14.6.11

Al otro, a Borges, El Eterno

Hoy por hoy, en los ámbitos universitarios, se ha creado tal encriptación de la literatura de Borges que para llegar a entenderlo se inventan seminarios cuando lo propio es simplemente leerlo tal y cual lo leí, y lo sigo leyendo, sin arandelas de sistematización ni metodologías de categorización de difícil
Al otro, a Borges, el Eterno, es a quien le ocurren las cosas...


Tengo con Jorge Luis Borges, un deslumbramiento fascinante desde aquella remota tarde de mi adolescencia lejana, en mi formación de lector consumado y consumido cuando llegó a mis manos un librito de ensayos titulado, Qué es el budismo. Leí comprendiendo enteramente su erudición y su lógica metafísica, pues en la historia de la literatura, no hay, que yo conozca otro escritor tan preocupado, literariamente hablando, de la filosofía y sus expresiones más altas de los dioses y por supuesto, Dios.

Aquí cabe valerse de la propia expresión acuñada por él, que dice que, la metafísica es una rama de la literatura fantástica. Muchos años después, volví a usar esta expresión de Borges. La oyó una confundida estudiante de filosofía. Extrañada con tal expresión se la dijo a su profesor de carrera, y suscitó tal inquietud y preocupación en el ámbito universitario de la facultad que después programaron un exhaustivo seminario al que yo- felizmente- no fui invitado para tratar de llegar a entender a Borges.

Como una especie de burla y con un cierto síntoma de aversión siento cuando veo el brotado vientre de una embarazada, sé recordar la frase que dijo el Heresiarca, que la copula y los espejos son abominables porque reproducen a los hombres…

Hoy por hoy, en los ámbitos universitarios, se ha creado tal encriptación de la literatura de Borges que para llegar a entenderlo se inventan seminarios cuando lo propio es simplemente leerlo tal y cual lo leí, y lo sigo leyendo, sin arandelas de sistematización ni metodologías de categorización de difícil.

Después leí TODA su portentosa obra que en el orden de publicación desde su primer libro de cuentos titulado, asimismo, Ficciones, que para la época en Argentina, su natural territorio de lectores, alcanzó un notable reconocimiento. Estoy hablando de 1944 cuando yo todavía no estaba en el plan cósmico de la existencia.

En 1957, Borges ya tenía un reconocimiento internacional, gracias a los franceses. Imagino como yo quedaron deslumbrados de su prosa poética, clara y metálica. Por aquellos años de mi formación de lector,1973 recuerdo haber conocido a un pretendido aspirante a escritor que sólo buscaba la fama a como diera lugar, y no creaba obra, solía decir entonces que Borges nació en una biblioteca y de ahí su pasión por la lectura y escritura. Hasta tenía razón, ese perdido y oscuro escritor que quiso emularlo e intentó hasta copiarlo pero nunca alcanzó la profundidad original ni el tono tan único que trasciende la prosa inconfundible de Borges.

Años después en un taller de otros aspirantes a escritores, se asomó otro advenedizo escritor más a la fama que a la literatura cuyo nombre se volvió para mi inolvidable porque produjo unos textos que fueron publicados, valiéndose de las palancas de un crítico hoy fallecido, en un suplemento literario de un periódico de circulación nacional que durante muchas semanas mantuvo un aviso que buscaba un director. Ese inolvidable nombre es Hildebrando Velandia. Era que sus cuentos estaban cruzados de una rara mescolanza de la prosa de Rulfo con la imaginación de Borges. Yo no sé si ese nombre era de un escritor. Jamás volví a saber de él. De pronto cayó en la vorágine que empezaba a despertarse en el país, estoy hablando de los años 80 de entonces en el tráfico de esmeraldas , y por extensión, un pasito más adelante, al sangriento narcotráfico.

Recuerdo que compré La metamorfosis de Franz Kafka, en la edición de la editorial argentina Losada, donde en cuyos textos Gabriel García Márquez se descubrió escritor. Lo extraordinario fue que subrayé ciertas palabras que desconocía(Borges años después diría en una entrevista televisiva que hay que escribir con las palabras que conoce el lector y no obligarlo a ir al diccionario) Al ver mis palabras subrayadas, un hermano me dijo que nunca raye los libros, sino que extraiga en nota aparte lo que quiero del libro.

Por último, un sociólogo, metido a tallerista de un tradicional café literario de una biblioteca pública, se fascinó con la literatura de Borges, que exhibió un libro, que extrañamente era una traducción de una especie de autobiografía vertida del inglés, donde en este idioma, el argentino más universal empieza a contar cómo siendo bachiller en Ginebra, empieza a aprender por su cuenta, el alemán que se le hace un idioma preciso, y el francés le disgusta, y decide cuando empieza a escribir apropiarse de los ecos de estos idiomas y enriquecer la lengua, esa lengua de otro sabio escritor, Cervantes.

Y qué decir que otra argentina que se colombianizo tanto, la inolvidable Fanny Michey, usó en el primer Festival Iberoamericano de Teatro que ella fundó, sabiendo que por aquellos años se vivieron las primeras explosiones del sangriento narcotráfico del tristemente célebre Pablo Escobar Gaviria. Para realzar el alicaído autoestima colombiano, extrajo del cuento Ulrica, la expresión que dice un personaje, Qué es ser colombiano, Ser colombiano es un acto de fe.

Siempre diré que el mejor homenaje a un escritor que se fue de este mundo, es leerlo porque así sigue más vivo eternamente entre nosotros, los que todavía estamos vivos y seguimos leyendo simplemente a Borges.

Entonces yo apropiado de todo lo borgeano que ha escrito el propio Borges, empiezo a decir, parodiando su cuento Al otro, a Borges, el Eterno, es a quien le ocurren las cosas…

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