23.1.14

El libro prohibido contraataca

A pesar de una extendida lucha contra su publicación, el manifiesto de Hitler, Mi lucha, sigue gozando de gran popularidad. En 2015, el texto pasará al dominio público

Mi lucha, el libro de Hitler, fue publicado en 1925./Wikipedia
Adolfo Hitler, El Mal del siglo XX./elespectador.com

El poder de la palabra es un libro que cerca de 90 años después de haber sido escrito continúa siendo un objeto casi mitológico: una criatura, no exenta de cierta fantasía, cuya influencia es más grande que las fronteras; un texto en el que las palabras resuenan a través de las generaciones trayendo un significado renovado con cada lectura; un discurso que, pareciera al menos, es inmortal.
Todo esto es cierto, pero por todas las malas razones. Mi lucha, el libro de Adolf Hitler, sigue siendo un asunto atravesado por la evidente controversia de ser el manifiesto de algunas de las peores ideas de la humanidad (aunque la competencia es grande), ideas que aún hoy resultan atractivas para muchos.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el texto pasó a ser parte del pasado que era necesario superar. En países como Austria y Alemania se erigió de inmediato un muro alto y bien vigilado para rodear el acceso a cualquier tipo de material que divulgara la ideología del nacionalsocialismo (aunque las reglas han cambiado en ciertos casos, la reimpresión o publicación de nuevas ediciones del libro continúa siendo un obstáculo). La prohibición se extendió a otros lugares como Francia, Holanda, Polonia y Rusia (en donde fue formalmente prohibido en 2010), entre varios más.
“En este trabajo me dirijo no a los extraños, sino a los seguidores del Movimiento, cuyos corazones están con éste y quienes quieren estudiarlo más a profundidad. Sé que pocas personas son persuadidas por la palabra escrita, más lo son por la palabra pronunciada, y que cada gran movimiento en este planeta debe su crecimiento, no a sus escritores, sino a sus oradores. Sin embargo, para producir una equidad y uniformidad en la defensa de una doctrina, sus principales fundamentos deben estar consignados por escrito. Estos dos volúmenes serán las piedras angulares de este trabajo conjunto”, dice Hitler en su libro.
Erradicar el pasado fue para los aliados una prioridad tan alta como ganar la guerra, pues la victoria militar es siempre posible, pero alterar la historia, bueno, eso viene a otro precio. En 1943, los británicos propusieron que cuando los nazis cayeran todas las copias existentes de Mi lucha deberían ser convertidas en pulpa para reimprimir los libros que Hitler quemó en los países que había invadido.
El presente es diferente. Hace apenas unos años, una de las varias ediciones del texto vendió en Turquía algo así como 100.000 ejemplares en apenas un par de meses. Las cifras provienen de la Iniciativa para la Prevención del Odio, que monitorea de cerca el alcance del libro en el mundo; un libro prohibido, al menos en cierta parte, pero que no por eso deja de ser leído.
El texto es uno de los más populares en varias categorías de la tienda en línea Amazon (quizá la vitrina de libros más grande del mundo), aunque varias ediciones pueden encontrarse gratis en línea sin mayor problema.
Como escribió el periodista norteamericano Chris Faraone: “En Amazon hay más de 100 versiones de Mi lucha en todos los formatos impresos y de audio imaginables, desde versiones antiguas con pastas duras hasta nuevas ediciones de bolsillo. De esas cien variaciones, apenas seis son libros electrónicos, pero todos están entre los diez libros más vendidos en general. Y esto es sólo para las copias que la gente paga”. Se estima que desde su publicación en 1925 se han impreso más de setenta millones de copias del libro.
Como tantas otras cosas, la entrada de internet probó ser el vehículo ideal para destrozar el cerco que cuidadosamente se había construido alrededor de Mi lucha. Uno de los obstáculos para la difusión del libro es la propiedad de los derechos de autor, que con unas pocas excepciones descansa enteramente en el estado federal de Baviera, en Alemania.
Éste ha luchado en varios casos y bajo diferentes legislaciones para evitar la publicación de nuevas ediciones del libro. Una de sus más recientes acciones tuvo lugar en 2012, cuando detuvo una edición alemana de cien mil ejemplares que, además del texto de Hitler, llevaba anotaciones detallando las implicaciones y consecuencias históricas del escrito. La publicación se evitó invocando una violación de los derechos de autor.
Si la idea es bloquear el acceso a Mi lucha, la tarea ha sido infructuosa, por decir lo menos. Y en el futuro quizá sea imposible. Para el final de 2015, el texto de Hitler, el libro prohibido, pierde los derechos de autor y entrará así al dominio público: en otras palabras, cualquier persona podrá editarlo sin pagar regalías o pedir la aprobación del estado de Baviera; si esto es legal o no, ése es un asunto que depende de cada país.
En su momento, Peter McGee, el editor de la edición alemana detenida, aseguró que su fin era volver accesible el texto “para que la gente pueda verlo por lo que es y después desecharlo: una vez expuesto puede ser relegado al olvido de la literatura”.
El punto que toca McGee resulta particularmente interesante, pues el cerco alrededor de la publicación del texto prohibido no ha impedido que la ideología nazi continúe reclutando fanáticos, extremistas. En últimas, la historia nunca pudo borrarse ni modificarse y, bueno, el pasado continúa vivo. Mi lucha era una de las lecturas de Anders Breivik, el asesino noruego que en 2011 masacró a setenta y siete personas en su país (uno de los invadidos por los nazis). La derecha francesa más recalcitrante, comandada por la demencia antisemita de Jean-Marie Le Pen, fue una de las fuerzas políticas más importantes en las elecciones presidenciales que ganó François Hollande. En 2012, el gobierno alemán publicó los resultados de un estudio de dos años de duración que aseguró que uno de cada cinco ciudadanos alemanes aún albergaba creencias antisemitas. Las cosas van así.
La red ha permitido una distribución masiva del texto de Hitler por la naturaleza misma de la tecnología, pero también porque da cierto nivel de privacidad e intimidad que quizá no ofrece una librería. En últimas, nadie se da cuenta de quién compra el libro y esto puede ahorrar vergüenzas e incluso penas de prisión, de acuerdo con Faraone.
Para 2015 se espera que el estado de Baviera publique una nueva edición de Mi lucha, la primera que gozará de distribución masiva en Alemania desde 1945 y que contará con extensas anotaciones de académicos que buscan desmitificar el texto de Hitler.
Pero más allá de las facilidades de descargar, comprar y leer, resulta llamativo, cuando menos, que después de toda la educación en contra del nazismo, del ascenso de términos como derechos humanos, del reconocimiento casi masivo del Holocausto, el manifiesto de Hitler continúe gozando de una popularidad que se extiende mucho más allá del interés por la historia. Como sucede con otros productos, el odio y la violencia son fuerzas poderosas, verdaderos motores del mercado. La locura se da silvestre: nada nuevo.

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