20.9.12

Junot Díaz: “Lo más duro fue convertirme en artista”

Ganador de un Pulitzer por su primera novela La maravillosa vida breve de Óscar Wao, el escritor dominicano acaba de publicar en inglés un nuevo libro de cuentos y aquí habla de sus ideas sobre la estética y los legados del colonialismo

DÍAZ. Uno de los pocos dominicanos devenidos artistas en Estados Unidos.foto.fuente: Revista Ñ.

"Una de las mejores cosas de ser un escritor en Washington Heights es el total anonimato. Yo estoy acá todos los días, pero por alguna razón, la gente piensa que no. Es increíble. Deben estar acostumbrados a todos los otros artistas que viven en otro lado”, dice Junot Díaz al público, compuesto mayormente por dominicanos, que lo escucha  durante un evento para apoyar a una librería comunitaria de este barrio, en el norte de Harlem. En Washington Heights se encuentra una de las comunidades latinas más grandes de Nueva York. En casi cualquier negocio, a esta altura de la avenida Broadway, se habla en español y la mayor parte de la población es de origen dominicano. Esto, que el novelista acaba de contar con aparente ligereza, casi una broma, se relaciona con algo que ha señalado otras veces: no es habitual que un inmigrante dominicano en Estados Unidos, proveniente además de una familia muy pobre, se convierta en artista. Tal vez por eso, aun siendo un escritor profundamente comprometido con su gente, nadie espera cruzárselo en el barrio. Junot Díaz agrega: “Como sabemos, ésta es una comunidad trágicamente desprovista en lo que respecta a los libros. Y yo soy alguien que fue  creado por libros. El único motivo por el que estoy acá es porque alguien los amaba tanto como para intentar ponerlos a mi disposición”. En Word up, la librería en la que sucede esta conversación, se venden a muy bajo precio obras en inglés y en español y también se realizan eventos en ambos idiomas. Sin embargo, la existencia de este lugar, al igual que la del novelista, parece ser algo extraño. En los últimos tiempos, cuentan los vecinos, se cerraron varias librerías de la zona. Junot Díaz dice con entusiasmo que estar acá es lo mejor que me pasó este año.

Cuando más tarde le preguntamos cómo, en una vida con “la tarjeta de baile llena” –según sus propias palabras–, este evento es lo mejor de 2012, contesta: “Para mí, es un triple regreso al hogar: libros, dominicanos y activismo. Un triunvirato perfecto, y casi nunca lo tengo. Pero más simple: creo en el proyecto y creo en la comunidad con todo mi corazón”.

Junot Díaz llegó a Estados Unidos, más precisamente a Nueva Jersey, a los seis años de edad. En La maravillosa vida breve de Oscar Wao, su primera novela y su obra más premiada, cuenta la historia de tres generaciones de una familia caída en desgracia durante la dictadura de Trujillo. Buscando los motivos de la infelicidad de Oscar, un muchacho también de Nueva Jersey obsesionado con el cómic y la ciencia ficción, la novela hace un viaje de regreso a República Dominicana.

-Una de las particularidades más notorias de tu escritura es el inglés tan marcado por el español dominicano.  ¿Fue sencillo elegir ese lenguaje propio como el lenguaje de tus relatos? ¿No estuviste tentado de neutralizarlo?
-Créeme que la batalla más dura fue simplemente convertirme en artista. En una cultura como la mía, donde el dinero y el prestigio capitalista son los valores más altos, donde las artes son trivializadas y desvalorizadas, comprometerse con el arte requiere mucho más coraje que el que te puedas imaginar. Pero, ciertamente, yo vivo en Estados Unidos, donde el español es frecuentemente considerado como la lengua negra de Mordor. Incluso mis padres no querían que aprendiera español, ellos pensaban que mi vida iba a ser más fácil si sabía solo inglés. Yo no estaba de acuerdo, por supuesto. No podía imaginarme un american future sin el inglés y el español, y uno debe escribir para el futuro, ¿no?

Esta noche Junot Díaz quiere conversar, dejar para el final la “habitual, unidireccional y dictatorial” pose de lector y hablar de lo que el público prefiera. Enseguida comienzan las preguntas: “Junot, ¿por qué nuestros jóvenes no leen?”; “Junot, ¿qué haces cuando no puedes escribir?”. Sus respuestas no son las de un maestro. Están plagadas de fuck up y this shit, pero también de frases en español y de otras expresiones, como compasión y amor, que algunos escritores tratan incluso con más cuidado. Podríamos apurarnos a decir que no le tiene miedo a las palabras, en un idioma ni en el otro. Sin embargo, La maravillosa vida breve... empieza justamente hablando del temor a una palabra, una de las más graves en la historia de América: “En Santo Domingo (...) el propio nombre del Almirante ha llegado a ser sinónimo de las dos clases de fuku, pequeño y grande. Pronunciar su nombre en voz alta u oírlo es invitar a la calamidad a que caiga sobre la cabeza de uno o uno de los suyos”. El fuku es, por supuesto, una maldición.

Una chica del público quiere saber cómo es para Junot escribir y le cuenta su propia experiencia: “Yo cuando escribo o canto siento que el universo corre por mis venas. “¡Diablo!”, exclama él en español, un poco asombrado, otro poco irónico. “Yo tengo exactamente el problema opuesto. La trascendencia no llega a mí a través del arte. Probablemente uno de los más grandes artistas dominicanos sea Tony Capellano. El dice que, si pudiera devolver su talento, lo haría en un segundo. Yo soy como Tony, si pudiera devolver este hijo de puta, lo haría. Pero no puedes devolver tu alma. Es una llamada y todo el mundo sabe que una llamada puede ser algo terrible porque es algo que no eliges. Y no es una forma de vanagloriarme. Simplemente es así”.

Al escribir, explica Junot, él no experimenta una sensación de triunfo o de trascendencia, tampoco de alivio; lejos de eso, le resulta una tarea muy ardua.

Creo que está lleno de artistas que son buenos en algo que les es difícil, pero la mayoría son muy buenos en algo que les resulta fácil. Y necesitamos más de estos artistas que encuentran lo que hacen difícil, porque es ese proceso de perdonarte a ti mismo lo que produce el arte más glorioso. Desde mi experiencia, muy pequeña, siempre me ha parecido que lo que define el éxito de un artista no es la persistencia ni el entrenamiento, ambos necesarios, sino la compasión. Y la compasión empieza en casa. Pero vivimos en una sociedad en la que no nos enseñan la compasión. Yo vengo de una familia militar, una fucking familia militar dominicana. Mi padre fue partidario del Trujillato. Yo estoy a la izquierda del súper progresismo porque mi padre fue directamente fascista. Es así, son cosas que pasan. Y no hay perdón en una familia militar. Esa es una terrible forma de crecer. A veces la primera reacción no debe ser culpar, sino perdonar. Pienso que, ya sea que vivas en una versión más explícita de esa cultura dominicana o menos explícita, la mayoría vivimos en un régimen de falta de perdón.

-¿Te parece que esto ha cambiado en los últimos tiempos? ¿Ha cambiado por ejemplo para los inmigrantes latinos en Estados Unidos?
-Por supuesto que no conozco a toda la comunidad latina en Estados Unidos, solo un pequeño grupo de gente. ¿Han cambiado las cosas? Depende de quién responda las preguntas y quién las pregunte. Muchos de los jóvenes pobres con los que trabajo en la escuela pública, creo que no dirían que la cultura en la que viven se ha vuelto más compasiva. Si se señala un problema, al menos se abre la posibilidad de mejorar las cosas. Cuando se dice que las cosas ahora son mejores que en el pasado, eso siempre me parece una excusa. Pero yo no soy experto en nada, ni siquiera en mi propia vida.

-Hace un rato también decías que los dominicanos se odian a sí mismos porque eso les enseñaron, porque crecen escuchando que “los dominicanos no son nada”. ¿Pensás que ese sentimiento se puede convertir en fortaleza?
-Hablaba sobre el papel que el odio a uno mismo juega en mi comunidad, pero no nos engañemos: el odio a uno mismo es común en todas las comunidades de América Latina. Las personas no blanquean su piel, estiran su cabello, se hacen cirugías plásticas sin parar porque tienen una imagen de sí mismas extremadamente saludable. Sé que es mucho más complicado, pero es un problema general en toda América Latina. El auto-odio es uno de los legados más venenosos del colonialismo y algo con lo que cada individuo tiene que luchar. Pienso que luchar contra ese veneno y encontrarse a sí mismo en el proceso es una fortaleza, es lo que nos hace humanos. ¿Quién tiene más coraje? ¿La mujer que da una batalla y la gana o las mujeres que dicen de entrada que no hay batalla mientras a su alrededor nuestros jóvenes en los pueblos continúan considerando que la gente blanca y con dinero es más humana y más bella que ellos mismos?

-Sueles decir que lo que te acercó a los libros fue la necesidad de explicaciones,  que ahí encontraste un lenguaje para tu propia experiencia. ¿Te parece que es tarea del escritor dar lenguaje a una realidad que todavía no lo tiene?
-Ciertamente. La exploración de los silencios a través del lenguaje es una de las tareas centrales de lo que yo considero la escritura. El poder, la impunidad y la opresión operan en silencio, y el silencio es un horror que ningún niño debería heredar ni ser obligado a vivir. Romper un silencio es aumentar la suma total de la alegría del mundo.

Antes, cuando estaba terminando la charla, una mujer le pregunta cómo logra crear personajes femeninos tan creíbles. Y es verdad que, al leer su novela, resulta sorprendente la cantidad de páginas acerca de la hermana, la madre y la abuela de Oscar Wao.

 Junot responde: “Yo no estoy convencido, pero gracias por decir que lo hago bien. Es una regla simple: si eres un escritor varón, te tienes que acostumbrar al hecho de que eres un desastre escribiendo sobre mujeres y que la peor escritora es mejor escribiendo acerca de un hombre que el mejor de los escritores varones, acerca de una mujer. Tanto en Santo Domingo como en Estados Unidos, toda la vida nos han dicho que las mujeres no son seres humanos y que no tienen una subjetividad independiente. Y como creces con eso, es una gran sorpresa cuando vas a la universidad y ves que ¡Oh, las mujeres hacen lo mismo que yo y mucho mejor! La forma en que los hombres escriben sobre las mujeres es igual a cómo lo hacían en la Epoca Victoriana. Lo primero es admitir que, debido a tu privilegio, tienes una idea muy distorsionada de la subjetividad de las mujeres y que, sin una enorme cantidad de ayuda de ellas, no vas a lograr nada”.

-En septiembre publicarás un nuevo volumen de relatos “This Is How You Loser Her” (Penguin) que saldrá primero en inglés, ¿qué podrías contarnos de ese libro?
-La mayoría de las historias ya han sido publicadas en The New Yorker. Es un libro sobre el amor fallido, sobre un joven dominicano que actúa como el típico hombre latino y descubre que esa fórmula particular solo lleva al dolor y el arrepentimiento. Es un libro sobre la posibilidad de segundas oportunidades. Creo que va a ser el último libro de relatos que escriba. Honestamente las novelas parecen mucho más fáciles que los relatos breves. En las novelas puedes cometer errores, en los cuentos se hacen demasiado evidentes.

Al final de la noche, antes de leer uno de estos relatos, Junot Díaz se burla de sí mismo: “¿Alguien estuvo en el campo en Santo Domingo?”. Su nuevo libro de cuentos, dice, lo hace sentir como cuando, a su abuelo, le presentaban a una niña recién nacida. La pregunta era: “¿Pero cuándo viene el macho?”. Su sensación es parecida: “¿Y cuándo llega la novela?”.  Cuenta que ya la está escribiendo y que va a tratar de una invasión alienígena a Santo Domingo. “Parece gracioso, pero también es una historia terrorífica. Si eres de República Dominicana sabes que no existe lugar más invadido”.

No hay comentarios: