13.9.11

Valenzuela: "La novela es estar en otro mundo"

Los libros y la literatura hacen parte del ADN de la escritora argentina Luisa Valenzuela, incluso, desde antes de nacer
Luisa Valenzuela ha sido profesora de las universidades de Nueva York y Columbia (EE. UU.).foto:Andrea Moreno.fuente:vive.in

Su madre fue Luisa Mercedes Levinson (1904-1988), también conocida por el seudónimo de 'Lisa Lenson', coautora de 'La hermana Eloísa', único cuento que Jorge Luis Borges creó a cuatro manos con una escritora.

Luisa Valenzuela (1938) creció en ese mundo en el que eran habituales los encuentros literarios a los cuales se daban cita, junto con Borges, otros queridos amigos de su madre, como Ernesto Sábato.

"Yo creo que son todas influencias, por suerte, indirectas, porque en mi generación había muchos escritores que querían escribir como Borges o como Sábato y yo quise separarme de eso, seriamente, porque los tenía demasiado encima", comenta la autora, quien estuvo esta semana en Bogotá, participando en el encuentro literario 'Las líneas de su mano', organizado por el Gimnasio Moderno.

¿Qué es escribir, para usted?

La novela es estar en otro mundo, simultáneamente, mientras estás haciendo tu vida cotidiana. Algo parecido ocurre con la lectura de la que te apropias. Y eso es lo que me interesa a mí con la escritura: permitir que el otro se apropie, no dejar las cosas tan descritas, tan armadas, de tal manera que no le das cabida al otro, es entrar en un diálogo.

¿Qué tanto le ha aportado el ejercicio del periodismo en la ficción literaria?

Me ha aportado y me ha desaportado, como suele suceder. Me aportó, sobre todo, el don de síntesis, el decir cosas muy breves con mucha información. Después, el periodismo es otra mirada a la forma de narrar.

¿Alguna vez recuperó, en ediciones posteriores, la escena de tortura que le obligaron a suprimir de su libro 'Como en la guerra', durante la dictadura?

Sí. Esa época de la dictadura fueron momentos atroces, que se sabían, pero que se diluían, porque -de todos modos- la vida seguía; sabíamos de las desapariciones, sabíamos del horror, pero había como una negación freudiana. 'Cambio en la guerra' fue anterior a la dictadura, pero, cuando salió el libro, llegó la dictadura militar, y esas dos paginitas, a las que consideraron peligrosas, las quitaron. Y claro, es otra la lectura de la novela, cuando se recuperan.

Usted ha sido una viajera incansable y su novela 'El mañana' reflexiona un poco sobre eso...

En los viajes, no solo uno circula por el mundo, sino que el mundo circula por uno y despierta otros viajes interiores. Son vías de acceso al conocimiento, que nos permiten ir encontrando filones de comprensión; y creo que, finalmente, para eso escribo, para tratar de entender.

¿Qué perspectiva da la distancia?

La distancia te permite ver por ahí los claroscuros mejor: cuando estás en el lugar, ves las cosas acordes con tu sensación del momento, las ves todas claras o todas oscuras, según el caso. En cambio, cuando estás lejos, empiezas a ver las sutiles sombras, y a mí me interesan mucho esos mundos que se transparentan. Yo nunca sé exactamente a dónde van mis novelas, y en ese sentido son un viaje, también, sin una meta precisa.

¿Cree que ha habido algún relevo generacional de narradoras?

Sin duda. Lo que pasa es que ya no tenemos tanto la distinción de escritura femenina. Nosotros tuvimos que luchar hasta imponernos. En los años sesenta, setenta, se trabajó mucho para que se oyera la voz de la mujer. Después, se pusieron de moda algunas escritoras, quizás menos complejas que las otras y, entonces, se comenzó a tener más en cuenta la escritura femenina. Ahora, ya por suerte, llegamos a lo que aspirábamos, que era formar parte de un todo, que es la literatura. Yo creo que la mujer escribe desde otros lugares, pero formamos parte de un corpus literario generalizado, pero sí hay escritoras jóvenes, por lo menos en Argentina, muy buenas.

¿Cómo ve a la Argentina actual?

Creo que estamos viendo varios cambios de paradigmas en la política mundial y en Argentina se ha hecho una cantidad de movidas muy interesantes, como lo que está pasando con los derechos humanos y con las mejoras en educación. Me parece muy valioso lo que está ocurriendo, y me siento muy contenta de estar en la Argentina ahora.

Una fascinación por el microrrelato

¿Qué encanto tiene el microrrelato, al que usted siempre regresa siempre?

Curioso, porque empecé con eso cuando no existía; ahora, hay toda una teorización. El microrrelato, esa condensación del lenguaje que a mí me fascina, esa posibilidad de decir tanto con pocas palabras, que es un desafío; por eso me gusta tanto el cuento, también. Claro que el microrrelato es más un juego, pero después encuentras esa 'cosita' en la palabra, que te traslada a otro lugar. Se mueve en esa línea de la poesía, porque toca con el poema en prosa, pero lo que pasa es que el poema permite una indefinición, mientras el microrrelato tiene que contar algo. El microrrelato más breve del mundo es uno de Guillermo Samperio, llamado 'El fantasma', que es una página en blanco.

¿Por qué le gusta coleccionar máscaras?

Pues, fíjate que ahora me pones a pensar en una cosa: la máscara es un microrrelato perfecto, porque cuenta toda una historia en ese espacio reducido y remite a todo un mundo y a un ritual. Me encantan, porque es una obra de arte para ser usada, que está viva cuando te la pones. En mi estudio tengo del carnaval de Barranquilla, de Sibundoy, de México, de Camboya, de China, de Java, de Bali, del carnaval de Basilea, de Venecia.

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