10.6.10

Ser escritor en Oriente Próximo, profesión de riesgo

"En Egipto es imposible vivir sólo de la literatura", destaca Alaa al Aswani

El autor libanés Amin Maalouf, galardonado con el Príncipe de Asturias.foto.Efe.fuente:elmundo.es

Naguib Mahfouz fue condenado a muerte por Los hijos de nuestro barrio.El primer ensayo de Nawal al Sadawi le hizo perder su empleo y su revista cerró

¿Quién dijo que escribir en Oriente Próximo fuera fácil? La censura, la represión sociocultural, el integrismo religioso y la extendida pobreza que alejan al gran público de la cultura no impulsan, precisamente, el trabajo de los autores árabes que luchan por plasmar en sus novelas la realidad regional.

Eso puede explicar que una parte de ellos recreen escenarios orientales -su identidad, al fin y al cabo- desde el exilio. Es el caso del hoy galardonado Amin Maalouf y de sus colegas libaneses Hanan al Sheikh (afincada en Londres) o Rabih Alameddine (residente en California), como también del poeta sirio Ali Ahmed Said, más conocido como Adonis, establecido en París y de un largo etcétera que incluye a las nuevas generaciones de escritores, como la egipcia Randa Jarrar, que ha encontrado en EEUU la libertad de la que carece en su país.

Para el resto, escribir en el contexto de regímenes opresores -salvo con las excepciones libanesa, donde se refugian autores tan significados como Elias Khouri, y palestina, cuna de Mahmud Darwish y hogar de Murid Barguti y Feisal Darraj- es una continua carrera de obstáculos que no siempre se pueden esquivar. Cuando no es la opresión estatal es el fundamentalismo religioso que estos regímenes alientan o el veto de las editoriales para evitar tener problemas por tocar temas sensibles en las sociedades islámicas.

La escritora y científica egipcia Nawal al Sadawi lo sufrió desde sus inicios literarios: su primer ensayo le hizo perder su empleo en 1972, y la revista que había fundado fue cerrada. En 1981 el presidente Anwar Sadat la encarceló por sus escritos: sólo sería liberada un mes después de su muerte. Entre 1988 y 1993 vivió amenazada por los extremistas: dificultades que le llevaron al exilio por cinco años.

En el caso del autor de moda egipcio, Alaa al Aswani, (El edificio Yacobián, Chicago), sus dificultades para publicar venían de la autocensura de las casas editoriales, temerosas de sufrir las represalias del régimen de Hosni Mubarak por distribuir las obras de un conocido activista a favor de la democracia.

Sus tres primeras novelas pasaron desapercibidas (con un millar de ejemplares publicados); la cuarta se la encargó a un editor independiente, volcado como él en la oposición a Mubarak. "Desde la primera semana, la novela se convirtió en un fenómeno gracias al boca a boca. Es la obra más vendida de la literatura egipcia en los últimos 40 años", explicó en una entrevista con El Mundo.

Aswani compagina la literatura con su trabajo de dentista porque "en Egipto es imposible vivir sólo de la literatura. Mi padre alternó siempre la escritura y la abogacía, y hasta [Naguib] Mahfuz fue funcionario hasta que se retiró". Ese es otro de los graves problemas de una región donde el intelectual rara vez puede vivir de su obra, ya que los árabes son menos adeptos a la literatura a medida que la falta de libertades y la pobreza ascienden en la lista de prioridades.

Fanatismo

A ello se suma el fanatismo de unos pocos. El premio Nobel de Literatura egipcio, Naguib Mahfouz, que dedicó toda una vida a las letras, llegó a ser condenado a muerte en 1993 por los extremistas tras su novela 'Los hijos de nuestro barrio', un libro prohibido en Egipto pese a haber cosechado un enorme éxito internacional. Un año después, un integrista le apuñalaba en el cuello a la salida de un café, en un atentado que conmocionó a la elite intelectual cairota.

Dos años más tarde, un grupo radical le calificaba de 'hereje' conminando a sus seguidores a acabar con su vida, decisión que llevó al anciano escritor a recluirse en su casa. Los integristas, sin embargo, no eran sus únicos enemigos: los países árabes tenían vetada su obra por su defensa del acuerdo de paz firmado entre Egipto e Israel en 1979.

El integrismo y la opresión social en los países del Golfo no impide que una nueva generación despunte con obras atrevidas para el contexto regional aunque de cuestionable calidad literaria, como 'Las Chicas de Riad', opera prima de la saudí Rajaa al Sanea y gran escándalo en el país wahabí, donde nunca se editó por su alto contenido sexual. Sin embargo, en Arabia Saudí se leyó gracias a volúmenes de contrabando y a Internet, la puerta abierta para el talento de los escritores árabes. Tras el libro de Sanea, la producción literaria se duplicó en Arabia Saudí, creando un ejemplo que ha arraigado fuerte en la región.

"Me siento enormemente orgullosa de estas mujeres del Golfo y Arabia Saudí que antes ni siquiera intentaban escribir en libertad", decía en una entrevista con elmundo.es la escritora Hanan al Shaikh hace unos meses. "Recuerdo que la primera que lo hizo firmó con pseudónimo, 'la mujer del desierto'. Ahora escriben sobre sexo, religión y cualquier otro tabú", confiaba la escritora con evidente satisfacción. "La vida no puede permanecer inmutable, tiene que evolucionar, y eso es precisamente lo que está ocurriendo con la literatura en Oriente Próximo".

Censura e incomprensión

Hanan sabe bien lo que es ser censurada, dado que algunos de sus libros están prohibidos en algunos países del Golfo, como Arabia Saudí, y del norte de Africa, como Argelia, algo que le molesta profundamente. En Egipto, 'El Edificio Yacobián' intentó ser vetado por sus referencias a la corrupción estatal, a las torturas policiales y a la homosexualidad y la prostitución. La víctima fue la versión cinematográfica del libro: 112 parlamentarios egipcios intentaron que se censurase por "fomentar la obscenidad y las orgías".

Al margen de las dificultades que encaran los autores árabes, también lastra la vasta incomprensión en el exterior. Apenas se traduce novela árabe, y pocos nombres árabes suenan en las ferias del libro europeas. Durante una larga temporada, el egipcio Mahfuz, el sirio Adonis, el palestino Mahmud Darwish y el libanés Maalouf fueron los únicos autores conocidos, aunque progresivamente se han ido sumando nombres como Shaikh o Aswani.

"Los árabes tenemos grandes literatos que no han sido presentados de manera adecuada en Occidente. ¿Por qué? Porque sus obras fueron introducidas al público a través de orientalistas, que leían esos textos en base a su interés por la sociología o por el islamismo. No las entendían simplemente como una buena novela, como una creación literaria. Por eso, los relatos quedaban relegados a librerías especializadas. Para las grandes editoriales europeas la literatura árabe es simple 'folclore', le conceden un espacio mínimo que no llega al público", se quejaba Alaa al Aswani en la citada entrevista.

Esa es una de las grandes quejas de los nuevos autores. "No quiero que mi trabajo se use como una pieza de antropología o como un libro de texto para los que no saben sobre el mundo árabe", denunciaba el egipcio Yussef Rakha, novelista y periodista del diario Al Ahram, en el contexto del Festival Hay de Beirut, que reunió a 39 promesas de la literatura regional en la capital libanesa hace mes y medio. "Para eso ya está google. Si alguien quiere saber más de la cultura árabe, no tiene más que acudir a Internet", coincidía con él la egipcia Randa Jarrar, antes de añadir que "pienso que la literatura árabe está en peligro de convertirse en otra cosa que no tiene nada que ver con literatura".

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