7.12.13

"Luther el origen": la precuela perfecta en forma de novela negra

Luther es excesivo, está al borde de la locura, no tiene una relación muy estricta con las normas, ni con las jerarquías, ni con las leyes sagradas del trabajo policial. Es brutal y violento. Es adorable. La serie es magnífica, el libro está a la altura. Lean y disfruten

Portada El origen de Neil Croos./elpais.com


Neil Cross (Bristol, 1969) es el creador de uno de los mejores personajes policiales de la historia de la televisión. Luther, interpretado de manera sublime por Idris Elba, es un policía obsesivo hasta límites insospechados, bueno, capaz de casi cualquier cosa para que el mal pague por sus actos o al menos para que los inocentes tengan alguien que luche por ellos. Viendo la magnífica serie, ignorante de mí, dije en Twitter que Luther era un personaje por el que el 90% de los escritores del género negro darían un brazo. Me llega entonces un mensaje de Óscar Palmer, excepcional traductor y alma de Es Pop ediciones, y me dice que Cross ha escrito la novela, que es buena, que hace justicia al personaje. Y aquí estamos.
Luther. El origen (Es Pop, traducción de Óscar Palmer) es una demostración de la capacidad de Cross para crear un personaje único y ponerlo al límite, para apabullar al lector con un ritmo incansable, para llevar a la novela lo que ya había triunfado en la televisión. Un libro para amantes de la serie y para aquellos que no la hayan visto, una exploración del infierno que vive un personaje único.
Luther. El origen es una precuela en todo el sentido de la palabra. Su escena final es el principio de la serie de la BBC, sin que por contar esto vaya a desmerecer para nada el libro. Al contrario. La historia es tan buena, los demonios internos que afligen al detective John Luther están tan bien retratados, el personaje está llevado al límite con tanta maestría que no importa el desenlace. Y eso que es bueno, duro.
Luther (1)Aviso para creyentes en el bien absoluto: Luther hace el mal, se salta la ley, agrede e intimida a testigos, amenaza y golpea a delincuentes; Luther hace lo que sea necesario para resolver el caso. Y esta actitud le mete en una espiral imparable de la que no sale. Su proceso autodestructivo se lleva por delante todo: sus relaciones personales, su futuro policial, su salud.
Para quienes hayan visto la serie, en este libro Luther ahonda un poco más en los fallos de la relación con Zoe, su esposa, su compañera del alma que no puede más. Hay diálogos muy buenos en los que se ve esa relación, en los que se observa la desesperación de Zoe porque “en algún momento del camino, aquel muchacho se había unido a los muertos y Zoe se había pasado años haciéndole señas desde una orilla lejana, intentando hacerle volver”. Luther forma parte de ese glorioso grupo de desdichados, antihéroes policiacos (Harry Bosch, John Rebus, Charlie Parker, Lew Archer...) cuya vida marcada para siempre porque se preocupan más por los muertos que por los que se han quedado.  Un pequeño ejemplo:

ZOE: Pero aquella noche, cuando estabas borracho, estabas furioso,  y quiero decir realmente furioso. Dabas miedo.
Luther se vuelve hacia ella, no recuerda nada de aquello.
- ¿Furioso con qué?
- Con los chistes que habían contado. Los policías, el forense, los de la ambulancia. La falta de respeto. Dijiste que la cosificaban exactamente igual que haría un asesino. Y estabas furioso contigo mismo por no haberles llamado la atención. Por no haberles dicho que fuesen más respetuosos.
- Era un crío.
- Y te preguntabas si no habrías cometido un terrible error, si no habrías seguido el camino equivocado ingresando en la policía. Fue la primera vez que planteaste la posibilidad de dejar el cuerpo. Hace dieciséis años. Y llevas hablando de dejarlo desde entonces.
- Lo sé.
- Pero no lo has hecho.
- Lo sé.
- Ni lo harás nunca.
Luther no responde a eso. ¿Cómo podría?

Como en toda buena novela negra, la nómina de secundarios está muy bien cubierta. Además de la propia Zoe, el freak de la informática Benny, o la super jefa Rose Teller aparecen muy bien perfilados detrás de nuestro gigante. Y el malo es muy malo, pero no es maniqueo, no es bobo, es real.

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