28.3.14

Onfray:"Preferimos la ficción que nos hace felices a la realidad incómoda"

El pensador francés, autor de  Contrahistoria de la filosofía, habla en Madrid de La Villa de los Papiros y de su proyecto de recuperación de los marginados del saber


Michel Onfray, filósofo francés./Sergio González./elmundo.es
Francés del 59, Michel Onfray no sólo es un filósofo cuyos libros se venden muy bien, sino que -más rara avis todavía- se ha empeñado en escribir nada menos que una Contrahistoria de la filosofía, en la que reivindica a los filósofos olvidados, marginados, preteridos por la historia oficial, y de la que en España ya se han publicado cuatro tomos en Anagrama (Las sabidurías de la antigüedad, El cristianismo hedonista, Los libertinos barrocos y Los ultras de las luces). En la misma editorial ha publicado un Tratado de ateología. Epicureismo, hedonismo y materialismo sería la trinidad non sancta de su filosofía. Ha venido a España para hablar de La Villa de los Papiros como proyecto epicúreo, a propósito de la exposición que mantiene abierta la Casa del Lector sobre esa rescatada biblioteca de Herculano; pero empezamos hablando de su Contrahistoria de la filosofía, a su modo, otra forma de rescatar otra biblioteca relegada.
 Un proyecto, no diremos que condenado al fracaso, pero difícil de lograr si lo que se pretende es desbancar a los Kant, Hegel, etcétera.
Ningún fracaso, porque lo que no quiero es acabar en la historia oficial. No escribo para convertirme en autor de manuales de filosofía para el bachillerato o la universidad, no escribo para estudiantes. En cambio, cuando tomo un taxi o un tren, la gente me habla de la Contrahistoria y veo que ha alcanzado su meta.
Los cínicos, a los que reivindica, son uno de sus temas de estudio. ¿Qué enseñanzas suyas siguen siendo válidas hoy?
Lo que mejor resume la filosofía cínica es la famosa respuesta de Diógenes a Alejandro Magno cuando éste le dice que le pida lo que quiera, y Diógenes le pide que se aparte porque le está tapando el sol. Eso muestra que el poder sobre uno mismo es preferible al poder sobre los otros y sobre el mundo.
Pero eso está también en los estoicos, en Marco Aurelio; no hay tanta diferencia, como suele verse entre estoicos y epicúreos, otra escuela que usted reivindica.
La oposición sistemática estoicismo-epicureismo es una invención de Cicerón y su política politiquera, su cocina política diríamos. Cicerón, como estoico, no quería que la gente apoyara a los epicúreos y les pagara. De modo parecido, el hedonismo que a mí me interesa es el hedonismo filosófico, que lucha contra el hedonismo consumista.
Usted está rescatando a una serie de filósofos olvidados, marginados, y no por casualidad ni inocentemente. Pero cabría hacer, y alguna vez se ha referido a ello, la historia de esa marginación.
 Sí, es algo pendiente, pero sólo podré hacerlo cuando termine la Contrahistoria, de la que me faltan algunos tomos todavía. Esa marginación de toda una serie de filósofos se debe a que la institución, el sistema, escribe una historia de la filosofía que justifica y legitima al propio sistema. De modo que todo lo compatible con el espíritu judeocristiano se presenta como excelente y lo demás se presenta como algo falto de rigor, ligero, algo que sobra y que no vale. Por ejemplo, hay estudios sobre los socráticos que los dividen en mayores y menores, los que entran en el canon y los que no. ¿Por qué se presenta a Diógenes como un socrático menor? ¿Lo es realmente o es que sobra por su incompatibilidad con el judeocristianismo?
 ¿No es sorprendente la pervivencia de la religión en un mundo, por otra parte, tan racional y con tales avances científicos? ¿Le ocurre al hombre lo que decía Beckett, que forma parte de lo que le impide ser feliz?
Los hombres prefieren las ilusiones que les dan seguridad a las inquietudes que les perturban, las ficciones que les hacen felices a las realidades incómodas.
Platón fue un gran hallazgo para los cristianos; éstos le deben casi tanto como a Constantino.
Nietzsche decía que el cristianismo es un platonismo para pobres. De hecho, tienen mucho en común: el dualismo alma-cuerpo, el rechazo de la vida, el amor a la muerte...
 Usted ha criticado lo que llama «los silencios de Platón».
Sí, le reprocho que no nombre a Demócrito y que, a la vez, quisiera organizar un auto de fe con sus libros. Tampoco habló del hedonismo, por ejemplo. Platón nunca habla de sus adversarios; los ridiculiza, hace un hedonismo de zarzuela, lo que le permite triunfar muy fácilmente sobre esas dos filosofías, materialismo y hedonismo, sin debatir.
Siguiendo con su empeño de rescatar todo lo olvidado, olvidado adrede casi siempre, reivindica al Spinoza hedonista, del que casi nadie habla. ¿No fue Spinoza demasiado prudente, cauto, según su propio lema?
Es que a Spinoza casi lo asesinaron. Llevó toda su vida un abrigo con un agujero hecho por un puñal con el que le atacaron. Quería recordar que había vivido peligrosamente. A Spinoza le impusieron una excomunión terrible; así que comprendo su prudencia. Cuando uno tiene una vida audaz se expone a grandes desgracias. Giordano Bruno y Galileo son ejemplos que le hicieron ser prudente. Cuando murió dejó inédita su Ética, que es un libro revolucionario; no quiso publicarla en vida.
 Es sabida su antipatía por Freud, pero entiendo que reivindica a un filósofo antiguo, Antifón el sofista, al que considera inventor del psicoanálisis.
 Sí, Antifón, que se nos presenta como un sofista, dice que puede curar con la palabra. Interpretaba los sueños y sacaba dinero haciéndolo; pero nos falta información sobre él. En cuanto a Freud, sabemos que mintió, que se inventó casos, que presentó el psicoanálisis como una ciencia cuando sólo es una poética un poco amplia.
 ¿Cuál sería la revolución pendiente después de mayo del 68?
El 68 destruyó el principio de autoridad, lo que fue una etapa necesaria. Los profesores ya no se dirigen como se dirigían antes a sus alumnos, ni los padres a los hijos, ni los hombres a las mujeres. Pero tras ese momento de negatividad, tiene que venir otro momento de positividad; lo que falta ahora es una nueva moral tras la destrucción de la moral antigua. El nihilismo se ha nutrido de esa destrucción y yo trato de proponer valores de reemplazo.

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