21.2.12

¿Qué pintan las personas en esta democracia?

Galaxia Gutemberg publica las obras completas de María Zambrano, pensadora que auguró la crisis de Europa y de los sistemas de representación deshumanizados
Portada de las obras completa de María Zambrano

María Zambrano en 1920. foto: Wikipedia. fuente:lavanguardia.com

Impresionante el trabajo de Galaxia Gutemberg/Círculo de Lectores - y de Jesús Moreno, director del proyecto - con la publicación de las obras completas de María Zambrano.

En el primer volumen encontramos algunos de los títulos más importantes de la discípula – superándole en algunas ocasiones – de Ortega y Gasset. Si en El hombre y lo divino (1955) la pensadora señala ya que "occidente avanza hacia su suicidio", será en Persona y democracia (1958) – su último libro estrictamente político – donde Zambrano denuncia la creación de una sociedad no suficientemente humanizada y se pregunta, por lo tanto, sobre si la "razón vital" debe quedar confundida y reducida dentro de la "razón histórica".

Hacia una sociedad "humanizada"
María Zambrano, que escribe desde el exilio por haberse mostrado partidaria de la República, apuesta por una "sociedad humanizada" que defienda la democracia, pero no de forma ciega. Hay que reflexionar sobre qué queremos decir con ese concepto, dotarlo de contenido y significado, y no abandonarla a su propia deriva. La democracia es el mejor de los sistemas posibles conocidos, pero no porque sí, no por una tautología innata, sino porque debe permitir al individuo ser persona. O lo que es lo mismo, proporcionar el espacio necesario para poder realizarnos interiormente, desde un tiempo diferenciado.

La realidad histórica es movimiento, no una estructura fija. "Todo lo que el hombre quiere, primero lo sueña", nos recuerda. Por ello, la noción de esperanza será fundamental para la pensadora, que advierte que después del "movimiento revolucionario" vuelve la cotidianidad y puede aparecer, entonces, el rencor y la desesperación. ¿No nos ha pasado precisamente eso después de movilizaciones multitudinarias que han sido acogidas con cierto desprecio por la clase política?

El "éxtasis colectivo" de toda revolución, explicado como un momento de unidad compartida, puede dar lugar a la demagogia si la persona no tiene un rol fundamental dentro de la democracia, más allá del grupo: "No hay crisis, lo que hay es orfandad".

Pensamiento y acción
"El hombre puede estar en la historia de varias maneras: pasivamente o en activo", apunta Zambrano en las primeras líneas de su ensayo. Nos avisa: "Nada hay que degrade y humille más al ser humano que el ser movido desde fuera de sí mismo". Parece que Zambrano, que no vivió el auge de la especulación financiera y los créditos basura, entienda el designio de los mercados. La actualidad de sus textos es sorprendente.

El propio Ortega y Gasset decía que "Europa es un equilibrio". Su discípula le contestará: "Si deja de ser un equilibro para ser lo contrario, no es". En aquellos años Sarkozy y Merkel eran tan sólo unos bebés, seguramente adorables.

Interesante también es la cuestión del tiempo. El individuo, para ser persona, necesita pensar. La inmediatez de nuestros días pone en peligro esa necesidad, y la pensadora, que no podía ni imaginar qué quiere decir el frenetismo que nos impone la red, escribe: "un régimen político se le puede juzgar por el ritmo que imprime a todo el pueblo". Así, en tiempos de crisis - que es cuando "pasado y futuro luchan entre sí" - "existe una minoría creadora que se adelanta abriendo el futuro en el pensamiento".

Zambrano nos explica, también, la fascinación por "la medio-verdad, la chispa de verdad envuelta en algo que brilla". Y parece, otra vez, que conozca cómo se articularán algunos movimientos y fenómenos sociales, que son rebajados por algunos gracias a las etiquetas y las generalizaciones. "Un título a veces basta, y se convierte en eslogan, en tópico, adquiere carácter de dogma recién descubierto". ¿Cuántos de nosotros hemos hablado de "sociedad líquida" o de "indignados" antes de leer a Bauman o Hessel?

La falsa representación
Por lo tanto, lo que está haciendo la filósofa no es subestimar la fuerza de la unidad de los ciudadanos, sino que se percata que cada una de las personas deben ser portadoras de pensamiento para - en vez de divinizar a la democracia – modificarla constantemente: "descubrir un camino, abrirlo, trazarlo, es la acción más humana porque es al mismo tiempo acción y conocimiento".

La historia, nos dirá, "no es un simple pasar de acontecimientos, sino que tiene su argumento". Un drama, utilizando sus palabras, que requiere de la persona, y no sólo del grupo que repite consignas pre-establecidas.

Más allá de la crisis económica, vemos cómo la representación política se ha ido convirtiendo, poco a poco, en algo demasiado parecido a un simulacro. Si la democracia es, simplemente, votar cada cuatro años, y después el dirigente puede tomar sus propias decisiones - contrarias a las que prometió y por las cuales ha sido elegido -, poco podemos hablar de democracia real. Por ello, Zambrano piensa que "la historia ha de dejar de ser representación, figuración hecha por máscaras, para ir entrando en una fase humana, en la fase de una historia hecha tan sólo por necesidad, sin ídolo ni víctima, según el ritmo de la respiración".

La libertad se crea
Hay, pues, en toda su filosofía una invitación a la creación de pensamiento. De la crisis no se sale si no se inventan alternativas: "aunque sorprende a primera vista, la historia más seria se ha hecho a ratos, jugando. Juego y seriedad no son incompatibles". Vivir es transitar. Si la consciencia histórica es fundamental porque "es signo de que aparece un horizonte adecuado", más importante aún es "insertar el conocimiento en el proceso de la vida de cada uno". De ello, de la vida personal y la vida histórica, depende nuestra libertad.

La mala noticia: estamos en peligro. "La fatiga y la incertidumbre en las épocas de crisis, el resentimiento y aun la desesperación, son el terreno preparatorio para la destrucción de la persona" y, por lo tanto, se abren todas las puertas para que entren los absolutismos más olvidados.

La buena noticia: todo depende de nosotros mismos. Aunque nos pidan "el sacrificio" como individuos, "la persona está siempre más allá". El demagogo, sigue Zambrano, "desprecia al pueblo, su finalidad no puede ser otras que reducirlo a masa". La situación es todavía más degradante en el caso del que está sin trabajo. Se le trata como "un tornillo que sobra, una rueda sin máquina donde dar vueltas". Pero "no hay una razón para que la imagen del orden sea la de un edificio más que la de una sinfonía". Es cuestión de pasar del diagnóstico a descubrir los nuevos instrumentos.

Hay que crear otra forma de tiempo porque, en realidad, no hay tiempo que perder. Esa es la urgencia.

Zambrano advirtió que Occidente avanzaba hacia su suicidio

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