18.1.12

El botánico y jardinero de la lengua

Un viaje al fondo de Cuervo capta el espíritu del filólogo colombiano del siglo XIX, Rufino José Cuervo, con un recorrido que refleja su contexto familiar, su biblioteca y su diccionario
Las estanterías hechas por Nadia Guacaneme albergan parte del Fondo Cuervo que presenta la muestra. foto:Daniel Gómez.fuente:elespectador.com

"'Todocopas', es eso, yo pienso que... yo no sé de dónde salió, yo no sé a quién se le ocurrió, pa' qué me voy a poner a decir que tales, que eso es de tal lado, no. Pero entonces, donde yo primero lo escuché fue en el barrio Las Cruces. Y en La Olla también se denomina esa palabra para decir que todo bien. De pronto, antes de utilizar esa palabra de todocopas, en La Olla hay un sujeto que se le dice 'campana'. Campana es el que avisa cuando está entrando la ley. Entonces cuando campana dice 'hágalo que todocopas' quiere decir que se puede hacer la venta. O sea, no es fácil que el muchacho sano sepa qué es todocopas. Sí, o sea, ése es un término como muy... cómo decir... el que saluda a un parcero, 'buenas ñero', es un término como muy callejero...". Éste es sólo uno de los audios que realizó la artista Bárbara Santos con diferentes personas de distintos grupos en Bogotá: unos raperos, unos vendedores de calle, una cachaca, unos campesinos, nos llevan a su mundo hablado en un lenguaje particular lleno de palabras que quizá muchos desconocen, a pesar de habitar la misma ciudad. La idea de estas grabaciones es reflejar el pensamiento progresista y moderno que tenía Rufino José Cuervo sobre la lengua como un ente cambiante y orgánico, gracias a su uso lejos de estigmas encerrados y de cuadrículas, y mostrar otra de sus obras más significativas, las Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, publicado en 1872.

Esta exposición, bien pensada, estéticamente interesante e inteligentemente concebida por sus curadores, Carlos Betancourt, Alejandro Martín, Patricia Miranda y Camilo Páez, hace que el espectador se acerque a la vida y obra de Rufino José Cuervo, a su biblioteca, a su diccionario, para conectar la historia con la actualidad, con la lengua castellana y su evolución, que finalmente fue su principal fuente de estudio y de trabajo. Parte de esas correspondencias son establecidas por los artistas contemporáneos invitados que crean diálogos con la obra de Cuervo, desde el dibujo de Carolina Ruiz y Manuel Kalmanovitz, desde lo conceptual de Juan Mejía y desde el registro auditivo, casi como un estudio etnográfico, de Bárbara Santos.

Es, en efecto, una oportunidad, no sólo para curiosear una fantástica biblioteca llena de tesoros, sino para descubrir la personalidad particular de su dueño y de despertar el interés por la lengua en el país.

Unas estanterías hechas por Nadia Guacaneme con materiales reciclados y un diseño vanguardista, albergan 1.800 libros que conforman tan sólo una parte de la biblioteca del filólogo, conocida como el Fondo Cuervo, agrupados por temas y épocas, junto a tesoros bibliográficos como la Biblia del Oso, diccionarios multilingües del siglo XVI y clásicos en ediciones antiguas en distintos idiomas. De ellos, 150 volúmenes están abiertos y dan cuenta de las múltiples dedicatorias que sus contemporáneos le escribían.

Una línea de tiempo no se limita a una lista de fechas y datos históricos. Citas, anécdotas, correspondencias, relaciones epistolares, abren la puerta para asomarse a la vida doméstica de Cuervo, a sus relaciones personales y familiares. Por ejemplo, se revela la cercana e íntima relación que tenía Rufino José con su hermano Ángel, sacada de una biografía que ellos mismos hicieron sobre su padre, La vida de Rufino Cuervo. Paradójico resulta que Ángel, su hermano inseparable, no fuera ni sea tan conocido y que se lo presente como una sombra, siendo que era él quien salía al mundo y realmente gozaba de los rayos del sol, mientras Rufino José estaba encerrado en estudios y libros. En el libro Cuervo íntimo, Boris de Tannenberg relata: "Don Ángel, vivo como la pólvora, curioso de la vida moderna y amigo de la elegancia y el confort, entendía en la administración doméstica, siendo su principal cuidado el de asegurar a su hermano, a quien adoraba y cuidaba como pudiera hacerlo una madre". Pocos quizá saben que la primera gran cervecería importante de Colombia perteneció a la familia: Cuervo Cervecería, fundada en 1868, vendida cuando se mudaron a Francia.

Fue en París, en la 3, rue Meissonier, donde Rufino José Cuervo vivió sus últimos días y donde planeó con determinación su testamento, en el que no dejó ni media tuerca suelta. Propiedades, acciones, su biblioteca, todo fue donado con el ánimo del interés y del bien común. También previó todo para dar continuidad y para que alguien más se ocupara de su proyecto más ambicioso, su tarea titánica, su enorme empresa de alcance casi infinito: el Diccionario de construcción y régimen, con el que llegó sólo hasta la letra D.

"No es fácil explicar en lo que consiste el diccionario de Cuervo, ya que no se parece a ninguno de los diccionarios que conocemos. Se trata de un intento de aproximarse a la gramática (a las construcciones verbales, adverbiales, pronominales) por el camino lexicográfico (la investigación "de campo", caso por caso, organizada alfabéticamente)", advierte Alejandro Martín, una de las personas que participaron en la curaduría de la muestra. Cada palabra registrada en el Diccionario tiene como una especie de árbol genealógico, pero de significados, que se respaldan en citas sacadas de su biblioteca de clásicos españoles para probar su uso correcto. La exposición lo muestra claramente. Dispusieron una pared entera para mostrar el recorrido de la palabra Acabar, identificando sus distintas acepciones ejemplificadas con sus respectivas citas de autores clásicos como Cervantes, Quevedo o Fernández de Moratín, todos sacados de la Biblioteca de Rivadeneyra. El artista Manuel Kalmanovitz plasmó en dibujos las que más le gustaban.

"Mi impresión va tan lentamente que da grima; es posible que en el mes entrante o en el otro le mande 160 págs. La corrección es penosísima; yo corrijo cada pliego 3 o cuatro veces, Ángel dos o tres y un joven que me ayuda, otra", le escribió Rufino José a Luis María Lleras en junio de 1884, año en el que publicó en París el Prospecto y el primer cuaderno, con la introducción, del tomo I del Diccionario de Construcción y Régimen.

Hay muchas hipótesis sobre las razones por las cuales no acabó el diccionario. Una de ellas fue la muerte de su hermano, Ángel, que lo ayudaba como coautor en la dispendiosa tarea. Quizá le resultó un esfuerzo descomunal continuarla solo.

Alguna vez se vio a sí mismo como un botánico y un jardinero. El primero, ocupándose de clasificar científicamente y con rigor académico las palabras, y el segundo, buscando la belleza y la poesía de las mismas. Todo con la intención de defender la lengua castellana.

En 1994 el Instituto Caro y Cuervo terminó el diccionario, añadiendo a sus citas los clásicos latinoamericanos.

Biblioteca Nacional.Calle 24 Nº 5-60. Tel.: 381 6464.Abierta hasta marzo.

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