22.6.10

La crisis creativa del escritor según Aguilar Camín

El autor mexicano inaugura el ciclo literario Lecciones y maestros

Manuel Vicent, Rosa Montero y Aguilar Camín, en Santillana.foto PABLO HOJAS.fuente:elpais.com

A doña Emma Camín le gustaban las frases contundentes. "El que expulsa de su vida la mentira deja la verdad afuera", podía llegar a decir. Esas sentencias son un recuerdo insuficiente para su hijo, Héctor Aguilar Camín. Prefiere su presencia. Su muerte, hace cinco años, le ha dejado inmerso en una orfandad creativa.

Así lo confesó ayer el escritor mexicano en la jornada inaugural del ciclo literario Lecciones y maestros. El curso se abrió en Santillana del Mar con él, continúa hoy con Rosa Montero y concluirá mañana con Manuel Vicent.

La muerte se llevó a Emma Camín y también a su tía Luisa, que le criaron junto a sus cuatro hermanos. Desde entonces, se ha sentido, además de profundamente desamparado, desgajado de su buen juicio: "Del tribunal invisible al que comparecía con sus libros, el tribunal fundador de su escritura", confesó el autor de La guerra de Galio.

Así corroboraba el peso de ambas en su presentación su amigo el escritor Hugo Hiriart: "Para lograr un destilado de Aguilar Camín se requieren los siguientes ingredientes esparcidos en una retorta: un poco de Chetumal, el pueblo donde nació, lugar primitivo y selvático. Una pizca de su madre y de su tía, dos mujeres que ponían a los niños a cantar para espantar sus miedos, y los jesuitas, donde estudió desde niño hasta llegar a la universidad".

El dolor está aún presente. Lo mismo que la falta de ánimo y la depresión, "cosas de la edad", dice el autor de 64 años. Para recuperar una cierta perspectiva, Aguilar Camín se refirió a sí mismo en tercera persona: "No sé qué decir del escritor que se llama como yo. Escribe sin fe en lo que escribe, lleno de fragmentos que no van a ningún lado". Por dentro se le siguen revolviendo los temas de siempre: el poder, la política, el amor, las mujeres misteriosas, el periodismo, la historia, el whisky... México trágico, pujante y violento. Un país que vive una auténtica guerra contra personas dispuestas a matar por 400 euros al mes. "¿Qué hacer con ellos? La guerra, no queda otra solución", aseguró.

Pero no solo fue contundente con su país. También consigo mismo. Había empezado tarde su carrera de fabulador. Fue historiador antes, periodista hasta hoy. Su primera novela, Morir en el golfo, apareció cuando él tenía 39 años. Lo hizo, dice, "huyendo de la literatura experimental de los años sesenta. De la epidemia verbal, del enredo estilístico. Quería escribir novelas legibles". Después tuvo que sobrevivir al éxito de La guerra de Galio, crónica desmesurada del periodismo en su país que si hoy tuviera que repetir trasladaría a una televisión.

Siguieron El soplo del río, Las mujeres de Adriano, Mandatos del corazón, El error de la luna... En ellas se mezclan guerras, guerrillas, amores excesivos, luchas de poder, los contrastes entre pueblos míticos y la ciudad moderna. ¿Y ahora? Ahora sufre terror a la hoja en blanco. Desazón, poca motivación. "El escritor del que hablo quisiera tener al menos un libro largo. Conoce el estado de gracia que es eso".

Lo ha moldeado entre sus manos. Cuenta la historia de la separación de sus padres y su familia. Pero igual que le llegó la inspiración, desapareció. "Cuando llevaba tres capítulos y 100 páginas de notas, la magia se fue. Había ido a visitar a su padre. No quería fallar ante su mirada. Menos con una historia que contaba su fracaso y la destrucción de su progenitor por su propio padre, es decir, su abuelo". En ella se mezclan la separación, el desgarro, la huida, sus ancestros. Ayer quiso conjurarlos. Ojalá el exorcismo le lleve a arrancar de nuevo desde sus páginas moribundas. A desencallar y tomar de nuevo el rumbo.

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