24.10.14

La trastienda de un encuentro

Narrativa. Un escritor rumano viaja con un grupo de colegas a París. De ese periplo surge un relato acelerado, que ironiza sobre el campo literario
 
Mircea Cărtărescu es un escritor rumano./revista Ñ
El título del libro, Las bellas extranjeras , podría dar la impresión de que estamos ante un relato erótico o un compendio de estampas sobre hermosas chicas que circulan por los países practicando el viejo arte del turismo. Pero no. El nombre alude a un viaje que todos los años hacen un grupo de escritores de algún país a tierras francesas, para presentar sus obras e intercambiar conceptos entre unas y otra literatura nacional. Mircea Cărtărescu es un escritor rumano que participó en una de esas delegaciones bizarras, compuestas por once tipos que en su país prácticamente ni se saludarían, pero que ahora comparten el exquisito vino francés y disertan con respeto mutuo en mesas compartidas de antiguas librerías galas. Cărtărescu entonces viajó y sobrevivió para contarlo: su relato es un tour de force vertiginoso, sin aliento, donde convive la narración acelerada con las impresiones y el humor. Lo que define a la prosa de Cărtărescu es el tono, que vuelve al acontecimiento microscópico, aparentemente intrascendente, en un golpe de humor ácido y pesimista. Otra de sus claves, al menos en este relato largo, está en la voluntad por decirlo todo; en un mundo tan afecto a las apariencias como el de la literatura francesa, con sus premios, sus protocolos y su inclinación a lo ceremonial, el rumano cuenta lo que podríamos llamar la trastienda: las miserias, el aburrimiento, la demagogia que domina muchas de estas reuniones entre escritores. Lo mismo sucede con la ciudad de París, alguna vez meca de los escritores, hoy enorme museo al aire libre. Escribe sobre la ciudad: “Oh, París. París es París. En verano huele a pis. En invierno es sombrío y plomizo. El famoso metro es el más accesible y el más eficiente del mundo, pero es más feo que un dolor. ¿Y qué más da? Nosotros, los rumanos, tenemos París tan grabado en las circunvoluciones del cerebro como el sol en los pétalos y en el cogollo del girasol. Antes se vendían latas con ‘Aire de París’. Y es que París es una especie de lata”.
Uno de los hechos curiosos que se coteja leyendo este libro es que el mundo literario es más o menos parecido en un país como Rumania y en uno como el nuestro. Las rencillas, las amistades, el posicionamiento... todo lo que describe el escritor de Bucarest parece salido de una postal de la escena latinoamericana. Veamos: “Los escritores tienen a su disposición los periódicos y las revistas y sus broncas se ven amplificadas a través de ellos hasta dimensiones grotescas (...) En el mundo literario se perdona casi todo, la falta de talento, la vileza, la hipocresía, la cobardía. Se consideran pecados humanos y son contemplados con tolerancia. Lo que no se te perdona jamás, a ningún precio, es el éxito”. Desde ese lugar penetrante y sin resentimientos, Cărtărescu se ríe un poco de todo.

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