobre Bogotá estamos en la obligación de crear un lenguaje, un instrumento personal de expresión. Ese instrumento, ese ámbito lingüístico,tiene que ser nuevo, tiene que ser renovador, tiene que corresponder a la manera nueva de leer de los lectores.Hay que reconstruirles la ciudad valiéndose de su propio inconsciente, de sus propios recuerdos, de sus propias obsesiones, sin recurrir a enumeraciones gratuitas, a descripciones adocenadas, a adornos y estereotipos. El nuevo lenguaje puede lograr eso, debe lograrlo.
Pero también hay que recordar que pertenecemos a una tradición. Es decir, que antes de nosotros, ya otros intentaron hacer el ejercicio de recrear a Bogotá. Desde Rodríguez Freile, con El Carnero del siglo XVII,hasta, por ejemplo, Todo pasa pronto, una bella novela sobre la niñez en Bogotá publicada hace apenas unos días, en esos 400 años, digo, está nuestra memoria literaria, nuestra tradición. Ahí están Caro, Pombo, Vergara y Vergara, Silva, Rivas Groot, Soto Borda, Rueda Vargas, Caballero Calderón, Luis Vidales, Rogelio Echavarría, Mario Rivero.
En esta tarea hay que proceder con humildad, recibiendo en las manos tendidas la influencia, el relente que llega después de haber albergado lo leído en el inconsciente, durante muchos años. Pero hay que proceder también con cierta ambición inagural, buscando crear una forma nueva de narrar, de cantar; con una sintaxis personal, con una prosodía inédita, con una respiración íntima y singular.
En el pasado, Bogotá era una ciudad muy pequeña comparada con las urbes europeas y norteamericanas.En 1900 tendría apenas unos 200 mil habitantes; los más, gentes del pueblo: trabajadores, sirvientes, campesinos, operarios. Los menos, aristócratas, terratenientes, comerciantes, banqueros, que eran en verdad una minoría privilegiada. No había todavía lo que se llama propiamente una clase media. Lo que si había, y aún se advierte con claridad en estas épocas, era un desprecio por lo popular. Este es un rasgo de nuestra sociedad y de nuestra literatura. Lo del pueblo, lo perteneciente a la gente sencilla y pobre, siempre ha sido para las élites de mal gusto, de poco brillo, de poco valor.
A esto hay que agregar un segundo rasgo, originado en el secular amordazamiento de las mujeres, a quienes desde lo social, lo religioso y lo político las hicimos a un lado, las desterramos de la escena artística. Esto sucedió hasta bien entrado el siglo XX, pero aún hoy la literatura es demasiado genital, y no sólo en la evocación de lo amoroso y lo carnal. Véase con cuánta frecuencia nuestra literatura es basta, violenta, torpe,, "grandiosa" a la manera masculina, robando todo espacio a la verdadera sensibilidad, a la verdadera intimidad, incluso, en ocasiones, cuando es escrita por mujeres.
Y regresando al comienzo de estas notas, véase, para considerar sólo un aspecto de este problema, cuán poco le ha servido esto al lenguaje literario, a la construcción de un idioma escrito que tenía la pretensión de ser universal y perenne.

*Escritor de una trilogía sobre Bogotá de finales del siglo XIX y comienzos del XX, con las obras: Según la costumbre, Delante de ellas, y Adelaida y los otros. Acaba de publicar Santa Rita.

28.3.09

Hacia los tenebrosos manantiales



LA NOVELA MÁS INTENSA QUE HE leído en mi vida se llama Luz de Agosto, de William Faulkner.

Por: William Ospina

Al comienzo, una muchacha va recorriendo el sur de los Estados Unidos, persiguiendo al padre del hijo que crece en su vientre. La trama no parece tener que ver con ella, pero termina con esa misma muchacha, cuando sale del pueblo donde ha dado a luz a su hijo.

Faulkner tiene fama de ser un autor difícil. Y si juzgo por otros de sus libros tengo que admitir que es así. Pero Luz de Agosto, una novela abigarrada, tensa, bella y dolorosa, que salta sin cesar de la realidad exterior a las penumbras del alma, de la confusión de los hechos presentes a los laberintos del pasado, de los bosques de la realidad a los bosques de la memoria, es una novela que leí de un tirón, casi sin concederme tiempo para nada más. Y sus episodios y sus personajes siguen vivos en mi memoria.

Uno sólo recuerda con minuciosidad los hechos cuando la atención ha estado fija en ellos de un modo extraordinario. Accidentes, peleas, amores, conflictos históricos, conversaciones sorprendentes. De Luz de Agosto yo creo recordarlo casi todo: el viaje de Lena Grove en piadosas carretas por Alabama o Mississippi; su llegada a Jefferson, ese pueblo tendido junto a un bosque del que se alza una humareda que parece casual; la fuga del hombre anodino al que ella va buscando; la detallada historia del mulato Joe Christmas, a quien abominan por igual blancos y negros porque es símbolo de un pecado: el amor entre razas que se odian; la vida de un pastor retirado de su iglesia que pasa los días esperando algo indefinible; la historia del tímido Byron Bunch en los aserraderos, el hombre que siempre teme hacer daño a los otros.

Luz de Agosto tiene la densidad ineluctable de algunos sueños y de muchas pesadillas. Es una buena prueba de la habilidad del arte para ser más real que la realidad. Y es tan fuerte el recuerdo de esa lectura de hace veinte años, que logro recordar, por contagio, cómo eran mis días, qué pasaba en aquellas jornadas. Siempre me pregunté cómo vivía Faulkner cuando escribió la novela.

Años después tuve la oportunidad de conocer la ciudad de Oxford, cerca al delta del Mississippi. Allí visité la vieja casa de Faulkner y su tumba en un cementerio cercano. Recuerdo la inscripción en la lápida: “Amado, ve con Dios”, y allí supe que los jóvenes estudiantes de la Universidad suelen terminar sus fiestas nocturnas visitando la tumba y vertiendo sobre ella baratas botellas de whisky.

Porque Faulkner fue un gran bebedor. Cuando le contaron que había ganado el Premio Nobel, se encerró a beber por días enteros, no para celebrar sino para tratar de esquivar ese compromiso. Por supuesto que dijo que no podía ir a la ceremonia: Suecia quedaba demasiado lejos. Y por supuesto que fue un largo trabajo convencerlo de hacer ese viaje. Faulkner detestaba la vida pública. Suele recordarse que, probablemente como consecuencia de esa medalla nórdica, un día recibió una invitación para ir a comer a la Casa Blanca, con el presidente John Kennedy y su esposa Jacqueline. En su carta de negativa les dijo que agradecía la invitación, pero que estaba ya muy viejo para cenar con desconocidos.

Investigando un poco, me enteré de que Faulkner escribió Luz de Agosto en sólo tres o cuatro meses, en 1932, en las pausas que le dejaba el alcohol. Me sorprendió que una novela tan vigorosa y tan lúcida, llena de destellos de genialidad, tan persistente en la exploración de los misterios de la conducta, tan sostenida en el ritmo de su prosa y en la tensión de sus intrigas, no fuera fruto de una férrea disciplina sino de un estado mental cercano al desvarío. Concluí que Faulkner la había escrito bajo lo que llamaría Hölderlin “el desorden de un divino delirio”, y me sorprendió más aún la capacidad de penetración en los arcanos de la realidad que puede lograr un artista a punta de intuición, de vértigo, de inspiración y del “desorden de los sentidos” de que hablaba Rimbaud. Este había sido verdaderamente un vuelo en la oscuridad, un rapto de iluminación, un descenso a los maelstrom de la historia, una visita al oscuro demonio de los linchamientos y las guerras raciales, de la intolerancia religiosa y las repulsiones sociales, un remontar los ríos de la conducta hacia los tenebrosos manantiales.

Pero esta semana me llama de Cali mi amigo Édgard Collazos. Me cuenta que está leyendo un ensayo de un autor sajón sobre Luz de Agosto, y descubriendo las complejísimas fuentes literarias y mitológicas de la novela: todo lo que le debe la trama a los mitos griegos y a la tradición bíblica; cómo no parece haber en la novela una sola circunstancia casual, fruto de la mera experiencia personal de Faulkner o de su mera imaginación, sino que todo responde a hondas y densas tradiciones culturales. Al lado de esto que ahora nos revelan, la relación del Ulises de Joyce con la Odisea homérica no es más que una analogía tímida y un juego de simetrías.

Yo siempre estoy preparado para no creer en esos rastreos eruditos: los críticos suelen ver en las obras lo que sus autores no vieron jamás. Pero en cuanto empecé a escuchar las razones del ensayista, comprendí que aún estoy lleno de preguntas sobre esta novela, preguntas que mi propia lectura no me ha permitido responder.

La primera vez, uno puede disfrutar de Luz de Agosto como de una apasionante y turbulenta novela de aventuras. O como un sondeo profundo en el alma humana y en los misterios de la conducta. Pero es posible que muchos secretos de nuestra civilización estén condensados allí. Ya va siendo hora de empezar a leerla de nuevo.


elespectador.com

Borges y los patriotas literarios



Por: Juan Gabriel Vásquez

HACE UNAS SEMANAS, COMO LO recuerda todo el mundo, una diputada peronista tuvo la curiosa idea de repatriar los restos de Jorge Luis Borges, muerto en Ginebra en 1986, y así cumplir, como decían quienes la apoyaban, con las intenciones que Borges había tenido toda su vida.
Los patriotas literarios sacaron entonces declaraciones en las que Borges explicaba cuánto le gustaba el cementerio de La Recoleta, o recordaba que ahí estaban enterrados sus mayores. Para esta gente, por lo visto, la muerte de Borges en Ginebra fue poco más que un accidente, y aquí llegan entonces a traer a Borges a casa, que es lo que él quería. La iniciativa no prosperó, pero eso no quiere decir que no sea interesante.

Sabemos que Borges escogió morir en Ginebra. No se lo confesó a María Kodama, sin embargo, y fue sólo cuando llevaban unos días en la ciudad que le dijo la verdad: prefería no volver a Buenos Aires, lo sabía desde el comienzo del viaje, no se lo había dicho por miedo de que ella decidiera no viajar con él. El edificio donde murió tiene ahora una placa con un texto de Atlas: “De todas las ciudades del planeta, de las diversas e íntimas patrias que un hombre va buscando y mereciendo en el decurso de los viajes, Ginebra me parece la más propicia a la felicidad”. Las autoridades suizas le abrieron un espacio en el cementerio de Plainpalais, donde están enterrados Calvino y Jean Piaget. En Argentina, mientras tanto, llamaban a Borges “traidor a la patria”.

Y claro, el problema también es que la iniciativa patriótico-literaria haya venido precisamente del peronismo. Pues fue debido a los desencuentros entre el peronismo y Borges que un periódico pudo publicar, en 1946, un titular como éste: “Jorge Luis Borges, escritor que enorgullece a la Argentina, fue enviado a inspeccionar gallinas”. “Hace pocos días”, declaraba Borges, “me mandaron llamar para comunicarme que había sido trasladado de mi puesto de bibliotecario al de inspector de aves —léase gallináceas— a un mercado de la calle Córdoba. Aduje yo que sabía mucho menos de gallinas y de libros, y que si bien me deleitaba leyendo La serpiente emplumada, de Lawrence, de ello no debe sacarse la conclusión de que sepa de otras plumas o diferenciar la gallina de los huevos de oro de un gallo de riña. Se me respondió que no se trataba de idoneidad sino de una sanción por andarme haciendo el democrático ostentando mi firma en cuanta declaración salía por ahí. Comprendí, entonces, que se trataba de molestarme o de humillarme simplemente”.

No hablo de las posiciones políticas de Borges, se entiende. Pero siempre me han parecido irónicos estos oportunismos y siempre me ha sorprendido que actos de tanta demagogia o populismo barato —la repatriación de los restos de un escritor que era todo menos populista o demagógico— les parezcan útiles a los políticos. No es Borges el primer escritor despreciado por los gobiernos de su país (y por muchos de los ciudadanos, que nunca le han perdonado ciertas cosas) y luego víctima de desesperados intentos de apropiación, pero lo curioso es que se intenten apropiar de sus restos, no de sus libros. ¿O alguien piensa que la diputada leyó los poemas al Ródano, o esa maravilla de cuento ginebrino que es El otro, antes de salir con su propuesta imbécil? Yo, por mi parte, lo dudo mucho.



elespectador.com

23.3.09

Andrés Neuman gana el "Alfaguara"


El escritor Andrés Neuman ganó el lunes el Premio Alfaguara 2009 con su novela "El viajero del siglo", presentada con seudónimo, informó la editorial Alfaguara. Seguir leyendo el arículo
El jurado destacó "la ambición literaria y la calidad de una novela que recupera el aliento de la narrativa del siglo XIX, escrita con una visión actual y espléndidamente ambientada en la Alemania post-napoleónica", dijo la nota de prensa de la editorial.

"El viajero del siglo", una novela que propone volver a mirar el siglo XIX con la perspectiva del XXI, ha sido elegida entre un total de 523 manuscritos escritos en castellano procedentes de España y Latinoamérica.

Neuman, español, nació en Buenos Aires en 1977 y vive desde los 14 años en Granada, donde es profesor de literatura hispanoamericana.

Articulista de prensa, fue finalista del Premio Herralde con su primera novela "Bariloche".

El escritor y académico Luis Goytisolo presidió la XII edición del Premio Alfaguara, dotado con unos 133.306 euros y una escultura de Marín Chirino.

La primera edición del premio fue en 1998 y entre las obras galardonadas se incluyen "Son de mar" del español Manuel Vicent, de la que llego a hacerse una película homónima; "Delirio" de la colombiana Laura Restrepo, "Abril rojo" del peruano Santiago Roncagliolo (2006) o "Mira si yo te querré" del español Luis Leante (2007).

En 2008, el premio fue para el escritor cubano Antonio Orlando Rodríguez por su obra "Chiquita". Andrés Neuman hizo parte de los escritores del Bogotá 39: evento literario, en el marco de Bogotá Capital Mundial del Libro en el 2007, que eran 39 escritores representativos de Latinoámerica, menores de 39 años.




Reuters

Ratzinger en África



Por: Juan Gabriel Vásquez

EN SU AVIÓN EN VUELO, ANTES DE haber puesto el primer pie en África, el papa Ratzinger informó a los africanos y al mundo que los condones, al contrario de lo que sostienen quienes sí han hecho los experimentos y las investigaciones del caso, agravan el problema del sida. Así dijo: “Agravan el problema”.
No dijo por qué lo agravaban, qué relación directa había entre usar condón e infectarse de sida. Hubiera podido, por ejemplo, recordar al cardenal López Trujillo, presidente del Consejo Pontificio para la Familia, que en sus mejores días nos explicó que todos los condones se hacen secretamente con agujeros microscópicos que permiten el paso del sida. No, Ratzinger no tenía esta prueba científica a mano, tal vez porque en mala hora se le había muerto el tipo que la había encontrado (uno se imagina a López Trujillo mirando un condón con microscopio). Así que se tuvo que contentar con decir, al entrar en un continente con 33 millones de seropositivos, que usar condón es lo malo. ¿Y qué es lo bueno? ¿Qué deben hacer los africanos para evitar el contagio? El papa Ratzinger tiene la respuesta: hay que “humanizar la sexualidad con nuevos modos de comportamientos”. La solución pasa por la “renovación espiritual y humana del sentido de la sexualidad”.

No voy a hablar otra vez de la sincera curiosidad que me causa escuchar reglas sobre sexualidad de un hombre que ha renunciado a ella. No voy a preguntar por qué habría de importar lo que piense de la familia, el aborto y el sexo un hombre que no tiene sexo, que nunca sabrá lo que es un aborto y que ha renunciado a la responsabilidad de una familia. Supongo que tendrá gente que le informa. Le hablarán, por ejemplo, del cura brasileño que, ante el aborto de una niña de nueve años violada por su padrastro y embarazada de alto riesgo, excomulga a la niña, a su madre y al médico que hizo el aborto, pero al violador lo deja tranquilo. Le hablarán del cura español que, después de haber violado a una inválida en su parroquia y ser condenado, recibió el apoyo de la Diócesis de Barcelona y pudo seguir dando clase de religión, lo que le sirvió de paso para abusar sexualmente de cuatro alumnas. Así que Ratzinger no sabe nada de aborto ni de sexo, pero tiene gente en el mundo que puede pasarle un par de datos. Que no se diga que la Iglesia vive de espaldas a la realidad.

Entre el dogma y la vida de la gente, el papa Ratzinger escoge el dogma. La gente se muere, claro, pero eso no es lo importante: hace unos años el cardenal Wamala de Uganda decía que una mujer que muere de sida por no usar condón en el matrimonio debería considerarse mártir de la Iglesia. El nivel de estupidez moral, de ignorancia científica y de irresponsabilidad social que ha demostrado este papa se comienza a parecer demasiado a la negligencia criminal, y a muchos nos queda cada vez más difícil no considerar que la Iglesia católica es cómplice o responsable subsidiaria de los millones de muertos de sida que se contarán en África en los próximos años. El cura brasileño decía que excomulgaba a la niñita porque la gente tiene que tener miedo de la ley de Dios. Yo espero que esa niñita brasileña, humillada en público por la Iglesia, comience, igual que África entera, a tener miedo de lo que es verdaderamente temible: los curas y su organización criminal.


elespectador.com

22.3.09

Pessoa: A y no A



Por: Héctor Abad Faciolince
UNO DE LOS PRINCIPIOS FUNDAmentales de la lógica es el de no contradicción. Este dice que no se dan al mismo tiempo A y no A. Una vaca no puede estar al mismo tiempo horra y preñada.
O está preñada o no está preñada. John Allen Paulos cuenta de un rabino muy sabio al que sus alumnos lo emborracharon para probarlo. Caído de la rasca lo llevaron al cementerio y lo acostaron en una cripta vacía. Al despertarse, el rabino hizo el siguiente razonamiento: “O estoy vivo, o no. Si estoy vivo ¿qué estoy haciendo aquí? Y si estoy muerto ¿entonces por qué tengo tantas ganas de hacer pipí?”.

La vida y la obra de Fernando Pessoa son un permanente desafío a la lógica formal. De alguna manera en la mente de los hombres, y especialmente en el cerebro de un hombre que albergaba multitudes, el principio de no contradicción no siempre se cumple. Pessoa, por ejemplo, es ateo y no es ateo a la vez, es anarquista y autoritario, casto y lúbrico, y contemporáneamente apoya y maldice la dictadura de Salazar. Como si uno se declarara uribista y antiuribista al mismo tiempo.

Cuando se empieza a escribir sobre Pessoa, las mismas matemáticas no parecen normales porque, en su mundo, uno es igual a cuatro. Su biógrafo más agudo, Richard Zenith, empieza su estudio sobre este escritor de la siguiente forma: “Los cuatro mayores poetas portugueses del siglo XX son Fernando Pessoa”.

Es verdad, los cuatro mayores poetas portugueses del siglo pasado se llaman Ricardo Reis, Alvaro de Campos, Alberto Caeiro y Fernando Pessoa. Cada uno tiene su propio estilo, su propia ideología, muchas veces no están de acuerdo entre ellos y publicaron parte de su obra en revistas que no se llevaban muy bien entre sí. Todos nacieron en distintos sitios, en un año, un día y a una hora determinada. De cada uno de ellos Pessoa hizo una detallada carta astral, que indicaba sus dolencias y predisposiciones. Ricardo Reis, incluso, por pronósticos del horóscopo, murió seis años después de la muerte de Pessoa; pero todos vivían en su cabeza, eran su propia creación, y son lo que ha venido a conocerse como sus heterónimos. La mayor parte de la obra de todos ellos, incluyendo la de Pessoa, es póstuma.

Como cada cual tiene una personalidad y una poética tan definida, puede ocurrir que a los lectores les guste un poeta y detesten a otro. A mí, por ejemplo, Alvaro de Campos me interesa muy poco, pero amo la poesía de Alberto Caeiro sobre todas las cosas.

En la mente y en la pluma de Pessoa cualquier teoría podía demostrarse. Hay estrategias retóricas y lógicas para demostrar A y lo contrario de A. Se puede ser católico y anticatólico a la vez, como él lo era. En un ejemplo actual, sería posible defender y atacar, con argumentos convincentes y parejamente buenos, el uso y el no uso del condón para combatir el sida.

La mente siempre activa y viva de Pessoa, tan poco complaciente, en batalla perpetua consigo mismo, podía convencerse de A y de no A al mismo tiempo. Sólo las bestias y los imbéciles no dudan ni cambian nunca de opinión. Pessoa en cambio era capaz de demostrar que los mayores anarquistas de este mundo son los banqueros. En su cuento más célebre, El banquero anarquista, entre veras y burlas lo demuestra. Ahora que el mundo se sumerge en el caos económico gracias a las burbujas de la banca, vemos que tenía, o que podía tener razón. Un gran escritor, como Shakespeare o Pessoa, no es uno, es muchos, es múltiple, es hombre y es mujer, es todos.

Cortázar y sus lecciones de libertad



Por: Tomas Eloy Martínez
EL 12 DE FEBRERO DE 1984, UN DOMINgo de hace 25 años, Julio Cortázar murió en el hospital St. Lazare, en París. Un mes antes había atravesado por última vez la puerta de la casa de la rue Martel, donde se refugió tras la pérdida de Carol Dunlop, el gran amor de su vida.
En diciembre había regresado a Buenos Aires para celebrar en las calles la reconquista de la democracia. Pidió una audiencia con el presidente Raúl Alfonsín, pero regresó a París después de esperar en vano una respuesta.

Más de una vez hablé del tema con Aurora Bernárdez, su primera y devota esposa, a quien el escritor confió el cuidado de su obra. Aurora, que lo conoció como nadie y estuvo junto a su cama en los días finales, recibió por terceros una explicación del incidente, según la cual nadie le avisó a Alfonsín que Julio quería verlo.

Un literato notorio habría sugerido a los asesores que el presidente no lo recibiera, porque la figura de Cortázar, demasiado identificada con los movimientos revolucionarios de Cuba y de Nicaragua, irritaría a los militares que aún no se habían retirado por completo.

Aurora supone que debió de ser así y desliza el nombre de alguien que, según ella, jamás le perdonó a Julio el lugar de privilegio que ocupaba junto a otros grandes como los escritores Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez.

Cortázar nunca se repuso de esa herida. Sabía que no iba a regresar, que la leucemia le dejaba pocas incertidumbres sobre la proximidad de la muerte. Se llevó, al menos, el cariño de los jóvenes que lo reconocieron por la calle, los recuerdos de un par de jueves de ronda con las Madres de Plaza de Mayo, los aplausos que lo hicieron llorar en una función de Teatro Abierto.

Por medio de un amigo dejó un mensaje al presidente de la democracia recuperada: “Ojalá que todo le salga bien”.

Se dirigía a Alfonsín pero también a su país. Porque, como siempre creyó, su país era la Argentina: “Mis lectores me consideran un escritor argentino, incluso muy argentino”, le dijo a Luis Harss en la entrevista que se incluye en Los nuestros, el libro que dio forma al boom. “Creo que ser argentino es participar en una serie de valores y desvalores, en los planos más diversos, en asumirlos o rechazarlos, en entrar en el juego o tirar la pelota afuera”.

A fines de 2006, Aurora encontró en la vieja casa de Grenelle, donde ambos vivieron durante más de dos décadas, cinco cajones repletos de papeles inéditos. La editorial Alfaguara ha desatado un revuelo al anunciar que los publicará a comienzos de mayo en un solo volumen de 400 páginas.

Entre esos manuscritos hay una entrevista a sí mismo en la que Cortázar se refiere a su identidad. Al dictador Roberto Viola le habían pedido una opinión sobre argentinos exiliados a los que él consideraba enemigos del país, agentes de la subversión y otros cargos por el estilo.

Cuando se mencionó el nombre de Cortázar, Viola fingió sorpresa: “Que yo sepa”, dijo, “ese señor es francés y no tiene nada que ver con nosotros”.

Luego de 30 años de vivir en París y de dos rechazos a su petición de ciudadanía, el gobierno socialista de François Mitterrand al fin le había concedido a Cortázar la doble nacionalidad, para ahorrarle nuevos trastornos burocráticos.

Cortázar se sintió en la necesidad de distinguir entre “lo que va del patriotismo legítimo al nacionalismo de consignas y arengas”.

En la entrevista declaró que el pasaporte francés lo hacía sentir más argentino y más latinoamericano que nunca, puesto que lo proveía “de nuevos medios y de nuevas fuerzas para seguir luchando contra los regímenes que infaman el Cono Sur”.

Cortázar había escrito en París una decena de libros en castellano dedicados al público de Argentina y de América Latina. Que eso importara menos que un documento de tapas azules le parecía pura lógica de cuartel.

“Sé dónde tengo el corazón”, escribió, “y por quiénes late”.

Siempre lo había sabido, o acaso sea más justo decir que lo descubrió en su lenguaje al pasar de Los reyes (1949), poema dramático muy torre de marfil y muy laberinto griego, a los cuentos de los tres libros siguientes, Bestiario (1951), Final de juego (1956) y Las armas secretas (1959).

Quizás importe precisar que, en ese tránsito, se graduó de traductor y se mudó a París, donde tomó conciencia de su argentinidad esencial. La amistad con Fuentes y Mario Vargas Llosa le permitió entender que las raíces de su país estaban en América Latina, décadas antes de que la crisis económica le revelara a la Argentina que su realidad se parecía más a las realidades mestizas del continente al que pertenecía que a las de la Europa que la había educado.

Estaba a un paso de cumplir medio siglo cuando publicó Rayuela. En los Papeles inesperados de Alfaguara se incluye una evocación que hizo 10 años más tarde, en la que declara su asombro porque los personajes individualistas de su novela, absortos en búsquedas metafísicas, hubieran sido capaces de atraer a una generación que soñaba con cambiar el mundo, no para ellos sino para todos.

“Mientras los ‘viejos’, los lectores lógicos de ese libro, escogían quedarse al margen, los jóvenes y Rayuela entraron en una especie de combate amoroso, de amarga pugna fraterna y rencorosa al mismo tiempo, e hicieron otro libro de ese libro que no les había estado conscientemente destinado”, dijo.

Los Papeles inesperados rescatan tres nuevas historias de cronopios, famas y esperanzas y un capítulo omitido de Libro de Manuel (1973), junto con reflexiones sobre su obra y sobre la política de aquellos años, desventuras de su alter ego Lucas en lucha con las erratas, y hasta un juvenil Discurso del Día de la Independencia que su madre guardó desde 1938.

Esas ráfagas del más puro Cortázar coinciden con los homenajes que le tributa su ciudad, Buenos Aires, a la que dedicó una maravillosa elegía sobre los paisajes perdidos para siempre: “las lecherías abiertas en la madrugada”, “el superpullman del Luna Park”, “la fealdad de Plaza Once”, el reloj de la torre de Retiro, “los olores de la platea del Colón”, las aceras mojadas de la calle Corrientes.

Si Jorge Luis Borges dejó en la literatura argentina el lujo de una escritura inteligente en la que cabía el universo, Cortázar enseñó a trastrocar todos los órdenes del lenguaje y a recuperar el desdeñado acento latinoamericano.

Rayuela fue, en muchos sentidos, la cifra de generaciones. Es una felicidad rebelarse contra el mandato que Cortázar inscribe en el Tablero de Direcciones de la primera página y releer la novela en desorden, abriéndola en cualquier parte. El autor no se habría quejado de esa desobediencia, porque estaba a favor de todas.

En la Argentina, y me consta que también en otras partes, Cortázar fue el resumen de su época. Los 1960 y las décadas que siguieron le deben la libertad para hablar de sexo, criticar las costumbres pequeño burguesas, quitarles el almidón a las palabras y a las cosas.

Libertad era su consigna, el santo y seña de su generosa vida. Y porque la aspiración de ser libre está en el aliento de la especie humana, la obra de Cortázar se sigue leyendo con pasión, a 25 años de su muerte, como si todavía estuviera escribiéndola.



Novelista y periodista argentino.c.2009 Tomás Eloy Martínez

18.3.09

Literatura rápida



Literatura rápida
El cuento o el relato de Rudolf Hommes en El Malpensante me parece que está en perfecto acuerdo con eso que llaman allá en la dirección de la revista, literatura rápida.

polvo que le echó don Serafín a la muchacha. Nada se mueve y no se
dicen nada. La literatura rápida no debe recordar la poesía ni de
lejos, debe adolecer de una absoluta ausencia de gracia en la sintaxis
y la adjetivación. Si es así, el cuento de Hommes debe adscribirse a la
nueva tendencia.

El arte contra el arte. Pero tal vez soy persona de
otro tiempo y de otros gustos que cuando lee algo, espera además del
cuento a echar, y que es siempre lo de menos, me deslumbre con la
prosa. Con la ondulación de la prosa, y el color de las palabras, y el
olor, porque las palabras también huelen. De algún modo, el cuento de
Don Serafín me recuerda otro que publicaron en El Malpensante hace días
sobre unos pájaros. Por lo menos en el ambiente de hojarascas. Y
también me recuerda el que vio la luz ahí hace años sobre carreras de
automóviles, y que no terminé de leer. El relato, o el cuento, de
Hommes, ha sido considerado por algunos reseñistas despistados de la
radio, según oí o me pareció oír como literatura erótica.

No sé si
puede llamarse literatura en último término, pero lo de erótico me
parece una exageración flagrante. Todo se reduce al relato desangelado
de una antropóloga alocada del equipo de Alfredo Molano que me parece
conocer. Y si tiene una gracia, es, en todo caso, que en medio de la
enorme tergiversación de todas las cosas, García Márquez nunca será
ministro de Economía, para bien de la economía.

Creo que Hommes, que a
veces sabe ser irónico, se burla de un montón de cosas ahí, incluidas
las personas que dirigen El Malpensante, y la academia, contando los
antropólogos de los Andes, y los guerrillos de la clase media. Y para
ponerse a salvo se fue a pasar vacaciones a Alemania. Y digo estas
cosas, mal adulador que soy, para que pueda estar seguro del cariño que
le tengo, desde que él tenía aquella librería en La Macarena y yo
dirigía el Café de los Poetas, lleno de antropólogas de esas y de
Serafines de esos, que ni mueven nada ni se dicen nada cuando tiran y
que bien considerados, resultan desdibujados, y considerados mal
parecen literatura rápida de El Malpensante. En términos económicos, el
cuento de Don Serafín me parece un despilfarro y el lector queda en
desventaja en la balanza de pagos, cualquier cosa que eso quiera decir.



Eduardo Escobar
Cromos.com.co
para leer el cuento Don Serafin seguir a elmalpensante.com

13.3.09

El cristianismo reaccionario



En una larga charla con Ñ, el influyente crítico norteamericano habló del concepto cristiano individualista de su país, que dio lugar a su libro "La religión americana", que acaba de aparecer aquí. De esa "americana" percepción de Cristo provienen iglesias evangélicas típicamente yanquis, señala. Por otra parte, hace en este reportaje un paralelo entre la religión y la literatura, su "zona sagrada".


Por: Andres Hax

Imagínense un niño de nueve años en el barrio del Bronx, Nueva York, en el año 1939. Sus padres, inmigrantes rusos-ortodoxos judíos, sólo hablan yidis. Es el mismo año que termina la Guerra Civil Española y el mismo año de la mitológica Feria Mundial en Nueva York; es el año en que Billy Holiday graba "Strange Fruit" sobre los linchamientos de negros en el sur de los Estados Unidos y el año en que Albert Einstein escribe una carta al presidente de los Estados Unidos explicándole las posibilidades de desarrollar una bomba atómica usando uranio (lo que dará comienzo, años después, al Manhattan Project, el proyecto secreto que crearía las bombas que incineraron las ciudades y los ciudadanos de Hiroshima y Nagasaki); es el año en el que se estrena la película Lo que el viento se llevó y es el año en que Hitler y sus tormentosos ejércitos invaden Polonia inaugurando la Segunda Guerra Mundial.

Pero nada de esto está en la mente del chico de nueve años que aprendió a hablar inglés solo, por su cuenta. Es que el chico esta iluminado. Entró en la Biblioteca Pública de Nueva York y ángeles o demiurgos lo llevaron a buscar un delgado tomo de poemas del poeta americano Hart Crane titulado White Buildings, o "Edificios blancos", publicado en 1926. (Crane se suicidó sólo siete años antes, con sólo 32 años, tirándose al Golfo de México desde la nave S.S. Orizaba que lo llevaba de México a Nueva York). Los poemas del libro son breves, densos, alucinatoriamente metafóricos, literalmente incompresibles. Sólo se pueden entender a nivel simbólico, como si fueran oraciones herméticas murmuradas en un trance. Y por un extraño milagro de comprensión entre almas, este niño de nueve años entendió los poemas de un alcohólico violento, homosexual atormentado, visionario y poeta maldito, como si le estuviera hablando en palabras llanas sobre un placentero día de verano en la playa. El niño de nueve años sacó prestado el tomo tantas veces que al fin su hermana mayor le terminó regalando un ejemplar. De Crane, el niño precoz pasó a William Blake, de William Blake a Milton. Y después a Shakespeare y a los poetas románticos ingleses. Y así sucesivamente; no solamente leyéndolos sino grabándolos en su memoria fotográfica como un pequeño memorioso Funes. Hoy el hombre que fue ese niño está por cumplir 79 años y parece que se ha leído toda la literatura que existe en el mundo. Aún tiene el tomo de White Buildings que le regaló su hermana. Es su posesión más atesorada. Y sigue leyendo los poemas de Crane con el mismo asombro y reverencia con el que lo leyó hace setenta años. Ese niño es Harold Bloom.

Ahora el titánico crítico literario de la universidad de Yale (seguramente el único crítico literario best-seller en el mundo) vuelve a las librerías de la Argentina con un largo ensayo titulado La religión americana que él mismo define como una "crítica de la religión." Allí analiza los credos religiosos que se originaron en los Estados Unidos: el pentacostalismo, el mormonismo, el adventismo del Séptimo Día; los Testigos de Jehová, los babtistas y fundamentalistas del sur y la espiritualidad afroamericana.

En realidad, es un reedición de un libro publicado en 1992. En su momento fue casi completamente ignorado, aunque Bloom mismo afirma que ha tenido una robusta vida "clandestina". ¿Por qué, entonces, se reedita este volumen tan anacrónico dentro de la obra del iracundo y prolífico profesor de letras? Tal vez el 92 no fue un buen año para pensar en cuán bizarra y fundamentalista es la vida espiritual de los estadounidenses. El país estaba en la antesala de la presidencia de Bill Clinton y del boom de prosperidad y optimismo tecnológico que inauguró la apertura de Internet al público masivo. No había guerra, no había miseria. Tal vez Dios era un poco innecesario. Pero ahora, tras ocho años en los que un presidente que contestó en su primer debate electoral que su filósofo preferido era Jesucristo; después que ese mismo hombre lideró una macabra y aparentemente interminable guerra cuasi religiosa matando a cientos de miles de humanos y polarizando el mundo entre los cristianos y los musulmanes; después de hundir financieramente al país más próspero desde el Imperio Romano; después de que las últimas elecciónes presidenciales tuvieron una candidata a la vicepresidencia que cuestionaba a Darwin y que creía que los hombres y los dinosaurios caminaban sobre la faz de la tierra en el mismo momento, el libro conciso y aparentemente inofensivo de Bloom cobra un nuevo valor. Es una clave indispensable para entender un país donde –según una encuesta de Gallup– 9 de 10 personas creen tener una relación personal con Dios y ser queridos por El.


En la soledad del Padre

En La religión americana, Bloom afirma que la libertad para los estadounidenses (o los americanos, como dicen ellos, desconociendo el Sur) "significa estar a solas con Dios o con Jesús, el Dios americano o el Cristo americano". Tras aclarar esta afirmación un tanto enigmática, Bloom completa y remata aquella idea: "En la práctica, ningún americano se siente libre si no está solo, y ningún americano reconoce, en la última instancia, formar parte de la naturaleza".

Para Bloom la distancia entre religión y literatura es casi nula. Ha escrito: "Una gran cantidad de americanos que piensan que adoran a Dios en realidad adoran tres grandes figuras literarias: el Yahweh del Viejo Testamento, el Jesús del Evangelio según Marcos y al Allah del Koran". Por otro lado, la literatura secular para Bloom es el único verdadero camino hacia la sabiduría y el acto de leer es algo tan sagrado y trascendental como la oración.

El profesor Bloom atendió a la revista Ñ por teléfono desde su casa en New Haven, Connecticut, donde ha sido profesor de la Universidad de Yale por los últimos 55 años. Es cortés, pero se le escucha profundamente cansado. Su devoción por la literatura es contagiosa pero su visión del mundo es casi nihilista. Tiene una tierna costumbre de dirigirse a su interlocutor como querido, o en inglés, my dear.

¿Usted piensa que el origen de la literatura y el origen de la religión están en el mismo lugar?

Es una pregunta brillante y casi imposible de contestar, como probablemente sabes. La respuesta es sí y no. O no y sí. O un poco sí. O casi. Claramente las dos divergen. Karl Marx dijo que la religión es el opio del pueblo pero en el caso de los Estados Unidos también es la poesía del pueblo. Sobre si esto es cierto para Argentina o para otros países, no soy capaz de opinar. Siempre he sido un alumno de la literatura romántica-alta ("high romantic literature"). Shakespeare y Cervantes son los grandes fundadores de este movimiento que llega hasta la literatura de nuestros días. Siempre he creído, junto con William Blake, que toda religión es una manera de elegir formas de devoción desde relatos poéticos. Desde un punto de vista empírico, yo afirmaría lo mismo.

¿Y hay vínculos importantes entre la "religión americana" y su literatura?

Claramente hay afinidades entre la literatura americana y lo que yo llamo la religión americana. Su teólogo –su visionario, por decirlo así– aparece una generación después de lo que yo marco como el comienzo de la Religión americana (el Cane Ridge Revival de 1801), en la figura de Ralph Waldo Emerson. Emerson, el ensayista, el vidente, el visionario, también es el origen de lo que es distintivamente americano en la literatura de nuestro país. Pero por un lado diría que el gran escritor americano, más allá que cualquier otro, es Walt Whitman. El es el poeta nacional y la respuesta épica de todo el Nuevo Mundo. El Nuevo Mundo español, el Nuevo Mundo portugués, el Nuevo Mundo francés, el Nuevo Mundo anglo-americano. Whitman es nuestra respuesta al Viejo Mundo y creo que Whitman es el bardo supremo de la religión americana. Y creo que él entendía esto. Su intención era que Hojas de hierba fuera la nueva Biblia americana y que reemplazara al Testamento en la versión del Rey James. Obviamente esto no ha sucedido salvo en un grupo de seres esotéricos y altamente cultos. En fin. Es muy difícil responder tu pregunta.

Sin embargo me imagino que las obras de Walt Whitman serían muy ofensivas para gente religiosa en los EE.UU. dada su homosexualidad, su visión de la libertad individual, su búsqueda de la experiencia pura...

Whitman nunca ha sido aceptado por ninguna de las variedades de nuestra religión: los mormones, los pentacostalistas, los adventistas, los baptistas, los cristianos científicos, los absolutamente dementes Testigos de Jehová... Los espiritualistas africanoamericanos, en modo alguno le han tenido simpatía. No. Whitman está solo. Es un profeta solitario. Pero es el escritor americano que se mete en el mundo entero. Whitman siempre te sorprende. Se infiltra dentro de ti. Es contagioso.

Aunque no es tan evidentemente místico como Blake, ¿piensa que tuvo una visión cósmica y una visión de una vida más allá de la vida carnal del individuo?

Evidentemente tuvo una visión cósmica. En parte formada por amigos de él como el psicólogo canadiense Richard Maurice Bucke que escribió sobre lo que él llamaba Consciencia Cósmica. Pero Whitman no es William Butler Yeats. No es un ocultista.

¿Es correcto decir que Whitman en cierto modo es un ingenuo? ¿O que es un escritor más bien instintivo y no analítico?

Depende. William Blake hace una distinción entre lo que llama "inocencia desorganizada" e "inocencia organizada". Y Whitman es un ejemplo de inocencia organizada. El sabe lo que está haciendo. Cualquier naivete, cuando ocurre, es bien deliberada.

Sé que al escribir "La religión americana" no tuvo intenciones de hacer análisis político. Pero, ¿el libro puede ayudar a comprender cómo funciona la política en los EE.UU.?

Nunca fue un libro político, sin embargo es imposible dentro de los Estados Unidos separar la política de la religión. Durante toda su historia se han mezclado. Y la religión americana ha sido peculiarmente comprometida con la política. Ahora mismo estamos en un momento muy extraño. Yo recuerdo que el libro era muy melancólico y profetizaba que nunca jamás volveríamos a tener un presidente o un congreso del Partido Demócrata porque la religión americana se pone, por naturaleza, al lado del Partido Republicano. Lo que no tuve en cuenta fue la estupidez republicana debajo de un hombre que yo sigo llamando Benito Bush.

Yo lo llamo "Jorge".

Bueno, yo le digo Benito. El esta en Dallas ahora. Creo que Obama no habría ganado las elecciones si no hubiera sido por la caída de Lehman Brothers (nota del ed.:La casa de inversiones que fue a bancarrota el 15 de setiembre provocando uno de los desmadres financieros más grandes de los Estados Unidos). De golpe, todo el país se dio cuenta que estábamos dentro de una recesión económica masiva gracias a las políticas de los republicanos y de Bush. Y se puso en evidencia, cada día que pasaba, que McCain y los republicanos no tenían una respuesta a este problema.

¿Entonces no ve la presidencia de Obama como una redefinición histórica del pasado racista de los Estados Unidos?

My dear. No es presidente porque ha habido un cambio de paradigma en la vida americana. O porque la religión americana ha perdido sus facetas más duras o dementes. Es presidente porque la política de Bush de sólo cobrarles impuestos a la clase baja y la clase media y dejar que los ricos sigan enriqueciéndose en detrimento de todos los demás, fracasó. Ahora la economía está en ruinas y se está colapsando a una gran velocidad. Mis amigos economistas, acá en Yale y en Nueva York, en quienes tengo una gran confianza, pronostican una catástrofe total. Ven que se viene 1929 de nuevo, haga lo que haga Obama. Por supuesto espero que estén equivocados. Pero si tienen razón, estamos en serios problemas.

Usted tiene una visión muy pesimista sobre el mundo secular y político. Pero esto se contrasta con la gran alegría que le provoca la literatura y la exuberancia con la cual escribe sobre ella.

Lo mejor de la cultura americana siempre ha sido su literatura. En términos de las grandes artes, la pintura americana, por ejemplo, no es gran cosa si lo comparás con la tradición de la pintura europea. Dentro de la música el jazz –Louis Armstrong, Charlie Parker, Charles Mingus, Miles Davis– toda la tradición del jazz americano, es una contribución al arte del mundo. Pero de todas las artes nuestra literatura es la más fuerte. Y la literatura americana es, antes que nada, Walt Whitman y la tradición que él creó. Entonces, para contestarte, uno puede exaltarse por la literatura americana, que aún está sana y salva; uno puede estar exultante también con el jazz americano –salvo que ha perdido su audiencia frente al horror del hip hop que ha degenerado la imaginación musical afro-americana...

Volviendo al libro: ¿qué lugar ocupa dentro de su obra completa?

Este nunca fue uno de mis libros populares. Ha viajado por todo el mundo, ha encontrado lectores en muchos lugares... Pero otros libros míos que influyeron en el estudio de la literatura, como La angustia de la influencia o Cábala y crítica, son mucho más conocidos que este libro. Y, por supuesto, los libros populares que comencé a escribir deliberadamente en los años 90 como El canon occidental y Shakespeare: la invención de lo humano, Cómo leer y por qué, Genios; estos libros han conseguido una audiencia de millones de lectores, hasta en los Estados Unidos. La religión americana es un libro que ha sido casi completamente mal entendido por el público americano. Realmente no entendieron lo que quería decir. Aunque tengo que decir que los historiadores de la religión en cual confío –como el sociólogo Robert Bellah, Kenneth Woodward, Wayne Edward Oates, Martin Marty más que ningún otro–, todos ellos han comprendido exactamente lo que estaba haciendo.

¿Y ahora que se reedita, qué espera para el libro?

Bueno, aquí fue editado por mis agentes literarios Glen Hartley y Lynn Chu como el primer –y tal vez único– libro de un nuevo sello editorial. Porque el mundo de los libros, en todo el mundo, pero particularmente en los Estados Unidos, está en graves problemas dado el gran desorden económico. No creo que la era del libro esté llegando a su fin, pero sí creo que el libro está frente a tiempos bien, bien duros. Pero este libro, La religión americana, es una advertencia. Es difícil decir lo que pienso que pueda hacer el libro, my dear. No puedo pronunciar profecías sobre qué pasará en los Estados Unidos. Lo más deprimente de las últimas elecciones fue el fenómeno de Sarah Palin. En este momento te doy una profecía triste: espero que no sea cierto pero podría pasar perfectamente que si Obama no puede frenar el derrumbe económico, en las próximas elecciones el candidato de los neo-fascistas sea Sara Palin. Si ella gana, entonces no sé lo que podría pasarle a los Estados Unidos. Allí podrías ver el fin de la democracia americana.

¿Se podría decir que la "religión americana" es, en fin, una lectura errónea de la Biblia?

Iría más lejos que eso. Yo soy un especialista en lo que yo llamo malas-lecturas fuertes (strong misreadings) que desarrollé en La angustia de la influencia y El mapa de las malas lecturas. Entonces iría más lejos. La religión americana, aun cuando se enmascara como la cristiandad, no tiene ninguna relación con el cristianismo europeo y medio oriental histórico, teológico y certificado. No tiene ninguna relación en absoluto. No es una variedad del protestantismo o del catolicismo o del catolicismo ortodoxo.

Y sin embargo Jesús es el emblema para todas las religiones americanas.

¡Ah sí! Pero este es el Jesús americano. No es el Jesús judío, o el Jesús de San Pedro; no es el Jesús del Mundo Antiguo, no es el Jesús de la tradición cristiana. Este es el Jesús americano. Cuando yo estaba escribiendo este libro viajaba por todo el país –cuando lo estaba investigando y escribiendo era un hombre relativamente joven– y se publicó, originalmente en 1992 después de muchos años de trabajo...

Entonces hizo un trabajo de campo...

Sí. El trabajo de campo sucedió a lo largo de la década de los 80. Lo combiné con giras de charlas literarias. Siempre aceptaba invitaciones que venían del sur y del sudoeste de los Estados Unidos. O de las partes más rudas del oeste americano, porque quería entender de verdad sobre qué escribía. Fui a iglesias bautistas sureñas; fui a todo tipo de iglesias afro-americanas; fui a iglesias pentacontalistas. No pude ir a misas de los mormones porque no te dejan. Pero estuve mucho tiempo en Salt Lake City donde era el invitado oficial de la Iglesia de los Santos de los Ultimos Días. En fin, pasé mucho tiempo intentando desarrollar una simpatía imaginativa con estas religiones y creo que pude hacerlo.

¿Piensa que este libro podría ser ofensivo para alguna de las iglesias? O sea, si las iglesias de la religión americana fueran tan sensibles como el islam ¿le pondrían una "fatua" como a Salman Rushdie?

(Largo silencio) –La gran esperanza para los Estados Unidos es que la religión americana está fragmentada como un caleidoscopio o como un gran diamante que ha sido desmenuzado en cientos de pedazos. No hay una organización central y, además, no se caen bien entre ellos. Los fundamentalistas fascistas odian a los mormones, quienes por su lado odian a los pentacostalistas. Y así sigue, los Testigos de Jehová están totalmente dementes.

Allí esta la salvación para el país, entonces.

Sí. Bueno. De todas maneras yo soy una paria, pero en el campo académico. Desde 1968, con lo de políticamente correcto, he tenido una experiencia borgiana (él mismo me dijo una vez que me tenía simpatía en ese sentido). Desde 1968 hasta ahora yo he estado peleando en un tremendo conflicto guerrillero contra lo que ha pasado con el estudio de la literatura en las universidades de este país.

¿Esa lucha en qué consiste?

Es una lucha solitaria contra la idea de que se tiene que valorar a la literatura sobre la base de la orientación sexual, o sobre la base de los orígenes étnicos, o sobre la base de la pigmentación de la piel o sobre la base de las ideas políticas de cualquier índole. Yo he sido condenado al ostracismo como racista y sexista y hasta como conservador, lo cual es hilarante porque soy cualquier cosa menos un conservador, ya sea en términos religiosos o literarios. Al contrario. He sido la figura principal en canonizar los principales escritores americanos en poesía, desde Wallace Stevens hasta John Ashbery; o de poetas más jóvenes de hoy como Henri Cole o Rosanna Warren y Anne Carson. He sido una figura principal en establecer la reputación de Faulkner y también en resaltar a Philip Roth, Don Delillo y Cormac McCarthy. Thomas Pynchon, etcétera. Entonces es ridículo considerarme como un conservador cultural.

Pero sí represento tres cosas. Y eso me ha costado ser excluido por la academia, aunque sigo enseñando en Yale donde me he convertido en una institución dentro de la institución. Soy como una universidad de un solo hombre dentro de la universidad. Enseño mis propias materias pero no estoy afiliado con ninguna cátedra. Y ya son 55 años. Pero lo hago como un disidente. Pero volvamos a la religión. Tenemos que concluir esta entrevista pronto porque el año pasado me caí y me rompí la espalda y tengo que subir al segundo piso a hacer mis ejercicios. Lo que quería decir es que no paro nunca de enseñar. Espero que pongas eso en cualquier cosa que lleges a escribir sobre esta charla.

¿Y enseñar es tan placentero e importante para usted como la lectura y escribir?

Oh sí. Es fundamental. Es toda mi vida. Soy un escritor y soy un lector pero para mí la actividad más vital de mi vida es enseñar.

¿Siente que sus enseñanzas sobrevivirán en lo que escribió?

Espero que sí. No lo sé, porque quién puede saber en este mal momento qué sobrevivirá o no. Un mundo donde J. K. Rowling es considerada una gran escritora no es un mundo en que podría prever un gran futuro para la literatura. Pero déjame llegar a mi punto crucial. Es lo que he enseñado y es sobre lo cual insisto siempre. Sólo importan tres cualidades en una obra literaria: poder cognitivo (que incluye la originalidad, por supuesto); belleza (esplendor estético); y sabiduría. Esas son las tres cualidades. Solamente estas tres cualidades sirven para juzgar la literatura. Homero sobrevive por eso. Cervantes es supremo por eso. Shakespeare es supremo por eso. Goethe es supremo por eso. Whitman es supremo por eso. Whitman tiene sabiduría, Whitman tiene originalidad cognitiva y un esplendor estético extraordinario. Y por lo tanto sobrevivió.

La última pregunta.

Está bien, my dear.

Hay una imagen de su vida, a los 9 años leyendo a Hart Crane —un poeta muy difícil— y sintiéndose iluminado, totalmente transformado. Y quería saber si este recuerdo aún es vívido en su memoria...

Sí. Siempre está presente. Lo que yo estoy dando ahora en Yale es un curso sobre Shakespeare, que dura un año; y la otra materia que doy se llama "Poemas: el arte de leer la poesía", que doy en el segundo semestre. Esa clase se dedica solamente a cuatro poetas del siglo XX: William Butler Yeats, Wallace Stevens, D. H. Lawrence y Hart Crane. Y siempre vuelvo a ese recuerdo, del que nunca me he alejado mucho. Es el primer libro del que fui dueño y es el libro que aún más amo. Bueno, Shakespeare es Shakespeare, claro, y Cervantes es Cervantes, pero Hart Crane... Habría sido un poeta tan grande como Walt Whitman o como Emily Dickinson, pero desafortunadamente se suicidó cuando tenía 32 años...

Lo que le quería preguntar: cuando leyó a Crane a los 9 años, ¿por qué no quiso ser poeta o escritor (bueno, es un escritor; pero un escritor de ensayo)?

No, desde el principio con mi amor por Hart Crane, con mi amor por Shakespeare, por Wallace Stevens –todos los grandes poetas– desde el comienzo, my dear, cuando era un niño de 9 años... Es que desde el comienzo sentí la poesía como una especie de umbral sagrado, protegido por dos demonios. Y que si intentaba cruzar ese umbral me destruirían.

¡Dios mío!

Entonces el resultado de esa lectura temprana fue convertirme en crítico literario. Creo que, particularmente la lectura de Hart Crane...

¿Pero usted sentía respeto o miedo por esos demonios?

(Hay un silencio. De varios segundos.)

¿Profesor Bloom?

Es tan complejo... Hubo miedo. Sí. Pero creo que en realidad fue la religión. Creo que soy un creyente en la Religión de la Poesía.

¿En la que no hay vida eterna?

No hay vida eterna. No. No hay vida eterna. Solamente existe... Bueno. Existe el hecho de que la poesía sobrevive aunque los poetas no...

¿Pero no hay una vida eterna personal consciente?

No. No... no. No.



La revista de Coppola explora el nuevo "boom" de la narrativa latinoamericana



La publicación, que presenta en este número una portada diseñada por el cineasta mexicano Guillermo del Toro, examina y publica el trabajo de diez jóvenes autores, todos ellos por debajo de los 40 años y que en algunos casos formaron parte del proyecto Bogotá 39, sobre los nuevos talentos literarios latinoamericanos.


La revista cultural Zoetrope: All Story, propiedad del cineasta Francis Ford Coppola, dedica en su número de primavera un especial a los escritores emergentes de Latinoamérica como representantes de un nuevo "boom".

Se trata del chileno Alejandro Zambra, la mexicana Aura Estrada -ya fallecida-, los colombianos Carolina Sanín y Antonio Ungar, la uruguaya Inés Bortagaray, el argentino Patricio Pron, el boliviano Rodrigo Hasbún, el cubano Rolando Menéndez, el venezolano Slavko Zupcic y la brasileña Verónica Stigger.

Esta lista de nombres fue seleccionada por los editores peruanos Daniel Alarcón y Daniel Trelles.

"Me interesan, como a muchos escritores de mi generación, los pedazos sueltos, las historias diminutas", sostiene Hasbún (Cochabamba, 1981), Premio Nacional de Literatura Santa Cruz de la Sierra en 2002.

"Retratar las luchas diarias, explorar la intimidad. Lo que sucede en la habitación, lo que sucede en la sala de estar, lo que sucede en el baño, lo que sienten y piensan esos personajes tan comunes", agrega.

La revista detalla la trayectoria de los diez elegidos y destaca las obras publicadas y los galardones cosechados por cada uno de ellos, como el premio de novela Jaén que logró Pron (nacido en 1975) por El comienzo de la primavera, o el Casa de las Américas de Menéndez (nacido en 1970) por El derecho al pataleo de los ahorcados.

"Sólo hay dos temas literarios: el amor y la muerte", sostiene en la revista Stigger (1973),autora de "O tragico e outras comédias" (2003).

Ford Coppola comenzó a editar en 1997 Zoetrope: All Story, una revista trimestral centrada en publicar los mejores cuentos de ficción y en fusionar relatos y cine.

En sus páginas han escrito autores como Mary Gaitskill, David Mamet, Ha Jin, Elizabeth McCracken, Yiyun Li, Don DeLillo, Salman Rushdie, Woody Allen, Neil Jordan o Haruki Murakami, entre otros.

"¿Cuáles son las preguntas iniciales que se hacen todos los que intervienen en la realización de una película?", se pregunta Coppola en la revista. "¿Cuál es la historia? ¿De qué trata? Entonces -se replica a sí mismo-, hay que escribirla como historia, no como guión", sostiene el director de The Godfather.



Fuente: EFE

12.3.09

“El mañana ya está escrito”


El francés Pierre Bayard
“El mañana ya está escrito”
Este psicoanalista y filósofo francés publicó en 2008 un best seller con un título para espantar las buenas conciencias, Cómo hablar de libros que no se han leído... Arcadia lo encontró en Barcelona y buscó en él la respuesta.

Lina María Aguirre *
Barcelona

Hablar de libros sin haberlos leído es una situación en la cual cualquier persona se puede encontrar en algún momento, como protagonista o testigo. Otras lo han convertido en oficio... pensemos en reporteros afanados, profesores de literatura en ejercicio pero en estado de prejubilación, críticos en distintas etapas de su cadena evolutiva, y, claro, cocteleros con ambición de parecer muy intelectuales. Pero Pierre Bayard (1954) lleva el tema a otro nivel, lo convierte en algo sofisticado, inteligente y divertido. Lo convierte en arte. Cómo hablar de los libros que no se han leído es el duodécimo libro de Bayard, y el primero traducido al español. Lo presentó en Barcelona el pasado noviembre, y lo primero que dijo fue que quería “defender la libertad de la lectura”. Bayard, desea invitar a la gente a implicarse, apropiarse de los textos y reinventarlos: “Incluso se pueden mejorar libros fallidos, perfeccionar caracteres, transformar las obras”. El suyo es un llamado a la lectura creativa “y sin sufrimiento”. No es una guía para quienes no leen por pereza, sino más bien una ayuda para lectores desmemoriados, como él: “Creo que sufro un mal de Alzheimer precoz, desde pequeño.

Es deplorable, olvido muy fácilmente... ¿Kant?... supongo que sí, o seguramente resúmenes... ¿La Odisea? Tal vez...”. Él, confiesa, vive “en una especie de niebla”, la misma que probablemente abrumaba a Montaigne, quien afirmó que olvidaba un libro después de tres días de terminarlo y, más aún, no recordaba nada de los que él mismo había escrito. Algo que inquieta particularmente a Bayard son “los finales mal hechos de muchos libros”, bien sea porque se terminan sin tener pruebas concluyentes o simplemente por mal escritos, como le parece que pasa a menudo en uno de sus géneros favoritos, la novela policial. Él dice haber descubierto, por ejemplo, que la mayoría de novelas de Agatha Christie tienen un fallo estructural en sus investigaciones, debido a que el legendario detective de Christie, Hércules Poirot, tiene “un delirio interpretativo que lo hace aferrarse a una idea fija y buscar al asesino que se ajuste a esta”. Le pregunto si será porque es belga, no inglés o francés: “Ah... yo no quiero enemistarme con los belgas”, responde. Está también Sherlock Holmes, el detective de Arthur Conan Doyle, quien deja muchos “expedientes inacabados”, que Bayard se empeña en revisar. El autor también se ha visto obligado a repasar casos de asesinos clásicos, como el de Claudio en Hamlet, y ha llegado a la conclusión de que él no mató a su hermano, el padre del joven príncipe de Dinamarca.

Estas nuevas pesquisas las ha recogido en una trilogía pero lamenta que “a pesar de que he demostrado la inocencia de Claudio, veo que en el teatro siguen presentando a Hamlet según la historia original de Shakespeare. No entiendo”. Aunque al autor lo apasiona la literatura anglosajona, no se siente del todo correspondido. En su próximo libro, Bayard profundizará en su idea de que la lectura puede transformar también nuestra idea del tiempo, porque “el mañana ya está escrito”. Según él, es posible visualizar en un libro “las enfermedades, los enamoramientos que sufrirán los autores”. En este plano temporal, advierte sobre el “plagio por anticipado”: “Los autores plagian a otros autores del pasado, del presente y también del futuro, se adelantan a historias que volverán a ser contadas en años venideros”. Bayard recuerda una anécdota de un periodista de Le Monde que también era profesor de periodismo y tenía que hacer un examen oral a un estudiante sobre el libro Tristes trópicos, de Claude Lévi-Strauss. Después de algunas preguntas, se dio cuenta de que el alumno no había hecho la tarea y le preguntó: “¿Pero usted se leyó el libro?”, a lo cual el estudiante respondió: “No personalmente”. Bayard está seguro de que muchos de sus estudiantes podrían responder lo mismo y, como a muchos de sus colegas, esto le “da mucho miedo”. Si su libro ayuda a la gente a “no tener vergüenza y leer ingeniosamente”, se sentiría satisfecho. “Yo amo los libros y sueño con ellos”, afirma. Otra causa por la que aborda a su manera el tema literario es que proviene de un origen popular con difícil acceso a bibliotecas privadas, situación que comparte con Daniel Pennac: “Pero a diferencia de él, yo no era un mal estudiante, sentado en la última fila junto a la estufa de la calefacción. Yo estaba en la primera fila, atendiendo”. Y como nota aclaratoria: “No he leído el libro de Pennac al respecto, pero por supuesto, puedo hablar acerca de él”. Bayard pasó de un entorno en el cual “se leía poco” a ser psicoanalista y profesor universitario con un espíritu de subvertir la noción de “libro sagrado”.

No hay títulos intocables en la biblioteca del Bayard adulto, todos pueden ser sacudidos: El hombre sin atributos, de Robert Musil; Obras completas, de Paul Valéry; El nombre de la rosa, de Umberto Eco; los Ensayos, de Montaigne; El tercer hombre, de Graham Greene, El mundo es un pañuelo, de David Lodge... y hasta el intocable del canon francés: Marcel Proust, cuyas digresiones podrían resumirse, dice Bayard, en la frase “Marcel finalmente se convierte en escritor”. Cómo hablar... no es solo un libro útil para lectores potenciales o con cargos de conciencia, también lo será para escritores, le sugiero. “No había pensado en eso... pero sí, tal vez tenga otras aplicaciones este libro, en filosofía”. Quizá no pase mucho tiempo antes de que tengamos el volumen Cómo hablar de películas que no han sido vistas. A propósito de cine, Bayard incluye una muy pertinente en su ensayo Groundhog Day (El día de la marmota), de Harold Ramis. En una entrevista reciente, Bayard comentaba: “En realidad no quiero ser muy preciso sobre mi libro, ¡quiero que la gente lo compre!”. Así que dejaré abiertas las posibilidades para la imaginación y curiosidad de ustedes. Ahora bien, si les preguntan por el último de Bayard en algún coctel de la empresa o feria literaria, no les aconsejo que respondan “Ah, sí el de la portada con el gallo cacareando sobre una pila de libros... uno que es como Crítica literaria para dummies, ja ja”. Buen intento, sin duda, pero la obra de Bayard es mucho más elaborada que lo que el título pueda sugerir. Vale la pena dedicarle el tiempo, que no será perdido.



revistaarcadia.com

Entrevista | Arturo Pérez-Reverte



"Escribo sobre héroes en ciudades en llamas"
El escritor español vuelve al ruedo con Ojos azules (Seix Barral), un pequeño relato genial sobre la célebre y sangrienta noche en la que los soldados de Hernán Cortés huyeron con el oro azteca de Tenochtitlán. El narrador se inspiró en un mural de Diego Rivera para retratar el mestizaje, en un cuento seco, duro y cinematográfico: "Yo quería que el lector viviera esa noche y sufriera ese miedo", dice


Por Jorge Fernández Díaz
Director adnCULTURA

Estamos en la medianoche del 30 de junio de 1520 y Hernán Cortés da la orden de marchar en silencio absoluto. Llueve sobre Tenochtitlán y los soldados españoles, cargados de oro, avanzan ensimismados sabiendo que de un momento a otro los guerreros aztecas se darán cuenta de que huyen de la ciudad después de realizar robo, engaños y masacres. Una anciana mexica que toma agua de un cántaro avisa en la noche y entonces comienza a sonar el tambor de piel del templo de Huitzilopochtli, y miles y miles de guerreros llegan a bordo de canoas y atacan con cuchillos, mazas planas, dardos y flechas. Comienza la llamada "Noche Triste", que el último soldado de la retaguardia española narrará mientras piensa en la india que dejó embarazada y mientras avanza con su bolsa de oro hacia la muerte. Hablamos de Ojos azules , el libro de Arturo Pérez-Reverte que llega a la Argentina en pocos días, una miniatura genial que narra de un modo sintético y hondo el drama de ese tiempo, el choque de dos civilizaciones y el nacimiento de un mundo.

Vale la pena pasarse un día entero en el Zócalo. Es una experiencia única y apabullante. La legendaria plaza central de la capital de México sigue siendo un mercado bullicioso, intenso y musical. Durante años se creyó que la catedral estaba construida sobre el Templo Mayor de los aztecas, y nadie se atrevía a escarbar los cimientos de ese edificio precario que huele a incienso. Los españoles, en aquellos tiempos impiadosos, arrasaban con los templos de los infieles y colocaban encima de ellos sus iglesias. Pero en 1978 un grupo de trabajadores de la compañía de luz que estaban excavando en las cercanías, en el noroeste de la gran plaza, se topó con el primer indicio: una piedra circular con relieves. La piedra de la diosa Luna. El Templo Mayor, prácticamente intacto, con sus distintas épocas, surgió a la luz del día en poco tiempo, y en 1987 se construyó un museo que permite palpar las entrañas de ese lugar sagrado y reconstruir la historia de un cruel y riquísimo imperio, que estaba consagrado por igual al progreso y a los sacrificios humanos.

Cuando uno emerge de ese mundo, vuelve al Zócalo y no puede dejar de pensar en el mercado central de Tenochtitlán, y en las vueltas de la historia y en cómo el pasado y el presente, el mito y la realidad se combinan y trenzan: hace unos años hallaron una gran piedra donde se contaba la historia de Tláloc, el dios de la lluvia, y decidieron trasladarla en camión al modernísimo Museo de Antropología. Una furiosa tormenta azotó el DF: Tláloc estaba ofendido y nadie se asombró demasiado.

Luego, si queda un poco de tiempo todavía y está abierto al público, uno camina hasta el Palacio Nacional, sede del gobierno mexicano, sube las escaleras y se encuentra con el gran mural de Diego Rivera. Es una obra faraónica y sensacional que pretende y logra narrar a lo largo de metros y metros de pared la historia total de México. Hace ya muchos años, Pérez-Reverte caminaba por esos pasillos mirando detenidamente los detalles. De pronto se topó con una mujer mexicana que llevaba un niño atado a sus espaldas. El niño tenía los ojos azules. "...sa era la manera que había encontrado Rivera para hablar del mestizaje -cuenta ahora, desde su casa de La Navata, el padre del capitán Alatriste y el autor de El pintor de batallas -. Luego me quedó en la cabeza la idea: qué bueno sería poder resumir en cuatro folios, como Rivera lo había hecho en pocos trazos, el nacimiento de un mundo. Voy a intentarlo." Arturo llegó a España y se consagró durante cuatro o cinco semanas a escribirlo.

-Se han hecho novelas muy importantes, pero en realidad nunca he leído lo que para mí fue la Conquista de América. Tenemos dos ideas. Una es la local: los españoles vinieron a violar a las indias y a llevarse el oro. Otra es la española: no, fuimos a fundar una civilización, a llevar el progreso y el mundo católico. Dos grandes camelos. Sobre todo para alguien como yo, que me he pasado la vida entre soldados. Es una cosa muy sencilla, mira: el español va a América a buscar el oro, a dar el pelotazo. Harto de ser esclavo aquí de reyes y de curas y de gentuza poderosa, viaja a América como el inmigrante: "Reviento o me hago rico". Y en efecto, la mayoría reventó. Pero Bernal Díaz del Castillo, uno de los grandes escritores de todos los tiempos en lengua castellana, lo cuenta muy bien. Cuenta la historia de esos soldados anónimos. No había grandes ideas en esos soldados españoles. Sólo ver si podían hacerse ricos, regresar a casa y no tener que trabajar en su puta vida. Esas bestias valerosas y extraordinarias hicieron, sin proponérselo, algo que cambió la historia del mundo: crearon una nueva raza, producto del mestizaje y del coraje que tenían. Entonces yo pretendía contar, de una forma breve y concisa, sin entrar en jaleos, cómo del coraje y de la ambición de un grupo de hombres sale un mundo nuevo. Con lo bueno y con lo malo.

-Y entonces recordaste la "Noche Triste".

-Claro, esa salida de Tenochtitlán a cualquier escritor lo pone cachondo. Es un material magnífico. Pero yo quería algo corto, de un solo trazo, que pudiera explicar la palabra "mestizaje". Narrar, sin patrioterismos, cómo un español deja a una india preñada y la va recordando mientras huye con el oro, sin la lucidez pero con la intuición de que deja atrás algo que no es banal. Que deja a su espalda algo nuevo: empieza la América latina. Esos animales magníficos capaces de atrocidades y de sembrar el terror no sabían que estaban fundando algo.

Después de luchar treinta días con ese relato breve, que se lee entre la estación Victoria y la terminal de Retiro, que se devora en veinte minutos pero que no se olvida fácilmente, Arturo lo guardó en un cajón. Y no volvió a fijarse en él hasta que el poeta y ensayista Pere Gimferrer, compañero de Pérez-Reverte en la Real Academia Española, le habló de aquel texto, que alguien había hecho girar por Internet. Le contó que le parecía extraordinario y que quería incluirlo en una colección de exquisiteces que supervisaba en Seix Barral. La colección se llama Únicos y hay narraciones pequeñas pero memorables de Paul Bowles, Don DeLillo y Patrick Süskind.

Arturo, que pertenece históricamente al equipo de Alfaguara, se encogió de hombros y le dijo: "Publícalo si quieres". Seix Barral es de Planeta. "Pero es una cosa especial y me la pidió un amigo, que además me honró con ese pedido, ¿entiendes?".

Arturo está escribiendo una novela de ochocientas páginas y está acostumbrado al éxito y al prestigio. Pero igualmente se siente orgulloso de Ojos azules . "¿Sabes algo? -me dice-. Yo quería contarlo cortito. Hay muchas novelas sobre el tema, y muy buenas. Pero yo quería hacerlo de una manera brutal, sin adornos, con un lenguaje que no fuera ni siquiera arcaico a la manera de Alatriste. Que fuera directo, corto y seco. Tan duro como la historia. No me salió de golpe. Me llevó mucho tiempo. Las cosas que parece que salen de golpe son las que más trabajo dan. Tardé un mes, puliendo y sacando, dejando el esqueleto. Cualquier reflexión complementaria, cualquier personaje secundario, cualquier incursión lateral, cualquier diálogo de sobra hubiera arruinado ese efecto final de escopetazo o de estocada. Yo quería que el lector viviera esa noche, tuviera ese miedo, se mojara y corriera. Y que se enfrentara con ese final atroz. Necesitaba una economía de medios. Y eso da mucho trabajo."

-Sé que no simpatizás con Ernest Hemingway. Pero tengo que citarlo porque la teoría del iceberg revela tu procedimiento. Lo que contás en Ojos azules explica la vida entera de un hombre, la cronología de esa noche trágica y famosa, y toda la historia de la Conquista y el mestizaje.

-Gracias. Es lo que quería. Pero ojo, que Hemingway como escritor me parece muy interesante. Lo que no me gusta es su fanfarronería y su ostentación del valor y la testosterona. Ahora su estilo, la capacidad de dialogar y sintetizar me gustan mucho. Pero es cierto. Ojos azules es una narración tipo iceberg. Cada línea tenía que sugerir algo muy grande que estaba oculto debajo. El desafío era mostrar sólo la puntita. Bernal Díaz del Castillo ya escribió ese libro de historia que es en realidad una gran novela. ¿Cómo escribir después de ese libro? Pues yo encontré esta manera.

-Una vez más un libro tuyo surge de una obra de arte. Y específicamente, de una línea secundaria de una pintura.

-Sí. Yo tengo una forma de mirar el arte. Lo que realmente me importa de los cuadros son los segundos planos. Toda mi vida me han fascinado los rincones, los personajes secundarios, los misterios en las esquinas. Eso me pasó también con el mural de Rivera. Soy de los que piensan que en los westerns de John Ford las cosas las explican mejor los sargentos que el protagonista. Los personajes y planos secundarios en los cuadros, en los libros, en las películas e incluso en la vida real explican mejor la realidad que las figuras centrales. Por eso en La Reina del Sur , por ejemplo, son tan importantes los personajes secundarios que andan alrededor de la protagonista. Y por eso, Cortés pasa. No interesa tanto. Ya fue contado, ya lo conocemos a Cortés. Interesa más el anónimo que va detrás corriendo, el que se queda, el último de la retaguardia. Toda mi obra es así. Los personajes de infantería llevan el peso de la trama en mis relatos y novelas.

-Que son una mezcla de mercenarios honestos con testigos directos y desesperados. Tipos que, en muchos casos, no saben muy bien por qué están ahí, en medio de las batallas. ¿Por qué van esos héroes a la guerra?

-¿Pero por qué Jenofonte va a Persia? Va porque el hombre se mueve por dinero o por afán de aventuras. O por las dos cosas. Basta leer Moby Dick . Dinero, afán de aventuras, valor y ya está. Ya tienes al hombre que echa a andar, que toma una coraza, una espada o un arpón y va a cazar la ballena y se va a matar a persas o troyanos. ...sa es la historia de la Humanidad: ambición más aventura más valor. Claro, el que no tiene coraje se queda toda la vida labrando la tierra como esclavo del amo. Es el otro el que se arriesga y el que muere. Y cuando no muere, a lo mejor, a veces, consigue el premio, o no. Pero por lo menos se mueve. Siempre he simpatizado con los hombres que ponen un pie delante del otro y avanzan. Nunca me han gustado los moluscos quietos en la concha. Tengo más simpatía por el pez que corre la aventura con la piel desnuda. Siempre he querido mucho más al que se arriesga, al que conoce mundos, se mueve y al final muere, pero cuando ha vivido. El molusco, en cambio, pasa toda su vida encerrado hasta el final.

-¿Cómo nació tu amor por los personajes secundarios?

-El libro que más me dejó de pequeño fuela Eneida . Allí descubrí que Eneas, un personaje secundario de la Ilíada , que yo había leído, era luego protagonista. Eneas estaba desesperado y decide morir matando. Y ese héroe en esa ciudad en llamas siempre me ha fascinado. Desde niño. Casi todos mis héroes son hombres a la ida, durante o a la vuelta de ese recorrido peligroso en el transcurso del cual el hombre se transforma. Ningún hombre lo es hasta que no tiene una Troya ardiendo a sus espaldas. El hombre o la mujer que han ido a Troya son diferentes. Y no hablo de ir a la guerra. Troya puede estar en un amor, en una aventura personal, en el trabajo, en una enfermedad, en los libros, en la lucidez.

-¿Qué pasó cuando bajaste al Templo Mayor? Porque cuando yo bajé y subí al Zócalo, sentí algo inenarrable.

-La ventaja que tenemos los que hemos leído y poseemos imaginación es que amueblamos el mundo con los libros. Vas a Roma, pero ves el Coliseo y estás viendo y oyendo a la gente del pasado. Tú vas al mar y ves a los marinos de Conrad navegando. Y claro, cuando llegué al Templo Mayor, veía a esos estupendos animales, brutales y al mismo tiempo admirables, con sus hierros y espadas degollando indios y buscando oro. Y yo los estaba viendo y me decía: ¡Hasta aquí llegaron esos cabrones! Cargando sus hierros desde Veracruz, buscando El Dorado. ¡Hasta aquí llegaron! No puedo despreciarlos, ¿sabes? No los admiro desde un punto de vista moral. Pero los admiro en otro sentido: hicieron una hazaña increíble. Qué cojones. Lo que habrían hecho esas gentes si hubieran tenido buenos reyes y gobernantes, si hubieran podido vivir honradamente en su patria, qué distintos habrían sido España y el mundo. Lo diferente que hubiera sido todo, ¿no? En eso pensaba.

-Siempre tenés una visión políticamente incorrecta. ¿Ojos azules convalida o refuta alguna teoría sobre la Conquista?

-Vamos a ver. España destrozó esa cultura, la azteca. La arrasó. Y si no mataron a todos los indios fue porque los necesitaban como esclavos en las minas o como criados en las casas. Pero no se puede reducir la Conquista a eso. La Conquista es todo un movimiento cultural porque los españoles luchan incluso junto a los tlaxcaltecas, que les son fieles aun en la derrota. Es un mundo indio que acepta la modernidad europea contra otro mundo indio que no la acepta. Es el futuro que viene, una lengua que cambia todo, doscientos años de autogobierno. Es algo mucho más complejo que esas visiones limitadas. La Conquista de América para mí no es una hazaña patriótica española ni una canallada contra los derechos del hombre. Me niego a aplicarle un criterio moral del siglo XXI al siglo XVI. Eso es una gilipollez que se hace mucho hoy en día. Hay cosas que antes eran normales: la esclavitud, la Inquisición, el sometimiento de la mujer. Era un mundo diferente. Es como pretender aplicarle retroactivamente nuestras leyes al siglo XVI. Algo injusto y absurdo. Y esa lectura falsa de la historia lleva a la estupidez de pretender que Aníbal y Julio César y Hernán Cortés y los piratas del Caribe actuaran según la ética de la Unesco. Me niego por completo. Era un mundo de barbarie, hostil y sangriento, pero no puedo condenar moralmente yo a esa gente desde mi cómoda situación de hombre con Internet del siglo XXI. Que se vayan a tomar por culo los que pretenden eso.

Tengo en mi mano un ejemplar de Ojos azules . En su edición española de tapa dura, es un objeto diminuto y azulado. Tiene ilustraciones de Sergio Sandoval, un dibujante de Barcelona que trabajó para El laberinto del fauno y Hellboy . Veo sus imágenes. Los soldados que se abalanzan sobre el oro. Cortés a caballo con la espada en la mano derecha. Los mexicas que caen sobre el protagonista en la retaguardia. La india sensual que reposa junto al amante. Y luego recuerdo a ese niño de ojos azules que pintó Rivera hace tantos años. Y siento de pronto el bullicio. Bulle el Zócalo, resuenan los tambores de Tenochtitlán.


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