28.6.14

Diez trucos para acabar de una vez con el síndrome de la página en blanco

Dicen que es uno de los grandes temores de los que escriben, y forma parte de la imagen popular del escritor: el pobre artista se mesa el cabello, atormentado por su propio bloqueo, paralizado ante una hoja impoluta, ante un documento de texto vacío

"Muchos de esos trucos me sirvieron luego para escribir ficción, y los he ido adaptando para la narrativa."/gabriella.com
No es tan frecuente como uno se podría imaginar, pero ocurre. Muchos lo atribuyen al miedo (miedo a fracasar, a escribir algo que no merezca la pena); otras veces se debe, sencillamente, a una falta de ideas. Y es normal, no podemos tener ideas todo el tiempo, a todas horas. No somos máquinas inspiradas de producir genialidad.
¿O lo somos?
¿Cómo son tan productivos algunos artistas? ¿Por qué parecen un caudal constante de originalidad, de creación? ¿Qué tienen ellos que no tengamos nosotros?
No sé vosotros, pero yo rara vez sufro ya de ese temido síndrome. Cuando escribía para Lecturalia, hubo una época en la que producía bastantes artículos a la semana. No es un ritmo que le desee a nadie, porque, sí, hay un número limitado de cosas que se pueden decir sobre el mundo de la literatura, y había ocasiones en las que me quedaba paralizada, a medio camino entre el miedo a haberme quedado seca y el vacío cerebral. Así que me vi obligada a recurrir a muchos trucos y maneras para activar los jugos creativos, para obligar a las musas a visitarme, lo quisieran o no (reconozco que el principal era pasarme horas perdida en el maravilloso agujero de tiempo que son las secciones culturales de periódicos de todas partes, y las webs de actualidad literaria y editorial, y acababa siendo el remedio peor que la enfermedad). Pero muchos de esos trucos me sirvieron luego para escribir ficción, y los he ido adaptando para la narrativa.
Así que, amigos escritores, amigos narradores, os ofrezco aquí mis trucos personales. Igual algunos no son para todo el mundo. Pero creo que alguno acabará por sacaros del atolladero:

1. Anota, anótalo todo: El buen escritor no depende de la inspiración del momento. Tiene un baúl de recuerdos, una base de datos de ideas, una libreta de notas. Yo apunto cosas constantemente: el color de una flor que no había visto antes, un detalle de una conversación, una imagen que he soñado, una frase que se me ha ocurrido mientras me duchaba, algo curioso que le ocurre a alguien a quien conozco. Parasito mi realidad, y también la realidad de otros. Así, si estoy sin ideas, si no sé sobre qué escribir, solo tengo que abrir la libreta y aprovecharme de todo lo acumulado. Y por supuesto mi carpeta de marcadores en mi explorador es infinita. Lo bueno (y malo) de esto es que, cuando abres este canal de influencia, ya no puedes cerrarlo. Todo te parece fascinante, y encuentras maravilla en las cosas más estúpidas.
2. Apunta tus sueños: Como he dicho en el punto 1, los sueños pueden entrar dentro también de esa base de datos. Nos ofrecen imágenes y acciones que nunca surgirían de nuestra mente consciente, por lo que apuntar lo que más nos llama la atención (no es necesario describirlo por completo, solo tomar nota de aspectos que nos parecen interesantes) puede ser muy útil para referencias posteriores.
3. Escribe a diario: La escritura es una práctica que mejora cuanto más se ejerce, pero también lo es la inspiración. Desde que escribo a diario mis ideas se han multiplicado por mil: obligar a tu cerebro a funcionar de cierta forma de manera periódica hace que entres en modo inspirado de manera automática en cuanto reconoce que estás haciendo algo que lo exige, como sentarte delante del ordenador a teclear. Es importante también hacerlo siempre a la misma hora; yo escribo a primera hora, antes de que los pensamientos del día me hayan invadido. Si acabo escribiendo por la tarde, por ejemplo, mi cerebro está en otra cosa y ahí sí que tengo que pelearme con el documento. Pero imagino que en cada caso será diferente: algunas personas funcionan mejor por la noche.
4. Medita: No es necesario meditar como tal, solo relajarse y no pensar en nada en concreto, dejar que los pensamientos fluyan. La meta es liberar la mente de preocupaciones y otros intereses, vaciarla un poco para que lleguen las ideas por sí solas; se trata de estar unos minutos sin hacer ni pensar en nada en concreto (¿difícil, eh?), solo quedarse en el momento. Cuando estoy atascada con un texto, meditar siempre me ayuda. También sirve simplemente cambiar de actividad, cualquier cosa que aleje tu mente del texto en cuestión y te permita verlo con otra perspectiva.
5. Música: Esto no sé si le funciona a los demás como a mí, pero soy bastante sensible a cierto tipo de música. Determinados álbumes y grupos me inspiran siempre. Y algunas letras son puntos de arranque para cuentos, poemas o incluso artículos.
6. Haz ejercicio: Creo que esto va unido al punto 4. El ejercicio hace que a veces nuestra mente entre en un estado diferente, en un “no pensar”, fija solo en las acciones del cuerpo, que son un campo de abono muy propicio para las ideas. Cuando nado se me ocurren mil cosas (pena que no sea muy práctico llevar una libreta de apuntes a la piscina). He llegado a redactar una conferencia bajo el agua (y sí, pena no haber llevado una libreta de apuntes).
7. Utiliza lo aleatorio: Uno de mis favoritos. Me produce un extraño placer verme obligada a utilizar temas o palabras que normalmente no usaría. Es un reto, una forma de autosuperación difícil pero muy efectiva. Hay muchas formas de hacerlo: elegir palabras aleatorias, temas aleatorios, incluso patrones narrativos aleatorios. Es divertido y los resultados pueden sorprenderos.
8. Freewriting, o escritura libre: Ya escribí un artículo sobre este tema. La escritura libre te permite simplemente soltar todo lo que te esté pasando por la cabeza, libre de los límites del estilo. Aunque luego no haya mucho aprovechable, nos ayuda a soltarnos, a entrar en esa fase de fluidez en la que producimos más y mejor.
9. Escribe a mano: Cambiar de formato ayuda, os lo aseguro. Si tienes pánico al documento de texto en tu ordenador, prueba a escribir a la antigua. Pero no de cualquier manera: pon algo de música ambiental, siéntate en la cama o en un sofá cómodo, utiliza un bolígrafo especial (o una pluma) y un papel cómodo (o incluso lujoso, para mí los cuadernos Paperblank siempre son una fuente de inspiración). Crea un ambiente distinto, relajado.
10. Escribe en público: Esto puede parecer un poco extraño, y para los más tímidos será impensable, pero hay estudios que aseguran que el bullicio de una cafetería ayuda al proceso de escritura (hasta hay una app para reproducir el ruido propio de este tipo de local, sí, en serio). Este truco se asemeja al anterior: se trata de cambiar de entorno, de tener un sitio y formato diferente que nos permita reiniciar el proceso, además de los beneficios que tiene, por lo visto, un ambiente de trabajo más o menos relajado, el murmullo de fondo de este tipo de lugar público. Durante un tiempo, cuando vivía en Granada, escribía en cafeterías por cuestiones prácticas, y, una vez superada la vergüenza ante las miradas confusas de camareros y clientes, puedo confirmar que es de lo más productivo.
Estos son solo diez apuntes, los que a mí personalmente me funcionan, pero os aseguro que hay muchos más (muchos escritores tienden a escribir al revés, desde el final, cuando se bloquean, por ejemplo; para otros lo ideal es una buena lectura, que la musa llegue desde la pluma de buenos autores). ¿Qué trucos os sirven a vosotros?

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