22.5.09

Mafalda



Fernando Quiroz

Quino, a diferencia de la sociedad que ha cuestionado, teme repetirse y por eso ha decretado una ausencia temporal.
¿Se acuerdan del típico barrio porteño de clase media en el que vivían Mafalda, Susanita, Felipe y Libertad? ¿El mismo en el que tenía una tienda el papá de Manolito, que su hijo ayudaba a atender después de la escuela? Pues allí, en el tradicional barrio de San Telmo, en Buenos Aires, que inspiró la historieta más popular que se ha realizado en América Latina, se instalará en pocos meses una escultura de Mafalda. Allí, precisamente frente al edificio en el que vivió durante su infancia y en el que realizó sus primeros dibujos Joaquín Salvador Lavado, mejor conocido como Quino.

No hay duda de que en poco tiempo, además de visitar el tradicional mercado de pulgas de San Telmo, en el que se ofrecen al mismo tiempo antigüedades y objetos recién envejecidos, los turistas querrán tomarse una fotografía al lado de aquella niña precoz que se quedaba horas enteras mirando el globo terráqueo y tratando inútilmente de entenderlo. Que se negaba a aceptar un simple sí como respuesta, aunque se tratara simplemente de las razones por las que debía tomarse las sopas que tanto detestaba. Que escandalizaba a sus padres y confundía a sus amigos con las preguntas que surgían de su cabeza privilegiada. Aquella niña impertinente y osada que cuestionó a los gobiernos del continente, que dijo más verdades que muchos adultos que tuvieron la oportunidad de decirlas en su momento y tratar de enderezar la historia latinoamericana.

Muchos de los que crecimos con Mafalda, de los que aprendimos, de su mano, a cuestionar el mundo, de los que encontramos en sus preguntas infinidad de respuestas a nuestros propios interrogantes, celebramos el homenaje que Buenos Aires le rinde a este personaje de pelo negro y cara redonda al que, a pesar de que dejaron de dibujarlo en 1973, sigue impresionantemente vigente. Y no solo para nosotros, sino para los millones de lectores que la han disfrutado en alguno de los 30 idiomas a los que ha sido traducida.

En palabras de su propio creador, la asombrosa actualidad de la gran mayoría de las páginas protagonizadas por Mafalda “prueba que tantos problemas que hoy nos agobian vienen repitiéndose gracias al talento que pone la sociedad en reciclar sus errores”.

La noticia de la escultura que actualmente proyecta el artista Pablo Irrgang se suma a una muy reciente sobre el anuncio de Quino, quien hoy suma 76 años, de alejarse por un tiempo del dibujo. Triste pero respetable decisión. Quino, a diferencia de la sociedad que ha cuestionado insistentemente, teme repetirse y por eso ha decretado esta ausencia temporal, que pide no asumir como una despedida.

Así esperamos, con la ilusión de encontrar nuevamente —ojalá muy pronto— en los diálogos y en las reflexiones de sus personajes muchas de las frases con las que no solo estamos totalmente de acuerdo, sino que sentimos que interpretan a la perfección lo que pensamos y lo que nos habría gustado poder gritar.

Lo cierto es que estaremos muy pendientes de su regreso, convencidos de que es, a su manera, uno de los más grandes filósofos que ha dado América Latina. Un artista que logró acercarse a un público de todas las edades y de diversas condiciones sociales para invitarlos a reflexionar, a no tragar entero, a llamar las cosas por su nombre.

Y me despido con uno de los apuntes de Mafalda que más he disfrutado y que, por cierto, también sigue vigente: “¿Y a vos no te pone el sistema nervioso?”



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