4.12.10

Taibo II: “Yo soy un antiimperialista de Sandokán y Yañez, no de Lenin”

Estuvo en Buenos Aires presentando El Retorno de Los Tigres de la Malasia. Y se reedita su biografía del Che

Taibo II es políticamente incorrecto y antiimperialista furibundo.foto.fuente: Revista Ñ

En qué se parecen Sandokán, el Tigre de la Malasia, y el Che Guevara? Que lo conteste Paco Taibo II, que para escribir su última novela leyó toda la saga de Emilio Salgari. Se titula El Retorno de Los Tigres de la Malasia y es la que lo trajo a Buenos Aires hace unas semanas.

Además, invirtió años de su vida escribiendo Ernesto Guevara, también conocido como el Che, que ha vendido más de un millón de ejemplares en 18 países y 10 idiomas: la biografía más leída -que en estos días se relanza corregida y aumentada- del hombre que fue revolución en Cuba y hoy es millones de tatuajes, empezando por el brazo del Diez. Habla, entonces, Taibo, del Che y de Sandokán y su compañero Yañez: "Son personajes que se la juegan, que van a todo. Y que van envueltos en el mito: eso me gusta mucho, en la medida en que vivimos en días que tienden a despreciar los pensamientos mítico y utópico".

¿Cómo te marcaron las lecturas infantiles de Sandokán? Yo siempre he dicho que soy antiimperalista de Sandokán y Yañez, no de Lenin. Y entonces era quizás la saga que se prestaba más para mi arribo a la novela de aventuras, donde se encontraban más mis intereses, obsesiones. Y la fascinación por ese exotismo muy potente, que fue lo que me atrajo cuando lo leí, cuando niño, antes de Discovery Channel y National Geographic. El mundo era exótico. Y yo quiero que siga siendo exótico. Me atraía escribir una novela con los cocodrilos y orangutanes haciendo el amor, juegos de cartas inventados, la posibilidades inmensas que había de reinventar el mundo y al mismo tiempo de colocar en el centro la reflexión sobre el capitalismo: primero llegan las cañoneras y luego las telas escocesas.

La política sigue jugando un rol muy fuerte en tu literatura.

Me gustaba mucho personificar al imperialismo del Siglo XIX bajo la idea no de los imperios visibles y consolidados, sino bajo la forma de sus adelantados. En la novela es El Club de la Serpiente, los que van por delante marraneando para que llegue el imperio y se siente en el trono.

Los Tigres... empieza con tres nenas asesinadas. Imposible no pensar en los crímenes de Ciudad Juárez.

No lo pensé cuando lo escribí. Pero el horror lo traes dentro y vuelve. Ese fenómeno de los crímenes empezó con un psicópata, luego con un psicópata que desde la cárcel pagaba a una banda para que siguiera matando, para que dijeran que él era inocente, y luego se volvió una moda cultural en el sur de los Estados Unidos ir a asesinar a Juárez, porque Juárez es la impunidad. Y está el narcotráfico. Yo ya había escrito una novela sobre el narco, Sueños de frontera.

Me había adelantado diez años a lo que está pasando, y ya no quise escribir eso, quise escribir aventuras porque quiero luz al final del túnel. Me atraía mucho la idea de un montón de lectores felices al terminar la novela, es la tentación del happy end y la practico cuando me descuido.

Sos un escritor que elige ser accesible para un gran público: ¿a qué renunciás para lograrlo? Es evidentemente una elección, que me obliga a otras opciones. Me interesa un montón la experimentación, pero todos los días cuando me siento a trabajar pienso que deber estar en función de la narración, no como un placer en sí misma. De tal manera que controlo la técnica y el lenguaje para ponerlos al servicio de la historia. Creo que esta es la diferencia entre la generación del boom y la mía: nosotros elegimos, en términos generales, centrarnos en contar historias. Por lo tanto la experimentación la ponemos muy al servicio de las historias que queremos contar.

¿Cómo te animaste a la novela de aventuras, al salto de género? Hay una vocación maligna: en el momento en que te consideran el jefe de las biografías, el líder de la novela policial latinoamericana, escribes una novela de aventuras y a ver qué ponen en la etiqueta. Una irreverencia absoluta.

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