13.10.12

¡Indias!

El año pasado, en esta misma fecha, @hectorabadf consignó en su cuenta Twitter: “No voy a celebrar ni a execrar (¡en español!) el 12 de octubre. Somos el puñal y la herida; los nietos del violador y de la violada” 

Ilustración/Internet./elespectador.com



Por su parte @luisharistizbal habló de “Cristóbal Colón, inventor de la colonoscopia de los europeos a los americanos”, y según Ricardo Ostuni, un historiador argentino, Colón se dijo: “¿A dónde carajo habré llegado que aquí todos me reciben en bolas?”. Alguien citó a Rodrigo de Triana: “Qué ¡Tierra! ni qué ¡Tierra!, joder, lo que grité cuando vide aquesas mozas en pelotas fue ¡Indias!”, y a @animesa, Speedy Manizales, le confirmé que en el Puerto de Palos sabemos desde 1492 que Rodrigo de Triana, al ver cuer[p]os tan gentiles, vociferó “¡Indiaaaaaaaaas!”. Un tuitero español recordó que “a estas horas en 1492 estábamos descubriendo a los sudacas”, y @MissDislexia recomendó ver en Youtube la Cantata del adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras, de Les Luthiers: “Nos descubrieron, ¡por fin nos descubrieron!”.
Implacable en el humor negro fue @eldiosquenoreza: “Hoy no hemos tenido clase. Muchas gracias a todos los indígenas asesinados”; @Joansinmiedo relató desde Cataluña haber visto en México “soldados chamaquitos que desfilan para celebrar cómo exterminamos a sus ancestros”; y @ChumelTorres aseguró que “si a Colón le hubiesen advertido de Arjona, se daba la media vuelta y cancelaba todo”.
Y para terminar el cuento, creo que debo narrar una anécdota que viene hoy como yelito al güisqui. En 1991 me llamó desde Lausana (Suiza), una buena amiga, la escritora Helena Araújo, colombiana a carta cabal. Estábamos en vísperas del fementido V Centenario, y Helena, que es de armas tomar (no en vano su padre fue ministro de las Fuerzas Armadas), me contactó para que yo colaborase en unos actos contra semejante mascarada. Por supuesto, yo compartía sus puntos de vista, pero no podía ignorar lo que Helena sí estaba ignorando en base a puros plurales donde me implicaba, algo que a fin de cuentas volvería surrealista mi intervención en tales actos. De manera que tuve que decirle: “Estoy de acuerdo, Helena, pero me parece contraproducente que yo participe. Fíjate que al incluirme en esos plurales latinoamericanos te estás olvidando de que yo soy español”. Se produjo un silencio al otro lado de la línea, y al cabo me llegó la inapelable sentencia. Helena me ordenó: “Te lo prohibo”. Y así es: lo queramos o no, ustedes y yo, soy su compatriota, y me siento arrechamente, berraquísimamente orgulloso de serlo. ¡Pues eso, joder! [con un fuerte acento peninsular que nunca tuve].

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