20.12.10

El silencioso poder femenino

En Ese silencio, su más reciente obra, el escritor cartagenero Roberto Burgos escudriña aspectos del amor y del mundo de las mujeres

Roberto Burgos Cantor explora el universo femenino.foto:Gabriel Aponte.fuente:elespectador.com

Un hombre y una mujer se cruzan, alguna vez se amaron, fueron uno, ahora ha pasado tanto tiempo y tanto olvido que se ven y tal vez no se reconocen siquiera, tal vez sí, pero no hay encuentro, no hay nada. Si los cuentos o los poemas nacen de una palabra, de una idea, las novelas buscan el antes y el después de una imagen, esa es la imagen que acechó a Roberto Burgos Cantor para que pariera a María de los Ángeles y al médico, los protagonistas de Ese silencio (Seix Barral), su más reciente novela. Sin embargo, habría que preguntarse cuál de todos los silencios que se encuentran a lo largo de la novela es ese, al que él hace referencia en el título.

Escapando de la esclavitud y de los dolores de los migrantes africanos arrancados de raíz para ser malsembrados en nuestro continente, Burgos se metió en los vericuetos del amor, buscando un escampadero para los temores posteriores a una gran obra como es La ceiba de la memoria, finalista del Premio Rómulo Gallegos. Pero sin darse cuenta, esta historia venía agarrada de la pita de la tradición africana, de sus cantos, del mar y de otros dolores, los dolores del amor.

Burgos confiesa que siempre lo ha capturado el amor, que es su gran tema, y en esta historia llena del salitre que viene del mar Caribe, se expresa en muchas formas. Casi se podría decir que las recoge todas: la efervescencia del enamoramiento, encarnado en el primer encuentro de María de los Ángeles y el médico que terminará convertido en el desencanto de la convivencia. Y luego están Ascanio y su mujer, que personifican el poder de la costumbre y el respeto de la naturaleza del otro. En otro silencio, el de su casa en Bogotá, Burgos habló de Ese silencio.

¿Cómo se escribe una nueva novela después de un esfuerzo tan importante como el de 'La ceiba de la memoria'?

Laura Restrepo me dijo alguna vez que tras publicar algo lo mejor es seguir escribiendo. Si paras, se crean vacíos, dificultades para el nuevo arranque. Pero quería alejarme de la estructura, del lenguaje, del sufrimiento de la esclavitud. Esa idea de lo amoroso es menos duro que el mundo de la esclavitud. Indagando en lo amoroso encuentras elementos como la ternura, ese poder que tiene el amor para mantener a la gente fuerte ante la adversidad.

En esta obra se separa muy bien el mundo femenino del masculino. Y el primero es muy rico. ¿Cómo logra entrar ahí?

Hay una tremenda curiosidad porque lo que siento, aunque ese sentir uno nunca alcanza a razonarlo del todo ni a volverlo pensamiento, es que en el mundo de lo femenino hay más enigmas y misterios, más cosas por mostrar que en el mundo masculino. Alcanzo a ver que las mujeres manejan el mundo sin tanto estropicio. Diría que en las mujeres está el poder, y es tan puro que no se nota. Lo masculino es ruidoso, tumbamos floreros, gritamos.

¿Ese mundo femenino es una constante en su obra?

En el caso del Caribe, esa figura de la mujer madre es esencial, porque todo se mantiene mientras está viva. Ellas permiten que el mundo se haga. Y claro, me interesa acercarme con respeto. No sé si lo he logrado, pero me interesa mucho. Puedo darme cuenta de la predominancia en lo femenino de mi obra, como si la vida me mostrara que no es un capricho.

Los mundos femeninos han tenido menos presencia en el arte, porque hay algo en la mujer que no reclama ese espacio, que no revela necesidad de protagonismo. Está ahí sin gritería, sin torpeza.

Escolástica, por ser cantaora, es una mujer con licencia para vivir como hombre, es muy interesante ella...

En esos cantos había de todas maneras una relación con la vida productiva, con el campo, la cosecha, con la quema. Es sólo recientemente que esa música de patios comenzó a ser conocida. Son las mujeres de las que se nutre Totó, la Momposina. Eso no era espectáculo, era parte de la vida y así se vivía.

¿En qué momento se desarrolla la historia? Ese Carnaval que hay en Cartagena ya no existe...

Tal vez al principio de la segunda mitad del siglo XX. Eso que los cartageneros llamamos las fiestas de noviembre tenían una importante presencia popular, el calendario escolar terminaba para dar paso a estas fiestas. Había orquestas por todas partes, la gente salía disfrazado y el personaje característico era el capuchón. Los capuchones de esos años en la parte de atrás tenían una calavera, hacían referencia directa a personajes de la Inquisición. Pero esta tradición se empezó a perder cuando tomó fuerza el aspecto comercial del reinado, ya no se hace así.

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