25.5.10

Félix de Azúa: "Yo, evidentemente, no soy Casanova"

El filósofo y escritor publica un raro y hermoso texto, Autobiografía sin vida, con voluntad testamentaria

Félix de Azúa, escritor y filósofo.foto:Sergio Lainz.fuente:elperiodico.com

Aunque ahora me siento incapaz de enfrentarme a una novela del tipo tradicional, lo que quería es aportar la mejor prosa.


–Llama a su libro autobiografía pero quien quiera rastrear su trayectoria quedará decepcionado.
–Y sin embargo, esa es mi historia y la de mi generación. En vez de contar cómo hice la primera comunión o quién fue mi primera novia, he partido de imágenes de la historia del arte. Aunque ahora me siento incapaz de enfrentarme a una novela del tipo tradicional, lo que quería es aportar la mejor prosa.


–Y el resultado es este insólito ensayo literario.
–La cosa empieza con las pinturas rupestres de la cueva de Chauvet, en Francia. Esos cuatro caballos de la portada son la primera representación del arte occidental y son perfectos. Tanto, que son absolutamente reconocibles. Así que pensé que los niños que nacieron en esa cueva conocieron antes la imagen que el animal real. Y así se inicia mi reflexión. Ahora nuestra vida está formada por un conjunto de signos que por un lado explican toda tu vida, te dicen las cosas que tienes que entender, pero por otra parte te separan de la realidad. La imagen tiene siempre un componente vampírico.

–Lo que dicho por un catedrático de estética que se ha pasado la vida analizando imágenes suena desolador.
–Pues en cierta forma, sí.

–¿La conclusión sería que las imágenes le han apartado de la vida real?
–No puedo negar que este libro tiene un carácter testamentario. A lo largo del libro hablo de distintos momentos en la historia del arte y las relaciono con mi vida. El último capítulo, el de la muerte del arte, es también el del momento de la muerte que yo tengo ya muy cerca.

–Las imágenes han cumplido ya su ciclo, las palabras también. ¿Qué queda ahora?
–Ya sé que puede sonar demagógico pero ahora empieza la vida. De lo que va a pasar no tenemos ni idea pero me da la impresión de que existe el indicio de una nueva era. El aumento de la violencia que nos rodea, por ejemplo.

–¿La violencia...?
–No me entienda mal. Eso es algo espantoso, por supuesto, y muestra lo duras que se están volviendo nuestras relaciones, pero también, un desprecio absoluto por la justicia y un deseo de la gente por creer en el cuerpo. Lo que estoy diciendo no se puede decir... es lo más incorrecto.

–No parece que le haya preocupado nunca la incorrección.
–No, eso es verdad. Pero en fin, no quiero insistir en ese tema porque es horroroso.

–¿El haber dejado reducida al mínimo su labor periodística tiene que ver con esa idea de fin de trayecto?
–Más bien con el hartazgo que me produce la política catalana.

–¿Y no teme que le llamen gruñón?
–Me lo han dicho muchas veces pero es mentira. Aunque no lo parezca, mi libro es un canto de esperanza. Lo que dice es: dejaos de abstracciones.

–Escribió el prólogo de la reciente edición de las luminosas Memorias de Casanova, quién también las escribió en su madurez. ¿Podría ser esta Autobiografía su negativo?
–Lo más impresionante de las memorias de Casanova es que él es absolutamente honesto en su relato. Yo siempre he intentado mantener esa honestidad, aunque no siempre lo haya conseguido. Pero, evidentemente, yo no soy Casanova.

–«Yo no soy Casanova», qué declaración, tratándose de Félix de Azúa.
–Ja, ja, ja. Hace ya muchos años que no lo soy. Creo que tanto él como yo somos honrados en la descripción del mundo que nos ha tocado vivir. Solo que el de él era emergente y espléndido y el mío, todo lo contrario.

–¿Qué hará en el retiro de sus cuarteles de invierno?
–Voy a vivir entre Madrid y Barcelona porque ha llegado el momento de la desintoxicación. Aquí hay una atmósfera demasiado densa de ideología, de viejas ideas políticas de los 70, acompañadas de una ineficacia absoluta. Y después, sinceramente, creo que pasearé al perro.

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