21.9.10

La obra de Alejandra Pizarnik

Aunque dejó este mundo a los 36 años, la obra de esta argentina, es una de las más aplaudidas

Nacida en Buenos Aires, Alejandra Pizarnik es una de las escritoras más aplaudidas por la crítica.Foto: archivo particular.fuente:vive.in

Solía decir que escribía para no suicidarse; y, sin embargo, el 25 de septiembre de 1972, aprovechando un permiso del hospital psiquiátrico en el que estaba recluida desde hacía cinco meses, Alejandra Pizarnik se puso a salvo de las pesadumbres con una sobredosis de Seconal... tenía apenas 36 años.

Ese destino trágico se cribó desde su infancia, pues su tendencia a engordar, su incontrolable acné y su poco disimulable tartamudeo minaron su autoestima. Su ansiedad la llevó a usar anfetaminas hasta la adicción.

Menos de cuatro décadas de vida le alcanzaron para estudiar filosofía y letras, y luego pintura; para traducir poemas de Michaux, Artaud y Césaire, para admirar a Lautréamont y a Bataille, para formarse durante cuatro años en París y para hacerse escritora. Aparte de su maravillosa obra poética, la autora argentina, quizá la mejor de todas, nos dejó una variada producción narrativa, teatral y ensayística, que la Editorial Lumen reúne en dos tomos.

Llaman la atención sus excelentes textos humorísticos, que evidencian influencia de Borges, Bioy Casares y, sobre todo, de Cortázar. Todos sus relatos son un borboteo de ironía e inteligencia, y sus respuestas en las entrevistas publicadas reflejan una inusitada erudición: "Pienso en una frase de Trakl: Es el hombre un extraño en la tierra. Creo que la única morada posible para el poeta es la palabra".

Su obra poética, que la acredita como una de las voces más originales de la lengua castellana, se reúne en la cuidadosa edición de Lumen, que incluye poemas inéditos que Alejandra dejó mecanografiadas o a lápiz (con tachones y todo), en libretas, cuadernos y papelitos e inclusive escritos con tiza en un tablero. Nacida en Buenos Aires, pero de ascendencia judía, esta escritora y traductora admirada sin reservas por Octavio Paz, nos dejó siete libros de poemas, caracterizados por el surrealismo, un evidente tenor psicoanalítico y un gran acento lírico. Están llenos de intimidad, de noctambulismo, de angustia, de fantasmas, de soledad, de sombras, de desencanto, pero sobre todo, de miedo y de muerte:

"Llega la muerte con su manada de huesos/
sonrío sumisa a una niña idiota/
que implora en mi nombre/
juntas (la muerte, la niña y yo)/
no encontramos otro oficio que execrar/
Al final todos se casan: el mar y las olas,/
la noche y lo oscuro,/
el vaso y el vino, /
el anillo y el dedo,/
la muerte y el cadáver".

Alejandra Pizarnik era ajena a cualquier métrica tradicional, y, despojada de sonsonetes y de rimas, se atuvo siempre a la anchura del versolibrismo y del poema en prosa; en uno de ellos prácticamente anuncia el suicidio: "Como un niño de pecho he acallado mi alma. Ya no sé hablar. Ya no puedo hablar. He desbaratado lo que no me dieron, que era todo lo que tenía. Y es otra vez la muerte. Se cierne sobre mí, es mi único horizonte".

Obra completa
Alejandra Pizarnik
Lumen

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