15.9.10

Levedad del tono y gravedad del tema

Premio Cervantes 2009, José Emilio Pacheco es uno de los escritores más leídos de México. Reeditan su novela Las batallas en el desierto y su obra poética completa
Cultura pop. La obra de Pacheco inspiró películas y una canción de Café Tacuba..foto.fuente:Revista Ñ

Más allá de alguna lectura académica de su novela Morirás lejos, José Emilio Pacheco es un escritor que ha sido poco leído en la Argentina. Poeta, narrador, ensayista, miembro de la llamada Generación del 50 junto a nombres como Carlos Monsiváis, Sergio Pitol y Salvador Elizondo, Pacheco es un escritor multipremiado –recibió el Cervantes el año pasado– y de un prestigio casi intimidante en su país. Uno de sus textos más importantes se reedita ahora: Las batallas en el desierto, de 1981, simultáneamente con la nueva edición de Tarde o temprano, su poesía reunida desde 1958, de sucesivas y ampliadas entregas.

Las batallas en el desierto es una breve novela de iniciación, de descubrimiento del amor. Me acuerdo, no me acuerdo: ¿qué año era aquél? De este modo difuso, brumoso, comienza la historia de Carlos, un chico de unos diez años en el México DF de fines de los años 40. Carlos tiene un compañero, Jim, su amigo inseparable. Un día conoce a la madre de Jim, hermosa y muy joven, irresistible. Carlos se enamora al instante: Mariana ocupa todo su espacio mental. Pronto sobreviene el desencadenante del drama: Carlos escapa una mañana del colegio y visita a Mariana en ausencia de Jim, le dice que la ama. Ella lo trata como el chico que es: le pide que se vaya. Pero el encuentro tiene derivaciones, cada vez más graves, en el círculo familiar y en el colegio. (No es otra cosa, claro, que la radiografía de la clase media mexicana y su doble moral). El degenerado, la vergüenza de la familia, debe asistir a la obligada confesión al cura, más tarde al consultorio psiquiátrico donde intentan catalogar su afección.

Hay algo que sobrevuela la novela, que la hace extraña y viva: la voz que narra es y no es la de un chico. Al presente infantil se sobreimprime la distancia temporal del adulto que trata de acordarse. Un presente con sentido retrospectivo, investido de la precaridad del recuerdo: Me acuerdo, no me acuerdo siquiera del año. Sólo estas ráfagas, estos destellos que vuelven con todo y las palabras exactas. (...) Demolieron más escuelas, demolieron mi casa, demolieron la colonia Roma. Se acabó esa ciudad. Terminó aquel país. No hay memoria del México de aquellos años. La batallas en el desierto también retrata, de modo minucioso y evocador, a un país extinto: el México que empezaba a despertar a la globalización. Años de modernización económica y de una casi instantánea americanización de la vida en todos sus órdenes: los gustos, el lenguaje, las costumbres, el consumo. Sigue siendo un libro muy leído en México, además de haber inspirado la película Mariana, Mariana y la canción "Las batallas" del grupo musical Café Tacuba.

Itinerario poético

Por su parte, Tarde o temprano. Poemas 1958-2009 reúne la poesía completa (hasta la fecha) de Pacheco. ¿Cómo resumir un itinerario poético tan extenso? Como no se puede, citemos un breve poema de un tono y un tema recurrente de la poesía pachequiana. Contraelegía: "Mi único tema es lo que ya no está. / Sólo parezco hablar de lo perdido. / Mi punzante estribillo es nunca más. / Y sin embargo amo este cambio perpetuo, / este variar segundo tras segundo, / porque sin él lo que llamamos vida / sería de piedra". Aquí está toda su poesía: el tema de la fugacidad del tiempo, del ser y de la vida, y su tratamiento estilístico: la brevedad, la concisión, lo epigramático. Levedad del tono y gravedad del tema.

Los catorce libros que componen Tarde o temprano dan un conjunto de organicidad y de calidad pareja, alcanzada al menos desde su tercer libro, No me preguntes cómo pasa el tiempo, publicado en 1969. Claro que Pacheco, no pocas veces, bordea peligrosamente el contenidismo, subproducto en parte de su inflexible prudencia formal.

De ahí vienen sus peores momentos: cuando se apoya demasiado en lo referencial y la poeticidad queda aplastada por el tema. Sus textos más perdurables, en cambio, son los de reminiscencias heraclitianas, ya señaladas por la crítica. Donde el mundo natural que se ofrece a los ojos, eterno y en continua mutación, da la medida de lo humano: "En la madera que se resuelve en chispa y llamarada, / luego en silencio y humo que se pierde, / miraste deshacerse con silencioso estruendo tu vida".

Como a su coterráneo y admirado Octavio Paz, al José Emilio Pacheco más contemplativo le fascina perderse y rebotar en un laberinto de reflejos. El poeta se espeja en lo que mira: "Mundo que nace de sí mismo, esfera / hecha de tiempo en derredor. Las horas / bajan sin pausa a la memoria. / Abro los ojos. Veo el jardín: no hay nadie. / Abre los ojos el jardín: me mira".

La apuesta vertebral de José Emilio Pacheco es por la atemporalidad y el clasicismo. Desde ahí reclama ser leído, como un Ricardo Reis que ha descartado, por facilista, la máscara y la ironía. O como el que cree, siglos después, que el pensamiento no avanzó mucho más allá de las intuiciones indelebles de Heráclito, quien podría haber escrito: Nada se vive antes ni después. / No hay conjugación en la existencia / más que el tiempo presente.

Pacheco Básico
Mexico DF, 1939.
Poeta, Narrador.

Narrador, poeta, ensayista. Considerado uno de los mejores poetas vivos, es una de las voces más importantes de América Latina. Es, además, traductor y dramaturgo. Es autor, entre otros, de los poemarios "El castillo de la aguja", "Ayer es nunca jamás" y "Miro la tierra". Escribió también novelas y relatos. Ganó, entre otros, el Premio Reina Sofía de Poesía (2009).

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