20.12.11

En la cuna de Cervantes

La catedral, la Universidad o la Calle Mayor son atractivos más que suficientes para visitar Alcalá de Henares
Calle de la ciudad historiada y culta: Alcalá de Henares, cuna de Cervantes. foto.Navia. fuente:elmundo.es

En la mitad del camino entre Madrid y Guadalajara, hoy un continuo de pueblos debido a su crecimiento, la vieja Alcalá de Henares constituye una parada obligatoria. No por nada es ciudad historiada y culta, sede de una antigua diócesis y de una Universidad recuperadas de nuevo después de siglos, cuna de personajes ilustres, comenzando por Cervantes y siguiendo por el cardenal Cisneros -dos de los hombres más influyentes del Siglo de Oro español- y solar de hasta nueve Monumentos Nacionales, lo que la ha hecho merecedora del privilegiado título de Patrimonio de la Humanidad, que sus vecinos luces con gran orgullo, tanto más cuanto que Madrid, la vecina ciudad que le robó durante bastantes años la capitalidad universitaria y eclesiástica de la provincia, ni siquiera podría soñar con alcanzarlo.

La catedral de los Santos Niños (aquellos Justo y Pastor martirizados en tiempos de Roma y sobre cuyas reliquias se asienta el noble edificio), la Universidad del cardenal Cisneros, la Capilla del Oidor y la Torre de Santa María, el Corral de Comedias (del año 1.600 nada menos), la soportalada Calle Mayor con la presunta Casa de Cervantes y sus pastelerías antiguas, el Hospital de Antezana (del año 1.483, pero todavía en activo), el Palacete-Hotel neogótico de Laredo o la famosa Casa de Hippolytus, superviviente de la ciudad romana de Complutus, la antecesora de la actual Alcalá de Henares, son atractivos más que suficientes para visitar la ciudad natal de Cervantes, que también lo fue en su momento del Arcipreste de Hita o del Presidente de la República Manuel Azaña, por poner sólo dos ejemplos.

Para ello un moderno Parador de diseño vanguardista pese a estar ubicado en un antiguo convento de dominicos ofrece sus nuevas instalaciones, que incluyen un fabuloso spa, así como la posibilidad de viajar gastronómicamente al tiempo de Don Quijote con sus duelos y quebrantos, sus galianos, su fastuosa olla podrida, sus migas o su salpicón de carnes. Y todo ello a veinte kilómetros de Barajas, el mayor aeropuerto de la península, y a veintiseis de Madrid.

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