7.9.10

Literatura entre rejas

Karina Espinosa y otras reclusas del Buen Pastor exorcizan sus demonios a través del cuento

Karina Elizabeth Espinosa leyó sus cuentos en público, en agosto, en la jornada 'La palabra se toma El Buen Pastor'.Foto:Margarita Barrero.fuente:vive.in

No ha leído a los grandes de la literatura universal. Pero ni estar privada de la libertad le ha impedido a Karina Elizabeth Espinosa escribir su propia historia: la de una niña ecuatoriana criada en el monte por su madre campesina, que terminó como guerrillera en Colombia y ahora vive en una pequeña celda.

Está purgando una condena con las reclusas del Patio 6 de la cárcel El Buen Pastor, en el que están las acusadas de rebelión y solamente puede huir de su encierro en la biblioteca de la cárcel: todos los jueves toma clases para aprender a escribir.

Ese día, a las 9 a.m., se sienta en un espacio sólo custodiado por los libros, mientras su guardiana espera pacientemente afuera del salón. Espinosa y 24 reclusas más, justo antes del 'Wimpy' (la comida de la mañana), comparten la clase de escritura creativa, que hace parte del programa Libertad Bajo Palabra del Ministerio de Cultura y que dicta el profesor Víctor Manuel Mejía.

Su salón, igual al de una escuela pero con rejas, permite escuchar los murmullos que recorren el penal durante las dos horas de clase. Afuera, el Buen Pastor parece un gigantesco inquilinato con sacos y pantalones colgados como si fueran cortinas.

Es un paisaje muy diferente al del campo, que conoció bien Karina: "Lo que ella más extraña es el monte, nunca había tenido un contacto con los libros. Es una escritora innata, sin formación literaria y aunque usa sus propias palabras, como 'justeza' en vez de justicia, sabe expresarse. Es como si le fluyera el espíritu de un escritor", dice el profesor Mejía, quien lleva 6 meses trabajando con las reclusas.

En mayo de este año, Karina llegó a su clase, invitada por Luz Mary López, otra interna que se integró al programa por la convocatoria organizada en los patios. "Ella era una niña que quería descubrir el mundo con mucho miedo y realmente le di un empujón para que se encontrara con las letras y los libros", dice López.

Las reclusas aprovechan para hablar en sus textos del amor, de la vida cotidiana que tuvieron y también de la guerra, que cinco de ellas han vivido de cerca, aunque ninguna ha tenido una experiencia tan fuerte como la de Karina.

"Con el cuento 'Despertar', ella liberó lo que sintió al perder su brazo derecho, cuando fue capturada por el Ejército a comienzos de este año", dice Pablo Andrés Alvarado, director de la Fundación Chakay, que hace parte de estos talleres.

El pasado no perdona

En su encuentro con la literatura, Karina se ve usando un traje camuflado con un fusil en la mano y recuerda a su madre llorando cuando le contó que se uniría a la guerrilla. "Nunca olvidaré el 19 de enero de este año, el día en que todo cambió, porque conocí al amor de mi vida y también lo perdí", dice.

Después de 4 años en el monte, sintió el peligro a la medianoche cuando escuchó aviones. Se puso su pechera, tomó un fusil y de nada le sirvió, porque una bomba estremeció la tierra y ella sintió que su cuerpo se quemaba.

Intentó pararse pero no pudo, porque sus piernas no le obedecían. Se envolvió el pedazo de brazo que le colgaba en una camiseta negra con la imagen del Che Guevara y nunca más volvió a ver a ese rubio que la acariciaba y que tanto amaba. De esto habla 'Despertar', su cuento favorito.

El siguiente recuerdo que viene a su mente es el de la cárcel, donde pensó que nunca volvería a caminar. "Regresé a mi niñez, usaba pañal, no pude mover las piernas durante mes y medio. Todo olía a medicina".

Durante muchas noches le huyó a sus recuerdos, hasta que el 10 de mayo usó una hoja para escribir la historia que vivió en la vereda Puerto Nuevo (Ecuador). "Sólo entonces entendí lo que me había pasado", dice.

Ahora, su rutina se rompe con la oración que reza para invocar el espíritu creativo antes de empezar su clase. Luego lee textos de grandes escritores que hasta ahora empieza a conocer, como Dostoievski o Cervantes. Aprende de diálogos o litigios y hace sus tareas. "Llegó muy tímida, pero poco a poco aprendió a escribir con el brazo izquierdo y soltó el bastón con el que caminaba.

Actualmente, está produciendo más cuentos que muchas internas", dice Reyes.

Todavía no ha olvidado la medicina, su pasión, y sueña con curar, aunque sea con sus palabras: "Pueden encerrar nuestros cuerpos pero nunca nuestras mentes".

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