27.7.11

Invitan a leer, pero no miden impacto

No hay instrumentos que evalúen los programas de fomento a la lectura, a pesar de que son numerosas las iniciativas
Kilometros de libros. Niños poblanos beneficiados por esta campaña en comunidades rurales en 2002.foto.fuente:eluniversal.com.mx

A lo largo y ancho del país -aunque con mayor fuerza en el Distrito Federal-, se desarrollan campañas de fomento a la lectura impulsadas por distintos frentes; las hay provenientes de las instituciones públicas, la iniciativa privada y la sociedad civil; sin embargo, no existen mediciones sobre el impacto de la promoción de la lectura entre los ciudadanos.

En las estaciones del Metro y en parabuses, en las escuelas de educación básica, en casas y centros de cultura, en los hospitales y entre algunos policías y bomberos, a través de frases y anuncios en la televisión con cantantes y actrices de moda, mediante pequeños círculos de lectura o en presentaciones masivas "de lectores", se difunden mensajes que invitan a leer.

En México, hay una gran cantidad de estrategias que promueven el gusto por la lectura, pero en contraste se carece de mediciones que muestren los resultados de tales empresas e inversiones.

Algunos promotores y editores hablan de la necesidad de que se levanten encuestas por lo menos cada tres o cinco años para "ver cómo vamos"; otros más aseguran que las encuestas son innecesarias y que en México no se realizan porque lo único que hacen es "documentar el fracaso".

Lo cierto es que la única medición que se ha hecho al respecto data de 2005, cuando se levantaron los datos para la Encuesta Nacional de lectura que fue presentada por Sari Bermudez, entonces presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en 2006 y en la que se daba el dato de que los mexicanos leen 2.9 libros al año.

¿Mediciones para qué?

Daniel Goldin, quien formó parte del grupo de trabajo que elaboró el marco conceptual y la redacción del informe de la Encuesta Nacional de Lectura, asegura que cualquier política pública, tiene mayores probabilidades de éxito si está fundamentada en un conocimiento fehaciente de la realidad que se pretende intervenir.

Para el editor y escritor, las encuestas pueden ser útiles para conocer el campo de la formación de lectores y dice que la Encuesta Nacional de Lectores fue, "según especialistas del mundo entero, uno de los estudios demoscópicos más ambiciosos".

Tras esa Encuesta Nacional -cuyo levantamiento se hizo del 1 de noviembre al 7 de diciembre de 2005, entre 4 mil 57 entrevistados mayores de 12 años, en 29 estados del país- sólo se ha realizado una encuesta más sobre práctica lectores, la cual fue muy cuestionada.

Goldin recuerda que a finales del sexenio anterior, la SEP y el INEGI realizaron esa encuesta sobre prácticas de lectura y escritura en las aulas, con estudiantes desde preescolar hasta secundaria; sin embargo, asegura que esos instrumentos "desgraciadamente no han sido utilizados para fundamentar las políticas públicas, ni en cultura ni en educación".

Apenas hace unos días, la Organización de Estados Iberoamericanos, junto con otras instituciones, dio a conocer Las bibliotecas escolares en México. Un diagnóstico desde la comunidad escolar, un estudio valioso, pero que se concentra solamente en el Programa de bibliotecas de aula y escolares.

Sin embargo, para Elisa Bonilla, directora de IDEA, es un estudio modesto pero muy bien realizado que muestra cuál es la situación de las bibliotecas escolares. "Tenemos que medirnos periódicamente para ver si realmente hay avances o no, porque lo que nos pasa con estos estudios es que se hacen una vez y no se vuelven a hacer y no sabemos si mejoramos o empeoramos".

Gregorio Hernández Zamora, doctor en Lengua y cultura escrita por la Universidad de Berkeley, Estados Unidos, asegura que las encuestas son innecesarias porque cuestan mucho dinero -que debiera destinarse a mejores usos- y porque en sí no aportan soluciones ni acciones, y más bien fabrican o manufacturan apariencias.

"Además, como en el caso de las encuestas educativas o de lectura, lo único que hacen es 'documentar el fracaso', pues sus hallazgos reiteran cosas que sabíamos desde hace décadas sin necesidad de hacer encuestas nacionales", señala el también sociólogo.

Urgente dar continuidad

Nubia Macías, directora de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, dice que lo primero que se requiere es darle continuidad a los proyectos de fomento a la lectura para luego medirlos. "Si a los programas no les das continuidad, no los metes a profundidad, no puedes levantar resultados".

La promotora del libro asegura que con mediciones más certeras se podrá cambiar el perfil lector del mexicano:

Históricamente nos han dicho que los mexicanos no leemos, pero han considerado la producción de libros y creo que las encuestas tienen que ser por consumo de libro y no por producción, eso cambiaría muchísimo el índice de lectura".

Hernández Zamora sostiene que los mexicanos son lectores pero no del canon literario que promueve el gobierno; pero además, "en el caso particular de Conaculta y la SEP, las encuestas de lectura (y otras formas de evaluación estandarizada) no han contribuido ni un poquito a mejorar las condiciones de trabajo del magisterio, ni de los promotores culturales, ni mucho menos el aprendizaje de los alumnos".

Un país de excluidos

Gregorio Hernández Zamora no tiene ninguna duda de que fomentar la lectura en México también resulta un empeño extraño, pues se trata de un país donde la gran mayoría de la población está excluida o autoexcluida de la educación. Para muestra, dice que en el censo de población de 2010 los datos son aterradores sobre la escolaridad. "Más de la mitad de la población de 15 años y más (56.1%) tienen sólo educación básica (y ni siquiera completa); y sólo 16.5% de la población tiene algún grado aprobado en educación superior".

EI investigador, docente y diseñador educativo en temas como lengua escrita, enseñanza del español y mexicanos en Estados Unidos, afirma que los hábitos y las prácticas lectoras no son independientes del acceso de la población a la escolaridad, especialmente a la educación superior.

El panorama de México poco tiene que ver con España, donde se leen 8.9 libros al año y donde sí hay encuestas sobre lectura, aunque promovidas y a veces realizadas por las editoriales. Allí también se quejan, como en México, de que se venden pocos libros y la explicación que se da es que "casi no se lee".

Por el contrario, en Estados Unidos no se hacen encuestas sobre hábitos lectores porque les interesa mejorar el aprendizaje y el éxito escolar de toda su población, más que su lectura.

Pese a que existen más campañas de fomento a la lectura que diagnósticos, Daniel Goldin asegura que "en México no existen políticas públicas de lectura sino algunos programas y medidas que no contemplan el campo de la formación de lectores de manera sistémica ni sistemática".

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